"EL PENSIONISTA" recoge las palabras de un gran investigador marxista latinoamericano, el Dr. Alvaro Mendoza Diez quien afirmaba categóricamente "Para nosotros, el marxismo no requiere exégetas, ni "eruditos", ni inquisidores académicos. Siendo como en realidad es una teoría eminentemente crítica, lo que exige son continuadores, esto es, investigadores que no se autoperciban como académicos puros, sino como críticos implacables que aplican las categorías del marxismo a la comprensión de las nuevas realidades que crea la vida pero a las cuales la ciencia burguesa deforma y distorsiona. Esta crítica asimismo debe aplicarse al esclarecimiento de temas y problemas sobre los cuales no existe entre los distintos grupos de izquierda una concepción uniforme" ("El Hombre como objeto de estudio"-Revista Antropológica-Universidad Nacional de Trujillo-Perú-1,972-Página 82).
En esta direccion ofrecemos el siguiente artículo de Alberto Moreno Rojas del Partido Comunista del Perú:
IV SEMINARIO " LOS PARTIDOS Y UNA NUEVA SOCIEDAD".
Ciudad de México. Febrero del 2000.
LA FUERZA DE LAS IDEAS.
Conviene recordar que el pensamiento neoliberal tuvo un proceso de maduración que se inicia en la conferencia inaugural de Mont Pelerin, Suiza, en abril de l947. Participaron en ella, entre otros, economistas liberales prestigiados como Hayek, Rubbins, Popper, Friedman, Knight. En esa época el liberalismo se encontraba desacreditado y era ideológica y políticamente poco influyente. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo del puente, y hoy, el pensamiento liberal domina en Occidente. La "tercera vía" o el "nuevo centro" no son sino la nueva derecha empeñada en cubrir el núcleo neoliberal de su programa con una delgada capa de miel social.
El neoliberalismo no surgió, pues, de la noche a la mañana. Sus promotores siguieron una estrategia inteligente. Se propusieron, primero, ganar terreno en el espacio de las ideas hasta hacerse hegemónicos en universidades del Reino Unido y los Estados Unidos; formaron una columna de teóricos y propagandistas para esparcir sus teorías y puntos de vista en el mundo académico, cultural, en los medios de información; se empeñaron en recuperar el prestigio de las desacreditadas ideas económicas liberales teniendo como pilares de su acción centros de investigación, fundaciones, universidades y gabinetes de estrategia financiados por grandes empresas para promover el liberalismo económico; desplegaron una campaña sistemática, tenaz, multilateral, para desautorizar el socialismo y generar desconfianza en sus filas, sacando ventaja muchas veces de deformaciones y errores reales. La Fundación del Patrimonio creada en Washington, por ejemplo, publicó en l980 su Mandato para el Liderazgo que sirvió como modelo al gobierno de Ronald Reagan, de la misma manera que el Instituto de Asuntos Económicos de Londres prestó servicios excepcionales a la primera ministra Thatcher, quien, agradecida, escribió a su director, Ralph Harris: "La deuda que tenemos con usted es inmensa".
La victoria del neoliberalismo y su extensión por el planeta, bajo la batuta de Reagan y la señora Thatcher, fue precedida por una batalla intensa, persistente, global, en el terreno de las ideas, con la participación de sus mejores teóricos e intelectuales y el concurso de enormes recursos económicos y de propaganda a escala global. Con ese propósito crearon en todo el mundo instituciones que propagaron el liberalismo económico y el individualismo, contribuyeron al cambio de políticas económicas mediante el copamiento de instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o el papel de sus miembros como asesores y creadores de políticas. Hayek, Popper, Friedman, entendieron bien que los cambios que se proponían alcanzar, retrocediendo la rueda de la historia, no tendrían éxito sin la labor de ablandamiento y convencimiento de la artillería ideológica, teórica y cultural para demostrar la validez de sus tesis no importa si, carentes de fundamentos científicos, se refugian para ello en la apologética. Pues eso significa precisamente retomar, con obsesión fundamentalista, principios sobrepasados del liberalismo clásico del siglo XVIII.
La crisis del capitalismo en la década de los setenta puso al descubierto las carencias y los límites del keynessianismo. Fue la oportunidad para que volvieran a flamear las banderas antes desacreditadas del liberalismo y fuese ganando, con rapidez, un consenso que lo había perdido durante la crisis de 1929. La socialdemocracia, ubicada en una supuesta tercera vía, equidistante entre el capitalismo y el socialismo, ya no se encontraba en condiciones de dar respuesta a los cambios producidos con la revolución técnica y científica ni satisfacía el hambre de ganancia del capital. Tampoco se sentía acosada por la presión del socialismo en ascenso o el auge revolucionario. El derrumbe de la exURSS y Europa Oriental, a fines de los ochenta y principios del noventa, dio término a la bipolaridad dejando el camino expedito para la expansión de la marea negra que arrastra el neoliberalismo
Pocos recuerdan el anunciado fin de la historia que corrió a cargo de Francis Fukuyama, que se propuso servir de pedestal para eternizar el liberalismo ideológico y el libre mercado capitalista. En menos de una década apenas si quedan defensores abiertos de sus tesis. Ahora, como se verá más adelante, hacen presencia defensores vergonzantes de los mismos puntos de vista, sólo que esta vez bajo el membrete de la tercera vía. La misma suerte correrá el neoliberalismo, cuestionado por sus fracasos a escala planetaria. Por ejemplo, su incapacidad para evitar las crisis internacionales; las amenazas que representa un sistema financiero desbocado, parasitario y sin control; el colapso del capitalismo impuesto en la exURSS por Yeltsin y su corte de mafiosos; la crisis asiática; la tragedia africana bajo directa responsabilidad del Banco Mundial; la dos décadas últimas perdidas en América Latina; el crecimiento de la pobreza en el mundo y la polarización extrema Norte Sur y, en cada país por separado; la desocupación estructural en las mismas entrañas del capitalismo desarrollado; la superconcentración monopólica que alcanza niveles gigantescos jamás imaginados; la exclusión de las mayorías de la humanidad condenadas al atraso, la pobreza, el hambre, la incultura; la agresión sistemática al medio ambiente al punto de poner en peligro la misma sobrevivencia de los seres humanos sobre la tierra, etc.
LA TERCERA VIA COMO RECAMBIO DEL NEOLIBERALISMO
Es en este contexto que se ponen los primeros cimientos de lo que ahora, con gestos teatrales, se presenta como la "tercera vía" o el "nuevo centro".
