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jueves, 2 de junio de 2011

La relación entre el mercado y Estado

Modelo económico neoliberal ahondó la desigualdad, la pobreza y la exclusión en el Perú.

Como afirma Javier Iguiñez no se trata de “más Estado, mucho Estado o poco Estado sino de Estados adecuados y Estados corruptos y no corruptos”.

Por: Rubén Cárdena Carbajal
Colaborador

La Primera, mié. 01 de junio del 2011

En el debate programático entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala vuelve a jugar un importante y decisivo punto el desarrollo de la relación entre el mercado y el Estado. Los neoliberales Fujimoristas etiquetean injustificadamente a Ollanta de “estatista” y defienden militantemente el “libre” mercado como motor del crecimiento y desarrollo. A no dudar, existe una fuerte dosis ideológica en este tipo de afirmaciones y es necesaria una reflexión más profunda.

Este debate, a decir verdad, no es nuevo. Se ha desarrollado desde hace mucho tiempo manifestándose de diversas maneras en diferentes situaciones históricas concretas, por ejemplo, en el debate entre el liberalismo y el keynesianismo en las sociedades capitalistas desarrolladas o en el debate entre los defensores de la utilización de las relaciones monetario-mercantiles y los defensores de la utilización de la planificación centralizada estatal en la construcción del Socialismo en los países europeos ex-socialistas del Este.

Este mismo debate se ha desarrollado en todo el transcurso de la revolución cubana. Durante la “Perestroika“ de Gorbachev, adquirió un carácter dramático, de vida o muerte. En América Latina y el Perú este debate adquirió una dimensión político-práctica importante y decisiva desde que se empezaron a aplicar las recetas neoliberales propuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para sanear las economías Latinoamericanas. La reciente crisis financiera internacional a puesto en debate la regulación de los mercados financieros internacionales. Los Estados han tenido que salvar de la bancarrota a bancos muy poderosos utilizando paquetes de salvación multimillonarios para estabilizar el mercado financiero internacional. Se vuelve a poner énfasis en la necesidad de Estados fuertes, capaces también de enfrentar las crisis de endeudamiento de economías fuertes como España, Portugal, Grecia, Irlanda y otros. Es indudable que sin las masivas intervenciones estatales no habría un sistema financiero internacional funcionable. También se han puesto en evidencia las fuerzas autodestructivas monstruosas de un sistema de mercado no regulado. Algunos economistas se preguntan si tiene sentido continuar con la estrategia de desestatización en los siguientes decenios.

En América Latina, en los años 80 y 90, los neoliberales se encontraban a la ofensiva y estaban envalentonados por la implantación de la economía de mercado en los países ex-socialistas. En ese entonces el neoliberalismo encontró a un Perú donde las relaciones monetario-mercantiles ya eran dominantes, aunque con mercados imperfectos y deformados por la dependencia económica asimétrica y la intervención antieconómica no solo del poder estatal sino también de los diferentes Grupos de Poder Económico y Político (GPE) surgidos no como resultado de un proceso natural de libre competencia sino en mercados insuficientemente desarrollados y, lo que es más contradictorio, muchos gracias al apoyo del Estado.

Frente a esta situación histórico-concreta se tendría que haber aplicado en ese momento una estrategia, entre otras cosas, dirigida a eliminar los factores que producen imperfecciones y deformaciones del mercado, es decir, la dependencia económica asimétrica, el intervencionismo “clientista” del Estado y el abuso de los GPE.

Sin embargo, se impuso un modelo promocionado por el Fondo Monetario Internacional, el modelo neoliberal en su variante criolla Fujimorista, que se ha aplicado sustancial e ininterrumpidamente por más de 20 años, que ha seguido produciendo deformaciones e imperfecciones en los diferentes mercados debido al apoyo al monopolio y oligopolio de empresas y GPE y a la extrema corrupción, factor extraeconómico, inherente al modelo Fujimorista que ha producido serias deformaciones no solo en los mercados si no también en el sistema social y político peruanos. En sí, un modelo que ha excluido a millones de peruanos de los diferentes mercados (trabajo, crédito, vivienda, etc.). Entonces se puede afirmar, que el neoliberalismo criollo en el Perú, paradójicamente, no ha promocionado el libre mercado ni la libre competencia.

