Ciberactivismo, nueva forma de protesta social
Salvador Capote
El 15 de noviembre de 2013 el intruso
informático (“hacker”) Jeremy Hammond, vinculado con Anonymous, fue sentenciado
a 10 años de prisión más 3 años de libertad supervisada, por realizar ataques
cibernéticos a varias agencias gubernamentales y corporaciones, en particular a
“Strategic Forcasting Inc.”, más conocida por “Stratfor”, compañía privada de
inteligencia global.
Hammond transfirió correos electrónicos de
Stratfor al grupo anti-secretos WikiLeaks. Los documentos publicados hasta
ahora se relacionan con clientes como Goldman Sachs y Coca-Cola. Su
ciberactivismo fue motivado por la preocupación ante el creciente papel que
desempeñan firmas privadas en la obtención de inteligencia tanto dentro de
Estados Unidos como en el exterior. “Como resultado del ciberataque a Stratfor
–declaró Hammond en la corte- se conocen ahora algunos de los peligros de la
industria de inteligencia privada”.
Hammond, con el pseudónimo de “Anarchaos”
sustrajo, en uno de sus ataques a Stratfor, 200 gigabytes de información confidencial
y puso fuera de servicio a sus computadoras durante seis semanas. Sarah
Kinster, abogada de Hammond, alegó que nada de lo hecho por éste tenía por
objetivo ganancias personales y sus acciones no eran otra cosa que una nueva
forma de protesta.
Estados Unidos es el país de los secretos de
Estado. Cada año clasifica cantidades colosales de información. Cada
documento secreto que se relaciona con un trabajo sucio realizado por la CIA,
el FBI u otra agencia gubernamental, genera nuevos documentos secretos que se
refieren a las acciones posteriores imprescindibles para ocultar la acción
ilegal primaria, del mismo modo que una persona mentirosa está obligada a
seguir mintiendo para evitar que descubran sus patrañas.
El hecho de que nunca antes la dirección
política de Estados Unidos se comportó de manera tan alejada de la ética, tanto
en la esfera nacional como en la internacional, y nunca, por tanto, se vio en
mayor necesidad de ocultar tanta información a sus ciudadanos, da origen
a una nueva forma de protesta social, la de poner en conocimiento de la
población lo que se mantiene secreto no porque tenga valor alguno para la
seguridad nacional sino porque, de conocerse, se pondrían al descubierto las
manipulaciones y mentiras de la administración.
Esta forma de lucha comenzó a cobrar
importancia en la década de 1970. En los años recientes, al invadir el
ciberespacio, plantea nuevos problemas filosóficos y éticos no resueltos
totalmente, al tiempo que se muestra como un campo de acción de
inconmensurables posibilidades. El ciberactivismo, que posee entre sus armas el
ciberataque (“hack”), aunque yo prefiero el término ciberinfiltración, puede
ser una herramienta formidable en el contrapunteo entre el secreto y la
transparencia, para inclinar la balanza hacia esta última. Tirios y troyanos,
por supuesto, pueden utilizar a su favor el intrusismo electrónico, pero la
vulnerabilidad está de parte del que más y peores secretos necesite ocultar, lo
cual coloca al imperio en situación extremadamente desventajosa.
Pero examinemos brevemente la experiencia
acumulada. El escándalo, en marzo de 1971, cuando los documentos ocupados en la
sede del FBI en Media, Pennsylvania, fueron publicados, obligó a poner fin al
siniestro programa COINTEL, utilizado para reprimir a todos los movimientos
progresistas.
Entre los más de mil documentos que vieron la
luz y demostraban que el FBI dedicaba gran parte de su tiempo, personal y
recursos materiales no a la investigación de crímenes sino a la vigilancia de
grupos que se oponían a la guerra o luchaban por sus derechos civiles, se
publicó un memorando que instruía a todos los agentes en los procedimientos a
utilizar, como chequeo y acoso constante, intercepción de comunicaciones
telefónicas, medidas coercitivas para obligar a la delación, infiltración
de agentes provocadores, etc., con el objetivo de sembrar la paranoia entre los
grupos de la Nueva Izquierda (“New Left”) lo cual, obviamente, no es
función de agencias oficiales en un país que se supone democrático.