Su primera formulación, entendida como alejamiento de los principios de la socialdemocracia tradicional y distanciamiento de su base social que fueron los trabajadores y los sindicatos reformistas, data de octubre de l987, y está planteado en el informe político del Partido Laborista Inglés. Pero cobró redoblado vigor como respuesta al agotamiento neoliberal y también al estancamiento político de los partidos socialdemócratas de Europa. No es una casualidad que sus gestores sean precisamente Clinton y Blair, o que se sumen voluntariosos excomunistas como Massimo D'alema.
Fue en febrero de l998, luego de una reunión de Clinton con Tony Blair en Washington, que deciden crear un nuevo consenso mundial de cara al siglo XXI, que respondiera a los cambios que se producen con la globalización, que estimulen un nuevo liderazgo además de recuperar la confianza en la democracia capitalista cuyo deterioro crece a ojos vista.
La declaración de junio de l999 rubricada por Blair y Schoëder, se convierte en la plataforma programática que tiene como objetivo forzar un acuerdo común de la socialdemocracia internacional. La reunión de Florencia de fines del año pasado, con la participación de Clinton, Blair, Schoëder, D'Alema, Cardoso, Jospin, Almudia, entre otros, no alcanzó el consenso esperado por la oposición de estos últimos a la "tercera vía", quedando para la reunión de Dusseldorf, en marzo próximo, una solución que esperan definitiva. Leonel Jospin insiste en su consigna "economía de mercado, no sociedad de mercado".
La "tercera vía" marcha no sin dificultades en el propio seno de la socialdemocracia. En Alemania Schoëder debió expectorar, virtualmente, a La Fontaine, opuesto al "nuevo centro" que promueve aquel. En Inglaterra encuentra la resistencia del "rojo" Livingstone, futuro alcalde de Londres, opuesto a la privatización del Metro de la ciudad capital. En España, el PSOE, iniciador real de la tercera vía durante el gobierno de Felipe Gonzáles, acaba de llegar a un acuerdo electoral con IU donde uno de los puntos básicos de la plataforma es las 35 horas semanales de trabajo. Los obstáculos que debe vencer no son fáciles ni pequeños. El descrédito creciente que acompaña al neoliberalismo no dejará de ensombrecer su prédica demagógica. Por lo demás - y no es pequeña cosa - su campo de acción está limitado porque se propone reformar, una vez más, el capitalismo, a cambio de ocultar sus contradicciones fundamentales.
DEL ESTADO BENEFACTOR AL NEOLIBERALISMO SOCIAL
La crisis del capitalismo de la década de los setenta cerró el ciclo del Estado de bienestar que se construye luego de la gran crisis del 29 y que se expande después de la Segunda Guerra Mundial, buscando ponerle atajo a la creciente influencia del socialismo en ascenso y al auge de la lucha de los trabajadores por sus derechos fundamentales. A lo anterior se suma la recuperación del capitalismo en Europa que le permite hacer concesiones sociales con la clara intención de impedir o neutralizar su radicalización e identificación con el socialismo. Es la época de la guerra fría y de la bipolaridad.
Este ciclo concluye a fines de los 80 y principios de los 90 con el derrumbe de lo que fue la URSS y sus países satélites de Europa oriental. Si la crisis del capitalismo de los 70 estimula las condiciones para el ingreso del neoliberalismo como fuerza ideológica, económica y cultural dominante, teniendo como artillería pesada el dominio del mercado, la privatización, la desregulación laboral, el capital financiero, la concentración monopólica, junto a la filosofía individualista, pragmática y consumista, de desclasamiento de los trabajadores; acelera al mismo tiempo la crisis de los partidos de izquierda, de la que no es ajena la socialdemocracia internacional.
La presión ideológica y política del neoconservadurismo obligó a cambiar los sistemas ideológicos tradicionales de muchos partidos socialistas y reformistas. Si es verdad que la mayoría de los gobiernos de la Comunidad Europea se alinea con la socialdemocracia, es igualmente cierto que éstos ya no son los mismos de dos décadas atrás, y que más bien se asimilan al neoliberalismo o liberalismo social. No se puede descontar el peso que significaron los cambios en la correlación de fuerzas a escala mundial y el predominio del imperialismo, sobre todo norteamericano, que de pronto se encontró dueño del escenario.
Se ha producido así una tendencia general aparentemente extraña y contradictoria: el desplazamiento ideológico y político de partidos socialdemócratas a la derecha. Para ser más exactos: la derechización de muchos partidos excomunistas, socialistas y socialdemócratas es un hecho histórico. De la misma manera que la transmutación de la derecha neoliberal en centrista, como se puede observar en los casos de Lavin en Chile, y Aznar en España. La tercera vía o nuevo centro, más allá del discurso alambicado de sus patrocinadores es, en realidad, la nueva derecha. Este es el dato esencial. En el trasfondo de estos "cambios" se encuentran factores objetivos determinados por contradicciones del mismo sistema capitalista, y también subjetivos que aceleraron la crisis de los partidos socialdemócratas tradicionales. Desde luego, también hay que contar elementos instrumentales y pragmáticos para recuperar posiciones perdidas y acceder al gobierno. El pragmatismo y el oportunismo político de Blair puede considerarse paradigmático.
La socialdemocracia se nutrió en sus orígenes del marxismo. Con Bernstein y Kausky se inicia su desviación hacia el reformismo y hacia la conciliación de clases. Entonces se ubican en una supuesta tercera vía equidistante entre el capitalismo y el socialismo. Ahora han avanzado en su derechización hasta identificarse como los nuevos defensores del capitalismo en el mundo globalizado y de la informática.
La cuestión medular que se plantean sus promotores teóricos e intelectuales es la siguiente: si la socialdemocracia estuvo siempre vinculada al socialismo "¿Qué orientación debía tener en un mundo en el que no hay alternativa al capitalismo?" (1). Para Clinton, Blair, Schoëder, el socialismo y el marxismo" están muertos". Esa vía está terminada. Ya no se trata de buscar una alternativa de "justo medio" entre el capitalismo y el socialismo, sino al interior del capitalismo mismo, entre el neoliberalismo que consideran fracasado y la viaja socialdemocracia desfasada y agotada.
