Por Camila Vallejo
Presidenta Fech
Tomado de Bello Público-. Más allá de cuál sea el desenlace de las actuales movilizaciones, es necesario que empecemos a tomar conciencia de que en Chile, a lo largo de estos últimos cinco meses, se ha configurado un cambio social profundo. El actual conflicto ha ido mucho más allá de un problema relacionado a la educación, pues ha remecido y cuestionado aspectos estructurales de la sociedad chilena.
Las movilizaciones han demostrado algo que muchos sectores vienen planteando desde el mismo retorno de la democracia: el contrato que nos impusieron para regular las relaciones sociales dejó prácticamente sin ningún poder a la sociedad civil. Si Chile fuese un país realmente democrático no hubiera sido necesario llevar más de cuatro meses movilizados para dar respuestas a las demandas estudiantiles que alcanzan más de un 80% de respaldo popular.
La clase política en su conjunto está absolutamente cuestionada. El parlamento binominalizado no ofrece las garantías para dar un debate representativo del sentir nacional; el ejecutivo ha perdido toda legitimidad con un Presidente con estándares de aprobaciones tan bajos que en otros países se traduce en salidas anticipadas del Gobierno; el empresariado ve con desesperación cómo sus nichos de negocios y enriquecimiento se han visto cuestionados por una movilización que exige sus derechos. Mientras tanto, un pueblo despierta y se moviliza en unidad, tomando conciencia de que sus derechos no se negocian.
Vivimos un despertar de la sociedad chilena. Anestesiada por más de 20 años bajo la amenaza de no exigir para no amenazar la estabilidad democrática alcanzada, dejamos de tener un norte al cual guiar nuestro desarrollo nacional. Sin mayor debate político que las vacías palabras de “superar el subdesarrollo” hoy debemos empezar a prepararnos a refundar Chile.
Está en nuestras manos, como sectores movilizados de la sociedad chilena, empezar a discutir y proponer cómo vamos a combatir las horrorosas desigualdades que día a día siguen aumentando; cómo vamos a ofrecer salud y educación digna al conjunto de la sociedad; qué haremos para que todos nos beneficiemos de la gran riqueza en recursos naturales que tiene nuestro país.
No sería responsable por parte nuestra delegar estas decisiones a sectores que planteen la inmovilidad social. Solo podemos confiar en quienes nos convoquen (o se sientan convocados) a iniciar en conjunto un proyecto participativo de transformación social. La historia nos indica que si no contamos con el conjunto del pueblo en la construcción de un proyecto nacional de desarrollo, lo más probable es que este termine beneficiando a los sectores tradicionalmente privilegiados que defenderán con toda la violencia posible sus fuentes de riqueza y poder.
Si Chile ya es distinto, es porque nuestras movilizaciones generaron un cambio cultural en la sociedad chilena, pues ésta quiere sentirse parte de construir el futuro de nuestra sociedad. Las asambleas ciudadanas florecen por todas partes, los temas de conversación en la mesa han cambiado, los medios de comunicación que pretenden calumniar nuestras movilizaciones se han visto desprestigiados y han sido reemplazados por las redes sociales para tener información verídica y oportuna. Chile está empoderado, un gran cambio generado al alero de nuestras movilizaciones.