Por
Bladimiro Begazo Begazo
A
raíz de la derrota de Marco Arana y el
triunfo de la invitada Verónica Mendoza
en las elecciones que convocó Tierra y Libertad y su Frente Amplio, han
aparecido escribidores de diverso tinte,
para levantar un entusiasmo desmedido sobre la “renovación de la izquierda” y
satanizar a los comunistas y socialistas herederos de Mariátegui
y de las heroicas tradiciones de lucha del pueblo peruano en el siglo XX, como si la historia empezara
con los novísimos renovadores.
Lo
curioso es leer a personas que cuando militaron en un partido, poco o nada
hicieron por renovarlo y los que no
tuvieron militancia desde el balcón o la cátedra, hoy, pretenden darnos lecciones a quienes si
nos fajamos por mantener vigente a la
izquierda, aún en su crisis y dispersión y hacemos esfuerzos denodados por dotarnos de organizaciones políticas y por reconstruir el tejido social destruido en los últimos 30
años, tanto por el neoliberalismo salvaje y el senderismo criminal, que al fin
y al cabo son las organizaciones quienes le darán sustento a cualquier proceso de cambio y transformación de la
sociedad.
Juan De La Puente, antiguo militante del
PCP, afirma que hay “sumas que restan”,
frasecilla que encierra un profundo contenido anti unitario de la izquierda,
porque seguramente piensa que unos son los vírgenes e inmaculados y los otros
somos los demonios que restamos votos; o también lo que dice Rocío Santisteban,
quien califica de “izquierda setentera”
a quienes provenimos de aquella generación y se obnubila afirmando que el “el
FA ha dado una lección de democracia interna que ojala algún otro partido
político se atreva a reproducir”, como si fueran los descubridores de la
pólvora ; o el comentario de Nelson Manrique que afirma “que la unidad con otros
bloques de la izquierda deberá enfrentar viejos vicios: caudillismo,
sectarismo, tratamiento in fraterno, desconfianza y escepticismo ante cualquier
intento de alterar el panorama”.
Con
esta afirmación, los pulcros, santos y puros a quienes representaría Verónica no
deben juntarse con los degenerados
de la vieja izquierda.
Pero
Manrique no se queda aquí y continúa
sosteniendo que “Juega a favor de los procesos de renovación de los liderazgos,
con los jóvenes que se han formado
independientemente de los viejos dirigentes y que están abiertos a nuevas
experiencias, que son capaces de expresar mejor las demandas de los
trabajadores y de los otros colectivos que han adquirido un creciente protagonismo
durante las últimas décadas”.
Apuesto
por la renovación y el surgimiento de
nuevos liderazgos, que tengan ideología, conozcan de política, defiendan un
programa de cambio y transformación y que nazcan al calor de la fragua de la
lucha popular y QUE SE LAS JUEGUEN POR UN SOLO FRENTE, UN SOLO PROGRAMA, UN
SOLO CANDIDATO. Pero no estoy de acuerdo con
el surgimiento de nuevos caudillos o caudillitos INORGÁNICOS que surgen
“independientemente”. Lo demás es pura
cháchara y viejo liberalismo burgués.
Nota:
los párrafos entrecomillados, han sido extraídos de los
artículos publicados en La República el 13 de octubre del presente año
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