De allí la pregunta clave: "¿Tiene todavía algún sentido estar en la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completamente en Occidente, y el socialismo...se ha disuelto"? (2). La única conclusión que se puede extraer de la argumentación "innovadora" que proponen es que la "tercera vía" de Clinton-Blair o el "nuevo centro" de Schoëder es una reforma del sistema capitalista para adecuarlo mejor a las condiciones de la globalización y la "sociedad de la información," haciéndolo más digerible para los trabajadores de cuya representación social, sin embargo, se desprenden. Pues, como admite Giddens, "los partidos socialdemócratas ya no tienen un bloque de clase consistente en quien confiar" (3). Pero también como respuesta a la crisis de la democracia liberal y al desencanto que se extiende en los países centrales del capitalismo y en el Tercer Mundo. Una reforma, además, que no cuestiona el orden y la globalización neoliberal, sino, asumiéndolos, se propone "humanizarlos" dándoles el sello social del que carece, en una economía dominada por los monopolios y hegemonizada por las 7 potencias capitalistas más desarrolladas, que excluye a la inmensa mayoría de la humanidad.
Por eso resulta totalmente intrascendente y tramposa su afirmación de que "es una tercera vía en cuanto que es un intento para trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el neoliberalismo" (4). Para resumirlo con benevolencia, con el riesgo de herir sus oídos: esta es la "izquierda" que tiene que gobernar con el programa de la derecha en beneficio de la derecha.
Desde luego que se vienen produciendo cambios en todas las esferas de la vida. Es imposible desconocer las consecuencias de la revolución científico-tecnológica. La internacionalización o mundialización del capital es un hecho objetivo. Sin estas condiciones excepcionales no podría entenderse la expansión que caracteriza la economía norteamericana en la última década. Pero es igualmente verdad que sus beneficios alcanzan a un 20 por ciento de la población mundial; que el sistema financiero, hoy dominante a expensas de la producción y el comercio, no tiene control; que la hinchazón o burbuja amenaza estallar en el corazón mismo del capitalismo, los Estados Unidos.
Los logros alcanzados por la humanidad brindan la posibilidad real de resolver sus problemas básicos, de contar con una sociedad racionalmente organizada, humanizada, en relación armoniosa con su medio ambiente. Quien lo imposibilita es la burguesía y el sistema capitalista, su afán desmedido por la tasa de ganancia y la concentración de la riqueza, la mercantilización de la condición humana y sus valores.
EL FANTASMA DEL SOCIALISMO
Partiendo de la premisa de que "el socialismo está terminado" como alternativa al capitalismo, y no quedando otra posibilidad que ajustarse a los limites que tolera el capitalismo, la "tercera vía" asume en todos sus alcances la tesis del "fin de las ideologías" y "de la historia" de Fukuyama. La descalificación de la izquierda como concepto político no es casual. Derecha e izquierda son declarados conceptos obsoletos, vaciados de contenido, en un mundo donde lo que se constata, de acuerdo con sus propagandistas, es la "defunción del socialismo". Al estar terminado como proyecto social y económico, su conclusión es que "nadie tiene ya alternativa al capitalismo". (5) Dicho de otro modo: el capitalismo puede ser reformado, "humanizado", perfeccionado, pero no superado. Ha llegado, pues, el fin de la historia.
Si la socialdemocracia renovada (que deja de lado la vieja socialdemocracia que dominó en las décadas pasadas, fuertemente cargada con el espíritu del Estado de bienestar) "ha de estar a la izquierda del centro, porque la justicia social y la política emancipadora sigue constituyendo su esencia" (6) es más por razones de convencionalismo político que por razones de principio. En todo caso, se trata de un centro al interior del mismo capitalismo y de una "izquierda" dentro del mismo espectro.
Por eso no se encuentra en sus documentos fundamentales ninguna crítica a los monopolios. A lo sumo propuesta de medidas para limar sus garras. Podría sostenerse que sintetiza un conjunto de valores y metodologías que reflejan las exigencias del capitalismo actual y de la sociedad de la información. Esto explica porqué, no obstante asumir la muerte del socialismo y el marxismo, su punta de ataque sigue siendo el socialismo y el marxismo que "siguen rondándonos" (7).
La afirmación de Tony Blair de que la Tercera Vía "es un camino de renovación y éxito para la moderna democracia social" que se libra "del peso de una ideología obsoleta", es la renuncia manifiesta a los postulados de la socialdemocracia que adquirió su identidad después de la Segunda Guerra Mundial. La "ideología obsoleta" que cita, se refiere a los mínimos elementos de socialismo que aún quedaban. Es el ruptura total con su pasado reformista. No debe sorprender su alianza estratégica con Clinton ni sus esfuerzos desbocados para arrastrar detrás suyo, como ya ocurrió con Schoëder en Alemania, a toda la socialdemocracia, con la promesa de renovación y modernización.
Pero la vida no siempre sigue los designios de las personas. Si el neoliberalismo se vio confrontado con la realidad en un lapso no muy prolongado, mostrando hasta la saturación sus falacias e incompetencias, no será otra la suerte que corran los abanderados del nuevo neoliberalismo vestido de rosa.
POLITICA INTERNACIONAL AGRESIVA
La guerra de Kosovo mostró otra de las facetas de la "tercera vía": su política internacional.
Se trata de una interpretación nueva y agresivamente autoritaria del concepto de la globalización. No está lejos de la verdad la descripción de esta guerra, que asoló Yugoslavia, como de la "tercera vía", pues allí se puso en práctica la teoría de la "comunidad internacional" de casa hacia el mundo entero y de la política exterior de las potencias occidentales determinada por valores morales, que ellos definen de acuerdo a sus intereses geoestrágicos. De esta manera quienes controlan las armas más modernas pueden impunemente pisotear la soberanía de las naciones pequeñas o débiles. El núcleo de esta teoría consiste en definir un nuevo principio: la soberanía nacional es menos importante que los derechos humanos, por lo que puede un país ser intervenido militar y unilateralmente, por las grandes potencias, aduciendo razones humanitarias, de prevención del "exterminio étnico" o cualquier otro pretexto. Con ello se deja sentado que carece de relevancia el principio de autodeterminación y no intervención, desde luego cuando se trata de países débiles como Yugoslavia, por ejemplo, contra los cuales se puede descargar todo el potencial bélico de la OTAN en una "guerra" totalmente injusta y desigual. Desde luego otro es el punto de mira cuando se trata de las potencias agresoras que jamás permitirían, por ninguna razón, que toquen un pelo de su soberanía.