En 1967 el Secretario de Defensa Robert
McNamara ordenó un estudio sobre la guerra de Vietnam que se convirtió en un
conjunto de 7,000 páginas de documentos “Top Secret” llamado “Pentagon Papers”
(Papeles del Pentágono). El trabajo se terminó en los primeros meses de 1969.
Daniel Ellsberg, que trabajó como asesor del
Departamento de Defensa durante la escalada de la guerra en Vietnam y tenía
acceso a documentos clasificados en su carácter de asesor de la Corporación
Rand (1), supo al leer el documento todo lo que se había ocultado a la opinión
pública norteamericana con el fin de escalar una guerra injusta, innecesaria e
imposible de ganar y decidió sacar copias de los documentos, con ayuda de su
colega en Rand, Anthony Russo, las cuales entregó a varios senadores y
posteriormente al New York Times que comenzó a publicarlas en junio de 1971. Se
supo entonces la historia de como Estados Unidos se había empantanado, a
espaldas del Congreso, en una guerra no declarada que comenzó con la ayuda a
los colonialistas franceses entre 1940 y 1950.
Los Papeles del Pentágono no contenían
material alguno que pudiese ser útil al enemigo; sin embargo, la administración
acusó a Ellsberg de conspiración para cometer espionaje y otros cargos. La
motivación, en realidad, era política. Los Papeles del Pentágono constituían
una prueba irrebatible de que tanto Lyndon Johnson como Richard Nixon habían
mentido al pueblo norteamericano para que aceptase la guerra y su escalada.
Uno de los ejemplos históricos más
ilustrativos de los abusos del gran jurado fue el acoso de los investigadores
federales a Daniel Ellsberg, a sus familiares y a todas las personas
relacionadas con él. Las “subpoenas” u órdenes de comparescencia obligatoria,
fueron utilizadas como instrumento de represión y castigo, incluso contra el
hijo de Ellsberg de 15 años de edad.
El 11 de mayo de 1973, la sólida defensa de
los abogados de Ellsberg, por una parte, y la grosera actuación del gobierno
con sus métodos coercitivos o ilegales para la obtención de evidencias, por
otra, determinaron que el juez de distrito William Byrne desestimase todos los
cargos contra Ellsberg y Russo.
La desesperación de la administración Nixon
por impedir nuevas filtraciones y por obtener información que desacreditase a
Ellsberg, condujo a la creación de los “plumbers” (plomeros) de la Casa Blanca
y a muchos de los abusos que se conocieron posteriormente al producirse el
escándalo de Watergate. Después de la exoneración de Ellsberg, el fiscal
William Merrill reveló a éste que existió un complot para “incapacitarle
totalmente” que en el lenguaje de la mafia significaba asesinarle. Esta acción
sería ejecutada por el mismo personal del Watergate, incluyendo a un grupo de
terroristas cubanoamericanos de Miami al servicio de la CIA. (2)
La etapa cibernética en la difusion de
informaciones secretas la inicia el periodista australiano Julián Assange,
fundador y editor de WikiLeaks, que adquiere notoriedad internacional a partir
del año 2010. La difamación y la persecución no tardaron en llegar y Assange
tuvo que refugiarse, desde el 19 de junio de 2012, en la Embajada de Ecuador en
Londres para evitar la extradición a Suecia y la subsiguiente extradición a
Estados Unidos donde sería procesado por divulgar decenas de miles de
documentos clasificados diplomáticos y militares.
Assange y el grupo musical puertorriqueño
Calle 13 lanzaron el 13 de noviembre el tema “Multi_Viral” sobre la
manipulación informática de los medios de comunicación. “Quieren detener el
incendio que se propaga, pero hay fuegos que con agua no se apagan” reza la
letra del rap.