Un modelo alternativo al Fujimorismo neoliberal criollo tiene que desarrollar el mercado y esto significa: eliminar la influencia negativa de los GPE (monopolio y oligopolio), evitar excesos del intervencionismo estatal, y destruir la corrupción y la mafia que trabaja detrás de ella y elaborar políticas para la inclusión de millones de peruanos en los diferentes mercados, es decir, ampliar y consolidar el mercado nacional. Al mismo tiempo, promover un ordenamiento más justo del sistema económico internacional, y contribuir al desarrollo de la integración latinoamericana, de tal manera, que se impulse la ampliación de mercado para productos peruanos en le exterior.

Democracia y mercado
Hasta qué punto sirve la Democracia para desarrollar el mercado y viceversa. Generalmente se escuchan voces que afirman que desarrollar el mercado significa democratizar las relaciones económicas y en consecuencia Ia democracia política. Esto sería una verdad completa en el caso de que el mercado no esté monopolizado u ologopolizado ya sea por empresas estatales o privadas y en el que no exista la dictadura del productor sobre el consumidor. A decir verdad, no siempre desarrollo de mercado significa o implica desarrollo de la Democracia. Esto puede ser ilustrado por la experiencia Chilena y Fujimorista, donde las recetas neoliberales estuvieron ligadas a la dictadura y métodos dictatoriales.

En ambos casos, desarrollar el mercado no significó democratizar las relaciones económicas, sino concentrarlas y centralizarlas más en las manos de los GPE y el capital extranjero. De esta manera, el mercado puede funcionar objetivamente tanto en una Dictadura como en una Democracia y no siempre implica democratización de las relaciones económicas, sobre todo cuando existen monopolios u oligopolios.

En todo caso, la cuestión principal reside en determinar los objetivos y reglas del desarrollo del mercado; y siempre nos encontraremos frente a la disyuntiva: desarrollar el mercado para democratizar las relaciones económicas o para concentrarlas y centralizarlas de acuerdo a los intereses de determinados GPE.

Desarrollar el mercado para el Fujimorismo significa ampliar y acrecentar el poder económico y político de determinados grupos dominantes en la sociedad y economía. Esto, en nuestras condiciones, significa conservar o hacer poco por superar las imperfecciones y deformaciones de los mercados en el Perú.

Entonces, corresponde a otras fuerzas políticas y sociales la tarea de superar estas deformaciones e imperfecciones con el objeto de democratizar la economía y política en nuestro país. Los neoliberales de hoy que son los empresarios rentistas de ayer muy difícilmente podrán Ilevar al hecho real la promesa y letra liberal.

¿Están las fuerzas verdaderamente democráticas en la capacidad de cumplir con esta tarea? La respuesta es afirmativa. Sin embargo es necesario repensar algunas cuestiones, entre ellas el rol del Estado y su relación con respecto al mercado.

En la teoría del desarrollo del Tercer Mundo y en los programas alternativos de las fuerzas democráticas, sobre todo de la izquierda, por mucho tiempo se ha considerado al Estado y el llamado sector estatal como la fuerza motriz principal en la superación del atraso económico y el subdesarrollo, descuidando el aporte de otras formas de propiedad y la utilización de los mecanismos del mercado.

Esto condujo muchas veces a la excesiva estatización, o sea más allá de lo económicamente necesario, de empresas nacionales y extranjeras y al sobredimensionamiento del aparato estatal, como por ejemplo ocurrió durante el gobierno del General Velasco Alvarado en el Perú. Esta actitud, a no dudar, fue un reflejo del modelo estatista implantado en los países socialistas.

La identificación de propiedad estatal con el Socialismo o con una sociedad más justa fue la base teórica de las medidas prácticas. De esta manera, se creó un mito alrededor del Estado no solamente en medio de la intelectualidad sino también en el pueblo pues se llegó a pensar que el Estado resolvería todos sus problemas.

Así también se descuidó la participación popular directa en todos los niveles y la autogestión económica de los “bienes comunes”, que, como ha demostrado la Premio Nobel Elionor Ostrom, no es necesario privatizar ni regular de forma centralizada.

La actitud frente al pueblo, de esta forma, terminó siendo paternalista y, muchas veces, autoritaria y corporativista. Ahora que el rol del Estado como fuerza motriz “todopoderosa” ha sido desmitificado por la experiencia “socialista” y también por la experiencia latinoamericana, se hace imprescindible revalorar el rol del Estado en el desarrollo y a partir de ello plantear el tipo de Estado deseado, partiendo de los intereses de los pobres y la mayoría de los ciudadanos.

Si bien es cierto que el Estado ha jugado un rol importante en el desarrollo del mercado interno a través de la construcción de infraestructura, proporcionamiento de servicios y creación de empresas estatales, también es cierto que los que han sido más favorecidos por su política clientista y subsidiaria son los GPE y las familias que han crecido a su sombra, posibilitando así el surgimiento y la conservación de serias deformaciones del mercado.

Al mismo tiempo, su ineficacia reflejada en el centralismo, burocratismo y corrupción han distorsionado seriamente el funcionamiento del mercado. El modelo neoliberal Fujimorista ha reestructurado el Estado y el sector estatal de acuerdo a la lógica y necesidad de los GPE.

El Estado
El Estado necesita otro tipo de reestructuración que se realice de acuerdo a los intereses de las mayorías nacionales y contribuya a la solución de los problemas nacionales.

Esta reestructuración debe estar dirigida a acabar con el “cIientelismo”’ y el favoritismo que el Estado ha ofrecido a los GPE y con la corrupción, la burocracia y el centralismo excesivo.

La intervención del Estado en la economía debe estar dirigida a superar las deformaciones e imperfecciones del mercado que son ocasionadas por los grupos de poder económico a través de la monopolización u oligopolización de los mercados aún insuficientemente desarrollados.

La ampliación del Mercado nacional interno y la conclusión del proceso de formación de un Mercado nacional único no podrá ser realizada sin el aporte significativo del Estado a través de la construcción de infraestructura y otros, sobre todo en las regiones donde el Estado no se hace sentir, marginadas y aisladas del resto del sistema económico.

El apoyo crediticio y tecnológico estatal a los miles de informales, a los pequeños productores y comerciantes, a la mediana industria, a las cooperativas y otras empresas populares y autogestionarias permitirá la ampliación y desarrollo del mercado interno.

Una apertura selectiva del mercado interno que permita elevar la productividad de las empresas nacionales al nivel internacional solamente puede ser controlado y dirigido por el Estado, así como se realiza en los países industrializados.

En fin, un proyecto nacional que tenga como base el desarrollo del mercado interno será difícil de realizar sin el aporte del Estado en los diferentes programas, salud, Educación, vivienda, etc. sobre todo en países como el nuestro donde 1/3 de la población viven en extrema pobreza.

El Mercado libre perfecto es una idea irrealizable, un mito. No existe en ninguna parte del mundo. Por otro lado, el Estado como fuerza motriz económica “todopoderosa” ha sido desmistificado por la experiencia “socialista”.

Entonces se trata de conseguir un equilibrio o una correlación óptima y dinámica entre el mercado y el Estado de acuerdo a las condiciones de nuestro país, de nuestro nivel de desarrollo y del contexto internacional, es decir, una situación en la que el poder político existente contribuya al desarrollo del mercado y al mismo tiempo que el mercado contribuya a fortalecer el tipo de Estado deseado.

Las diferentes variantes de este equilibrio dependerán de las circunstancias histórico-sociales concretas. El gobierno deberá determinar esta correlación pues no existe una sola receta. De ella dependerá en parte los tipos de mercado y Estado, sus dimensiones, ritmos de crecimiento y peculiaridades de funcionamiento y, en fin, el modelo de desarrollo seguido y tipo de sociedad.

Como afirma Javier Iguiñez no se trata de “más Estado, mucho Estado o poco Estado sino de Estados adecuados y Estados corruptos y no corruptos”.

Al mismo tiempo, la correlación entre mercado y Estado y, en consecuencia, el modelo de desarrollo y la sociedad están fuertemente influenciados por la situación del mercado y del ordenamiento político internacional donde el capital transnacional y los Estados de las grandes poten¬cias mundiales desempeñan un papel dominante. Este factor externo tendrá que ser permanente evaluado en la determinación de esta relación.


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