Si antes la seguridad del imperio podía servir de pretexto para la intervención de sus fuerzas militares en cualquier rincón del mundo, ahora el intervencionismo militar se justifica por razones morales. Se puede decir, con razón, que el intervencionismo que se escuda detrás de la teoría de la "comunidad internacional" es aun más agresivo, irracional y prepotente que aquel.
Esto está en correspondencia con los intereses del imperialismo y los monopolios, y de ninguna manera con los intereses de los trabajadores y los pueblos. La guerra de Kosovo ha puesto de manifiesto que la "tercera vía" o el "nuevo centro" impulsan una política exterior agresiva e intervencionista, y de ninguna manera una política de paz. Esto es aún más peligroso si se toma en cuenta que terminó la bipolaridad y la posibilidad de una guerra en gran escala es mínima. No tiene ninguna justificación la permanencia de la OTAN ni el armamentismo de los países bajo su sombrilla, que no sea imponer el pensamiento único y el orden internacional basado en los intereses estratégicos y hegemonistas del imperialismo.
Kosovo muestra el camino que seguirá la coalición de países capitalistas atrincherados en la OTAN, ahora bajo hegemonía de los defensores de la "tercera vía", en la que la "limpieza étnica" no es más que un pretexto para sus fines expansionistas. Colombia o cualquier otro podrían ser el próximo país que siga sus huellas, con los resultados conocidos.
EL PROBLEMA DE NUESTRA EPOCA
En septiembre de l928, en uno de sus textos definitivos, José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista del Perú, escribió: "Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época"(8). A pesar de la distancia que nos separa de entonces, y de los cambios producidos, ésta es una idea que conserva toda su fuerza y convocatoria a la lucha. En otro momento, en una conferencia dictada a los trabajadores arribó a la siguiente conclusión: El capitalismo no puede hacerle concesiones al socialismo" (9). Precisamente por eso, coherente con sus convicciones marxistas, volvió a insistir: "En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer camino...En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo" (10 ).
El capitalismo ha dado muestras de adaptación a los cambios que se producen. No corresponde a la verdad el catastrofismo basado en la idea de su pronto derrumbe que circuló en el movimiento comunista en el pasado, tampoco la idea de que el socialismo marcharía sin dificultades por rieles aceitados. En el discurso de apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista (b) de la U.R.S.S., en marzo de l939, V. Molotov hizo la siguiente afirmación: "Hemos terminado otra etapa histórica más de la revolución comunista en la U.R.S.S. Hemos concluido, en lo fundamental, toda una época de labor constructiva, para entrar en una época nueva, en la del paso gradual del socialismo al comunismo" (11). Esta apreciación, cuyo exagerado optimismo no correspondía a la realidad, refleja muy bien el subjetivismo que dominó mucho tiempo en el pensamiento de los comunistas.
Ni el capitalismo se derrumbará de la noche a la mañana, ni cada crisis que lo sacuda llevará necesariamente a la revolución, ni el socialismo se construye en un lecho de rosas. Las marchas y contramarchas, los avances y retrocesos, las victorias y las derrotas, los aciertos y los errores, serán parte del proceso de su realización. De lo que sí podemos estar seguros es que el capitalismo, no importan los éxitos que lo acompañen, pues estos serán siempre temporales, no está en condiciones de resolver las contradicciones profundas que se mueven en sus propias entrañas, ni es eterno ni imbatible. El socialismo es inevitable, no importa las vueltas y revueltas que deba atravesar, más allá de los errores de su conducción o de las deformaciones y traiciones que eventualmente se puedan presentar. Pero deberá seguir un camino difícil, complejo, arduo, que someterá a prueba la voluntad, el temple, la sabiduría de los comunistas y los pueblos. Nunca el triunfalismo ni el derrotismo fueron expresiones de sabiduría y madurez.
En efecto, el capitalismo y sus representantes ideológicos y políticos jamás hicieron concesiones al socialismo o cedieron un palmo, voluntariamente. Nunca se dejaron ganar por el derrotismo. Asumieron la defensas de sus intereses con fiera terquedad y con odio de clase. Los que muchas veces vacilaron y abdicaron de sus convicciones, los que perdieron la confianza en sus objetivos, los que se dejaron ganar por el pesimismo y el confusionismo, estuvieron más bien en las filas del socialismo. Eso explica el paso de partidos comunistas enteros al campo de la burguesía. También la abdicación de los socialdemócratas de ayer que ahora se pasan, con armas y bagajes, al liberalismo, convencidos torpemente de que ya no es posible ninguna "alternativa al capitalismo".
TENER IDEAS DEFINIDAS Y FIRMES
Una cosa es clara: para vencer es indispensable tener las ideas claras, los objetivos definidos, la voluntad acerada. Quien gana en el terreno de las ideas estará sentando las bases para sus ulteriores victorias políticas.
Esta lección no debe ser olvidada. Pero para ello no es suficiente, sin embargo, la crítica radical al capitalismo, a las teorías en que se apoya. Tanto o más importante son las alternativas que se proponen y construyen en cada etapa o fase de la lucha de clases. El socialismo no debe ser confinado a un conjunto de conceptos generales, abstractos, incomprensibles para la gente. Siendo una necesidad objetiva del desarrollo de la sociedad, necesita responder a las condiciones de su tiempo, anticiparse a los procesos en curso, convertirse en bandera accesible para millones de hombres y mujeres y realizable por ellos. Necesita ser, en palabras de Mariátegui, "creación heroica del pueblo".
Sabemos que no es fácil salir de la actual fase de reflujo y defensiva en que nos encontramos. Necesitamos encontrar respuestas nuevas a problemas nuevos. Persistiendo en los principios fundamentales y tomando en cuenta los datos concretos de la realidad, volcando las energías a una mayor recuperación de los lazos con los trabajadores y la juventud, estaremos en mejores condiciones de enfrentar con éxito este desafío.
Precisamente por las consideraciones señaladas es indispensable intensificar la lucha ideológica y teórica para poner en evidencia la precariedad del neoliberalismo, su incapacidad congénita para resolver los problemas de la humanidad; también las falacias de la "tercera vía", que no es lo nuevo que anuncian sus mentores ni es la respuesta que necesitan los pueblos, sobre todo en América Latina, para salir del dominio neocolonial del imperialismo, del atraso, de la pobreza y la exclusión a que están condenados bajo el régimen capitalista.