Chelsea Elizabeth Manning (Bradley Edward
anteriormente), soldado del Ejército de Estados Unidos, fue asignado como
analista de inteligencia a una unidad militar destacada en Irak donde tuvo
acceso a bases de datos clasificados. A comienzos de 2010 filtró a WikiLeaks un
gran volume de material secreto que incluía videos del genocida ataque aéreo
del 12 de Julio de 2007 sobre Bagdad, de la masacre de Granai del 4 de
mayo de 2009 en Afganistán, 250,000 cables diplomáticos estadounidenses y
500,000 informes del Ejército que se conocen como “Iraq War log” y “Afgan War
log”. Gran parte de este material fue publicado por WikiLeaks o sus medios
afines.
En Julio de 2013, Manning fue condenado, por
violación de la Ley de Espionaje y otros cargos, a 35 años de prisión con
posibilidad de libertad condicional (“parole”) en ocho años. Manning cumplirá
su sentencia en la instalación penitenciaria de máxima seguridad conocida com
“U.S. Disciplinary Barracks” en Fort Leavenworth.
Edward Snowden, ex empleado de la CIA y de la
NSA, entregó al Washington Post, a The Guardian y a otros medios, unos 200,000
documentos clasificados, los cuales pusieron al descubierto el programa de
vigilancia masiva de la NSA y, en menor grado, de las agencias homólogas en Gran
Bretaña (GCHQ), Israel (ISNU), Canadá (CSE) y Noruega (NIS). En mayo de 2013
salieron a la luz pública los programas de vigilancia en la Internet, como
PRISM, XKeyscore y Tempora, y en las comunicaciones telefónicas. Acusado de
espionaje y de robo de propiedad gubernamental, Snowden es considerado un
fugitivo por las autoridades norteamericanas y vive actualmente en Rusia, en
calidad de asilado temporal.
A pesar de la represión y de las cada vez más
rigurosas medidas de control de los flujos de información, no será posible
detener las filtraciones. Esto se debe a una contradicción insoluble del
sistema. Si un gobierno actúa al margen de las normas de convivencia
internacional tendrá necesariamente que guardar el secreto de sus actividades
y, mientras mayor y más abarcadora sea la cantidad de información clasificada
mayor número de personas tendrán que ser autorizadas para el acceso a ellas,
pues de otro modo la maquinaria burocrática del Estado no podría funcionar y,
por consiguiente, mayor será el número de personas que tendrán conocimiento de
los malos manejos de la administración y que estarán dispuestas a denunciarlos.
Los ciberactivistas, incluyendo a sus
guerreros clandestinos, los ciberinfiltrados, tienen la posibilidad y la
ventaja de no actuar solos sin formando parte de redes mundiales que no están
limitadas por distancias ni fronteras y en las que los participantes se
comunican entre sí de manera instantánea. Estos cibergladiadores nutrirán
seguramente las filas de los prisioneros políticos, principalmente en Estados
Unidos, pero los vampiros de la política y de la guerra perecerán o tendrán que
aprender a vivir a la luz del día.
Ellsberg como precursor, y más tarde Assange,
Manning, Snowden, Hammond, y muchos otros, convirtieron en obsoletas las reglas
de juego de los servicios de inteligencia y difuminaron el sueño imperial de
una Internet global, la red única bajo Dios y el Tío Sam, pues ya todo el mundo
sabe que Estados Unidos busca el control de la Internet para obtener el dominio
total de la información, y es un axioma consagrado por el tiempo que quien
tiene la información tiene el poder.
NOTAS
(1) Rand (Research And Development) Corporation. Tanque de pensar
que en sus orígenes tuvo como función principal ofrecer a las fuerzas armadas
de Estados Unidos los resultados de sus investigaciones y análisis en política
global.
(2) Democracy Now: Entrevista a John Dean y a Daniel Ellsberg, 27 de
abril de 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario