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domingo, 12 de junio de 2011

La investigación para el desarrollo en una perspectiva cultural y educativa

por César Picón Espinoza

Vivimos en una nueva era de la humanidad que tiene el patrimonio de una memoria histórica de dos milenios, tiempo en el que ha habido situaciones extraordinarias que benefician a la humanidad, así como también otras que la envilecen, la perjudican y obstaculizan en búsqueda por un destino mejor. Lo que ocurrió en el pasado ya no es posible modificarlo. Nuestra mejor opción es conocerlo, analizarlo, reflexiva y críticamente, extraer de él aprendizajes para descartar los elementos negativos, dar continuidad orgánica a los elementos positivos y generar con creatividad y visión de futuro nuevos elementos para construir nuevas respuestas. No podemos ir más lejos respecto al pasado; pero nuestra opción está abierta para comenzar a construir la memoria del futuro, como viene señalando insistentemente Federico Mayor Zaragoza, ex Director General de la UNESCO.

¿Qué aprendizajes podemos hacer, a nivel macro, en los campos de la investigación y desarrollo? Son evidentemente muchos. Nos referiremos sólo a los que nos parecen de la mayor relevancia para América Latina.

Hemos aprendido que investigar implica producir conocimientos en todas las disciplinas y para su aplicación en todos los ámbitos de la vida humana. Del estereotipo del hombre de mandil blanco en el laboratorio, que generalmente era de raza blanca, estamos evolucionando a la concepción y práctica de que la investigación es un progreso en el que participan hombres y mujeres de las distintas razas y culturas, ya no sólo dentro de los laboratorios, sino también en otros espacios que se van acrecentando.

La investigación, en tal visión, ya no es prefigurada como un coto privado de las mentes privilegiadas, sino que de un club privado va evolucionando a una red abierta de producción de conocimientos con una convocatoria cada vez más amplia en la que pueden participar asociativamente diversos tipos de investigadores. Luc Montagnier –descubridor del virus del sida, quien en 1997 estuvo en Panamá explorando la posibilidad de impulsar la creación de un Centro Regional de Investigación y Prevención del Sida con sede en dicho país– distingue dos tipos de investigadores: los exploradores, que enfocan su atención en la búsqueda, en la indagación de nuevos territorios que tienen magnitudes diferenciadas –de una isla a un continente entero del conocimiento–, y aquéllos que dentro de las pistas encontradas ocupan tales territorios y construyen estructuras dentro de ellos.

Del señalamiento precedente se infiere que hay campo para todos, dentro de la inmensidad del saber que tiene múltiples vertientes y que están impregnadas de los grandes desafíos históricos de su tiempo. La ciencia, como todos sabemos, ya no reclama su objetividad al cien por ciento. Es cierto que sus experimentaciones se pueden verificar y se puede comprobar que las causas de los fenómenos estudiados tienen efectos. Pero también es cierto que la ciencia no está alejada de la cultura, sino que es un segmento de ella. En alguna medida las tareas científicas están orientadas por un sistema de concepciones, valores y creencias que son de su tiempo histórico. El investigador científico, en el campo natural y social, tiene como uno de sus referentes a las pautas de pensamiento de su tiempo que están presentes en su comunidad científica y en su contexto sociocultural.
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http://tariacuri.crefal.edu.mx/rieda/ene_jun_2006/mirador/mirador_art1_p1.htm

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