Lima, 10 de febrero del 2000
Alberto Moreno Rojas
1.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36, Ed. Taurus, 1999.
2.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36.
3.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 35
4.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 38
5.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 57
6.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 59
7.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 11
8.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 249, tomo 13 de sus obras completas.
9.- J.C. Mariátegui. Historia de la Crisis Mundial, Pág. 23, tomo 1 de sus obras completas.
10.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 246, tomo 13 de sus obras completas.
11.- V. Molotov . Discurso de apertura en el XVIII Congreso del P.C. (b) de la URSS. 1939
Ciudad de México. Febrero del 2000.
LA FUERZA DE LAS IDEAS.
Conviene recordar que el pensamiento neoliberal tuvo un proceso de maduración que se inicia en la conferencia inaugural de Mont Pelerin, Suiza, en abril de l947. Participaron en ella, entre otros, economistas liberales prestigiados como Hayek, Rubbins, Popper, Friedman, Knight. En esa época el liberalismo se encontraba desacreditado y era ideológica y políticamente poco influyente. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo del puente, y hoy, el pensamiento liberal domina en Occidente. La "tercera vía" o el "nuevo centro" no son sino la nueva derecha empeñada en cubrir el núcleo neoliberal de su programa con una delgada capa de miel social.
El neoliberalismo no surgió, pues, de la noche a la mañana. Sus promotores siguieron una estrategia inteligente. Se propusieron, primero, ganar terreno en el espacio de las ideas hasta hacerse hegemónicos en universidades del Reino Unido y los Estados Unidos; formaron una columna de teóricos y propagandistas para esparcir sus teorías y puntos de vista en el mundo académico, cultural, en los medios de información; se empeñaron en recuperar el prestigio de las desacreditadas ideas económicas liberales teniendo como pilares de su acción centros de investigación, fundaciones, universidades y gabinetes de estrategia financiados por grandes empresas para promover el liberalismo económico; desplegaron una campaña sistemática, tenaz, multilateral, para desautorizar el socialismo y generar desconfianza en sus filas, sacando ventaja muchas veces de deformaciones y errores reales. La Fundación del Patrimonio creada en Washington, por ejemplo, publicó en l980 su Mandato para el Liderazgo que sirvió como modelo al gobierno de Ronald Reagan, de la misma manera que el Instituto de Asuntos Económicos de Londres prestó servicios excepcionales a la primera ministra Thatcher, quien, agradecida, escribió a su director, Ralph Harris: "La deuda que tenemos con usted es inmensa".
La victoria del neoliberalismo y su extensión por el planeta, bajo la batuta de Reagan y la señora Thatcher, fue precedida por una batalla intensa, persistente, global, en el terreno de las ideas, con la participación de sus mejores teóricos e intelectuales y el concurso de enormes recursos económicos y de propaganda a escala global. Con ese propósito crearon en todo el mundo instituciones que propagaron el liberalismo económico y el individualismo, contribuyeron al cambio de políticas económicas mediante el copamiento de instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o el papel de sus miembros como asesores y creadores de políticas. Hayek, Popper, Friedman, entendieron bien que los cambios que se proponían alcanzar, retrocediendo la rueda de la historia, no tendrían éxito sin la labor de ablandamiento y convencimiento de la artillería ideológica, teórica y cultural para demostrar la validez de sus tesis no importa si, carentes de fundamentos científicos, se refugian para ello en la apologética. Pues eso significa precisamente retomar, con obsesión fundamentalista, principios sobrepasados del liberalismo clásico del siglo XVIII.
La crisis del capitalismo en la década de los setenta puso al descubierto las carencias y los límites del keynessianismo. Fue la oportunidad para que volvieran a flamear las banderas antes desacreditadas del liberalismo y fuese ganando, con rapidez, un consenso que lo había perdido durante la crisis de 1929. La socialdemocracia, ubicada en una supuesta tercera vía, equidistante entre el capitalismo y el socialismo, ya no se encontraba en condiciones de dar respuesta a los cambios producidos con la revolución técnica y científica ni satisfacía el hambre de ganancia del capital. Tampoco se sentía acosada por la presión del socialismo en ascenso o el auge revolucionario. El derrumbe de la exURSS y Europa Oriental, a fines de los ochenta y principios del noventa, dio término a la bipolaridad dejando el camino expedito para la expansión de la marea negra que arrastra el neoliberalismo
Pocos recuerdan el anunciado fin de la historia que corrió a cargo de Francis Fukuyama, que se propuso servir de pedestal para eternizar el liberalismo ideológico y el libre mercado capitalista. En menos de una década apenas si quedan defensores abiertos de sus tesis. Ahora, como se verá más adelante, hacen presencia defensores vergonzantes de los mismos puntos de vista, sólo que esta vez bajo el membrete de la tercera vía. La misma suerte correrá el neoliberalismo, cuestionado por sus fracasos a escala planetaria. Por ejemplo, su incapacidad para evitar las crisis internacionales; las amenazas que representa un sistema financiero desbocado, parasitario y sin control; el colapso del capitalismo impuesto en la exURSS por Yeltsin y su corte de mafiosos; la crisis asiática; la tragedia africana bajo directa responsabilidad del Banco Mundial; la dos décadas últimas perdidas en América Latina; el crecimiento de la pobreza en el mundo y la polarización extrema Norte Sur y, en cada país por separado; la desocupación estructural en las mismas entrañas del capitalismo desarrollado; la superconcentración monopólica que alcanza niveles gigantescos jamás imaginados; la exclusión de las mayorías de la humanidad condenadas al atraso, la pobreza, el hambre, la incultura; la agresión sistemática al medio ambiente al punto de poner en peligro la misma sobrevivencia de los seres humanos sobre la tierra, etc.
LA TERCERA VIA COMO RECAMBIO DEL NEOLIBERALISMO
Es en este contexto que se ponen los primeros cimientos de lo que ahora, con gestos teatrales, se presenta como la "tercera vía" o el "nuevo centro".
Su primera formulación, entendida como alejamiento de los principios de la socialdemocracia tradicional y distanciamiento de su base social que fueron los trabajadores y los sindicatos reformistas, data de octubre de l987, y está planteado en el informe político del Partido Laborista Inglés. Pero cobró redoblado vigor como respuesta al agotamiento neoliberal y también al estancamiento político de los partidos socialdemócratas de Europa. No es una casualidad que sus gestores sean precisamente Clinton y Blair, o que se sumen voluntariosos excomunistas como Massimo D'alema.
Fue en febrero de l998, luego de una reunión de Clinton con Tony Blair en Washington, que deciden crear un nuevo consenso mundial de cara al siglo XXI, que respondiera a los cambios que se producen con la globalización, que estimulen un nuevo liderazgo además de recuperar la confianza en la democracia capitalista cuyo deterioro crece a ojos vista.
La declaración de junio de l999 rubricada por Blair y Schoëder, se convierte en la plataforma programática que tiene como objetivo forzar un acuerdo común de la socialdemocracia internacional. La reunión de Florencia de fines del año pasado, con la participación de Clinton, Blair, Schoëder, D'Alema, Cardoso, Jospin, Almudia, entre otros, no alcanzó el consenso esperado por la oposición de estos últimos a la "tercera vía", quedando para la reunión de Dusseldorf, en marzo próximo, una solución que esperan definitiva. Leonel Jospin insiste en su consigna "economía de mercado, no sociedad de mercado".
La "tercera vía" marcha no sin dificultades en el propio seno de la socialdemocracia. En Alemania Schoëder debió expectorar, virtualmente, a La Fontaine, opuesto al "nuevo centro" que promueve aquel. En Inglaterra encuentra la resistencia del "rojo" Livingstone, futuro alcalde de Londres, opuesto a la privatización del Metro de la ciudad capital. En España, el PSOE, iniciador real de la tercera vía durante el gobierno de Felipe Gonzáles, acaba de llegar a un acuerdo electoral con IU donde uno de los puntos básicos de la plataforma es las 35 horas semanales de trabajo. Los obstáculos que debe vencer no son fáciles ni pequeños. El descrédito creciente que acompaña al neoliberalismo no dejará de ensombrecer su prédica demagógica. Por lo demás - y no es pequeña cosa - su campo de acción está limitado porque se propone reformar, una vez más, el capitalismo, a cambio de ocultar sus contradicciones fundamentales.
DEL ESTADO BENEFACTOR AL NEOLIBERALISMO SOCIAL
La crisis del capitalismo de la década de los setenta cerró el ciclo del Estado de bienestar que se construye luego de la gran crisis del 29 y que se expande después de la Segunda Guerra Mundial, buscando ponerle atajo a la creciente influencia del socialismo en ascenso y al auge de la lucha de los trabajadores por sus derechos fundamentales. A lo anterior se suma la recuperación del capitalismo en Europa que le permite hacer concesiones sociales con la clara intención de impedir o neutralizar su radicalización e identificación con el socialismo. Es la época de la guerra fría y de la bipolaridad.
Este ciclo concluye a fines de los 80 y principios de los 90 con el derrumbe de lo que fue la URSS y sus países satélites de Europa oriental. Si la crisis del capitalismo de los 70 estimula las condiciones para el ingreso del neoliberalismo como fuerza ideológica, económica y cultural dominante, teniendo como artillería pesada el dominio del mercado, la privatización, la desregulación laboral, el capital financiero, la concentración monopólica, junto a la filosofía individualista, pragmática y consumista, de desclasamiento de los trabajadores; acelera al mismo tiempo la crisis de los partidos de izquierda, de la que no es ajena la socialdemocracia internacional.
La presión ideológica y política del neoconservadurismo obligó a cambiar los sistemas ideológicos tradicionales de muchos partidos socialistas y reformistas. Si es verdad que la mayoría de los gobiernos de la Comunidad Europea se alinea con la socialdemocracia, es igualmente cierto que éstos ya no son los mismos de dos décadas atrás, y que más bien se asimilan al neoliberalismo o liberalismo social. No se puede descontar el peso que significaron los cambios en la correlación de fuerzas a escala mundial y el predominio del imperialismo, sobre todo norteamericano, que de pronto se encontró dueño del escenario.
Se ha producido así una tendencia general aparentemente extraña y contradictoria: el desplazamiento ideológico y político de partidos socialdemócratas a la derecha. Para ser más exactos: la derechización de muchos partidos excomunistas, socialistas y socialdemócratas es un hecho histórico. De la misma manera que la transmutación de la derecha neoliberal en centrista, como se puede observar en los casos de Lavin en Chile, y Aznar en España. La tercera vía o nuevo centro, más allá del discurso alambicado de sus patrocinadores es, en realidad, la nueva derecha. Este es el dato esencial. En el trasfondo de estos "cambios" se encuentran factores objetivos determinados por contradicciones del mismo sistema capitalista, y también subjetivos que aceleraron la crisis de los partidos socialdemócratas tradicionales. Desde luego, también hay que contar elementos instrumentales y pragmáticos para recuperar posiciones perdidas y acceder al gobierno. El pragmatismo y el oportunismo político de Blair puede considerarse paradigmático.
La socialdemocracia se nutrió en sus orígenes del marxismo. Con Bernstein y Kausky se inicia su desviación hacia el reformismo y hacia la conciliación de clases. Entonces se ubican en una supuesta tercera vía equidistante entre el capitalismo y el socialismo. Ahora han avanzado en su derechización hasta identificarse como los nuevos defensores del capitalismo en el mundo globalizado y de la informática.
La cuestión medular que se plantean sus promotores teóricos e intelectuales es la siguiente: si la socialdemocracia estuvo siempre vinculada al socialismo "¿Qué orientación debía tener en un mundo en el que no hay alternativa al capitalismo?" (1). Para Clinton, Blair, Schoëder, el socialismo y el marxismo" están muertos". Esa vía está terminada. Ya no se trata de buscar una alternativa de "justo medio" entre el capitalismo y el socialismo, sino al interior del capitalismo mismo, entre el neoliberalismo que consideran fracasado y la viaja socialdemocracia desfasada y agotada.
De allí la pregunta clave: "¿Tiene todavía algún sentido estar en la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completamente en Occidente, y el socialismo...se ha disuelto"? (2). La única conclusión que se puede extraer de la argumentación "innovadora" que proponen es que la "tercera vía" de Clinton-Blair o el "nuevo centro" de Schoëder es una reforma del sistema capitalista para adecuarlo mejor a las condiciones de la globalización y la "sociedad de la información," haciéndolo más digerible para los trabajadores de cuya representación social, sin embargo, se desprenden. Pues, como admite Giddens, "los partidos socialdemócratas ya no tienen un bloque de clase consistente en quien confiar" (3). Pero también como respuesta a la crisis de la democracia liberal y al desencanto que se extiende en los países centrales del capitalismo y en el Tercer Mundo. Una reforma, además, que no cuestiona el orden y la globalización neoliberal, sino, asumiéndolos, se propone "humanizarlos" dándoles el sello social del que carece, en una economía dominada por los monopolios y hegemonizada por las 7 potencias capitalistas más desarrolladas, que excluye a la inmensa mayoría de la humanidad.
Por eso resulta totalmente intrascendente y tramposa su afirmación de que "es una tercera vía en cuanto que es un intento para trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el neoliberalismo" (4). Para resumirlo con benevolencia, con el riesgo de herir sus oídos: esta es la "izquierda" que tiene que gobernar con el programa de la derecha en beneficio de la derecha.
Desde luego que se vienen produciendo cambios en todas las esferas de la vida. Es imposible desconocer las consecuencias de la revolución científico-tecnológica. La internacionalización o mundialización del capital es un hecho objetivo. Sin estas condiciones excepcionales no podría entenderse la expansión que caracteriza la economía norteamericana en la última década. Pero es igualmente verdad que sus beneficios alcanzan a un 20 por ciento de la población mundial; que el sistema financiero, hoy dominante a expensas de la producción y el comercio, no tiene control; que la hinchazón o burbuja amenaza estallar en el corazón mismo del capitalismo, los Estados Unidos.
Los logros alcanzados por la humanidad brindan la posibilidad real de resolver sus problemas básicos, de contar con una sociedad racionalmente organizada, humanizada, en relación armoniosa con su medio ambiente. Quien lo imposibilita es la burguesía y el sistema capitalista, su afán desmedido por la tasa de ganancia y la concentración de la riqueza, la mercantilización de la condición humana y sus valores.
EL FANTASMA DEL SOCIALISMO
Partiendo de la premisa de que "el socialismo está terminado" como alternativa al capitalismo, y no quedando otra posibilidad que ajustarse a los limites que tolera el capitalismo, la "tercera vía" asume en todos sus alcances la tesis del "fin de las ideologías" y "de la historia" de Fukuyama. La descalificación de la izquierda como concepto político no es casual. Derecha e izquierda son declarados conceptos obsoletos, vaciados de contenido, en un mundo donde lo que se constata, de acuerdo con sus propagandistas, es la "defunción del socialismo". Al estar terminado como proyecto social y económico, su conclusión es que "nadie tiene ya alternativa al capitalismo". (5) Dicho de otro modo: el capitalismo puede ser reformado, "humanizado", perfeccionado, pero no superado. Ha llegado, pues, el fin de la historia.
Si la socialdemocracia renovada (que deja de lado la vieja socialdemocracia que dominó en las décadas pasadas, fuertemente cargada con el espíritu del Estado de bienestar) "ha de estar a la izquierda del centro, porque la justicia social y la política emancipadora sigue constituyendo su esencia" (6) es más por razones de convencionalismo político que por razones de principio. En todo caso, se trata de un centro al interior del mismo capitalismo y de una "izquierda" dentro del mismo espectro.
Por eso no se encuentra en sus documentos fundamentales ninguna crítica a los monopolios. A lo sumo propuesta de medidas para limar sus garras. Podría sostenerse que sintetiza un conjunto de valores y metodologías que reflejan las exigencias del capitalismo actual y de la sociedad de la información. Esto explica porqué, no obstante asumir la muerte del socialismo y el marxismo, su punta de ataque sigue siendo el socialismo y el marxismo que "siguen rondándonos" (7).
La afirmación de Tony Blair de que la Tercera Vía "es un camino de renovación y éxito para la moderna democracia social" que se libra "del peso de una ideología obsoleta", es la renuncia manifiesta a los postulados de la socialdemocracia que adquirió su identidad después de la Segunda Guerra Mundial. La "ideología obsoleta" que cita, se refiere a los mínimos elementos de socialismo que aún quedaban. Es el ruptura total con su pasado reformista. No debe sorprender su alianza estratégica con Clinton ni sus esfuerzos desbocados para arrastrar detrás suyo, como ya ocurrió con Schoëder en Alemania, a toda la socialdemocracia, con la promesa de renovación y modernización.
Pero la vida no siempre sigue los designios de las personas. Si el neoliberalismo se vio confrontado con la realidad en un lapso no muy prolongado, mostrando hasta la saturación sus falacias e incompetencias, no será otra la suerte que corran los abanderados del nuevo neoliberalismo vestido de rosa.
POLITICA INTERNACIONAL AGRESIVA
La guerra de Kosovo mostró otra de las facetas de la "tercera vía": su política internacional.
Se trata de una interpretación nueva y agresivamente autoritaria del concepto de la globalización. No está lejos de la verdad la descripción de esta guerra, que asoló Yugoslavia, como de la "tercera vía", pues allí se puso en práctica la teoría de la "comunidad internacional" de casa hacia el mundo entero y de la política exterior de las potencias occidentales determinada por valores morales, que ellos definen de acuerdo a sus intereses geoestrágicos. De esta manera quienes controlan las armas más modernas pueden impunemente pisotear la soberanía de las naciones pequeñas o débiles. El núcleo de esta teoría consiste en definir un nuevo principio: la soberanía nacional es menos importante que los derechos humanos, por lo que puede un país ser intervenido militar y unilateralmente, por las grandes potencias, aduciendo razones humanitarias, de prevención del "exterminio étnico" o cualquier otro pretexto. Con ello se deja sentado que carece de relevancia el principio de autodeterminación y no intervención, desde luego cuando se trata de países débiles como Yugoslavia, por ejemplo, contra los cuales se puede descargar todo el potencial bélico de la OTAN en una "guerra" totalmente injusta y desigual. Desde luego otro es el punto de mira cuando se trata de las potencias agresoras que jamás permitirían, por ninguna razón, que toquen un pelo de su soberanía.
Si antes la seguridad del imperio podía servir de pretexto para la intervención de sus fuerzas militares en cualquier rincón del mundo, ahora el intervencionismo militar se justifica por razones morales. Se puede decir, con razón, que el intervencionismo que se escuda detrás de la teoría de la "comunidad internacional" es aun más agresivo, irracional y prepotente que aquel.
Esto está en correspondencia con los intereses del imperialismo y los monopolios, y de ninguna manera con los intereses de los trabajadores y los pueblos. La guerra de Kosovo ha puesto de manifiesto que la "tercera vía" o el "nuevo centro" impulsan una política exterior agresiva e intervencionista, y de ninguna manera una política de paz. Esto es aún más peligroso si se toma en cuenta que terminó la bipolaridad y la posibilidad de una guerra en gran escala es mínima. No tiene ninguna justificación la permanencia de la OTAN ni el armamentismo de los países bajo su sombrilla, que no sea imponer el pensamiento único y el orden internacional basado en los intereses estratégicos y hegemonistas del imperialismo.
Kosovo muestra el camino que seguirá la coalición de países capitalistas atrincherados en la OTAN, ahora bajo hegemonía de los defensores de la "tercera vía", en la que la "limpieza étnica" no es más que un pretexto para sus fines expansionistas. Colombia o cualquier otro podrían ser el próximo país que siga sus huellas, con los resultados conocidos.
EL PROBLEMA DE NUESTRA EPOCA
En septiembre de l928, en uno de sus textos definitivos, José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista del Perú, escribió: "Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época"(8). A pesar de la distancia que nos separa de entonces, y de los cambios producidos, ésta es una idea que conserva toda su fuerza y convocatoria a la lucha. En otro momento, en una conferencia dictada a los trabajadores arribó a la siguiente conclusión: El capitalismo no puede hacerle concesiones al socialismo" (9). Precisamente por eso, coherente con sus convicciones marxistas, volvió a insistir: "En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer camino...En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo" (10 ).
El capitalismo ha dado muestras de adaptación a los cambios que se producen. No corresponde a la verdad el catastrofismo basado en la idea de su pronto derrumbe que circuló en el movimiento comunista en el pasado, tampoco la idea de que el socialismo marcharía sin dificultades por rieles aceitados. En el discurso de apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista (b) de la U.R.S.S., en marzo de l939, V. Molotov hizo la siguiente afirmación: "Hemos terminado otra etapa histórica más de la revolución comunista en la U.R.S.S. Hemos concluido, en lo fundamental, toda una época de labor constructiva, para entrar en una época nueva, en la del paso gradual del socialismo al comunismo" (11). Esta apreciación, cuyo exagerado optimismo no correspondía a la realidad, refleja muy bien el subjetivismo que dominó mucho tiempo en el pensamiento de los comunistas.
Ni el capitalismo se derrumbará de la noche a la mañana, ni cada crisis que lo sacuda llevará necesariamente a la revolución, ni el socialismo se construye en un lecho de rosas. Las marchas y contramarchas, los avances y retrocesos, las victorias y las derrotas, los aciertos y los errores, serán parte del proceso de su realización. De lo que sí podemos estar seguros es que el capitalismo, no importan los éxitos que lo acompañen, pues estos serán siempre temporales, no está en condiciones de resolver las contradicciones profundas que se mueven en sus propias entrañas, ni es eterno ni imbatible. El socialismo es inevitable, no importa las vueltas y revueltas que deba atravesar, más allá de los errores de su conducción o de las deformaciones y traiciones que eventualmente se puedan presentar. Pero deberá seguir un camino difícil, complejo, arduo, que someterá a prueba la voluntad, el temple, la sabiduría de los comunistas y los pueblos. Nunca el triunfalismo ni el derrotismo fueron expresiones de sabiduría y madurez.
En efecto, el capitalismo y sus representantes ideológicos y políticos jamás hicieron concesiones al socialismo o cedieron un palmo, voluntariamente. Nunca se dejaron ganar por el derrotismo. Asumieron la defensas de sus intereses con fiera terquedad y con odio de clase. Los que muchas veces vacilaron y abdicaron de sus convicciones, los que perdieron la confianza en sus objetivos, los que se dejaron ganar por el pesimismo y el confusionismo, estuvieron más bien en las filas del socialismo. Eso explica el paso de partidos comunistas enteros al campo de la burguesía. También la abdicación de los socialdemócratas de ayer que ahora se pasan, con armas y bagajes, al liberalismo, convencidos torpemente de que ya no es posible ninguna "alternativa al capitalismo".
TENER IDEAS DEFINIDAS Y FIRMES
Una cosa es clara: para vencer es indispensable tener las ideas claras, los objetivos definidos, la voluntad acerada. Quien gana en el terreno de las ideas estará sentando las bases para sus ulteriores victorias políticas.
Esta lección no debe ser olvidada. Pero para ello no es suficiente, sin embargo, la crítica radical al capitalismo, a las teorías en que se apoya. Tanto o más importante son las alternativas que se proponen y construyen en cada etapa o fase de la lucha de clases. El socialismo no debe ser confinado a un conjunto de conceptos generales, abstractos, incomprensibles para la gente. Siendo una necesidad objetiva del desarrollo de la sociedad, necesita responder a las condiciones de su tiempo, anticiparse a los procesos en curso, convertirse en bandera accesible para millones de hombres y mujeres y realizable por ellos. Necesita ser, en palabras de Mariátegui, "creación heroica del pueblo".
Sabemos que no es fácil salir de la actual fase de reflujo y defensiva en que nos encontramos. Necesitamos encontrar respuestas nuevas a problemas nuevos. Persistiendo en los principios fundamentales y tomando en cuenta los datos concretos de la realidad, volcando las energías a una mayor recuperación de los lazos con los trabajadores y la juventud, estaremos en mejores condiciones de enfrentar con éxito este desafío.
Precisamente por las consideraciones señaladas es indispensable intensificar la lucha ideológica y teórica para poner en evidencia la precariedad del neoliberalismo, su incapacidad congénita para resolver los problemas de la humanidad; también las falacias de la "tercera vía", que no es lo nuevo que anuncian sus mentores ni es la respuesta que necesitan los pueblos, sobre todo en América Latina, para salir del dominio neocolonial del imperialismo, del atraso, de la pobreza y la exclusión a que están condenados bajo el régimen capitalista.
Lima, 10 de febrero del 2000
Alberto Moreno Rojas
1.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36, Ed. Taurus, 1999.
2.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36.
3.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 35
4.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 38
5.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 57
6.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 59
7.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 11
8.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 249, tomo 13 de sus obras completas.
9.- J.C. Mariátegui. Historia de la Crisis Mundial, Pág. 23, tomo 1 de sus obras completas.
10.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 246, tomo 13 de sus obras completas.
11.- V. Molotov . Discurso de apertura en el XVIII Congreso del P.C. (b) de la URSS. 1939
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