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martes, 5 de noviembre de 2013

JAVIER DIEZ CANSECO

Defensa de una proclama

Tengo tanto,
tanto que decir,
y hasta esta frase me limita
pues ya otros la han usado
y  ha dejado de ser original.

Más aún,
oídme bien,
diré lo que tengo que decir,
a través de metáforas gastadas,
aprovechando palabras consumidas
contaré de sentimientos ya vividos,
y sólo encuentro,
oídme bien,
29 letras castellanas
para darle forma a mi mensaje.

Decir algo distinto,
crear lo diferente,
lograr aquello que no tiene antecedentes.
¿Es esto un imposible?

 Y es que yo me pregunto:
¿Es nueva la vida,
el amor,
y la alegría?

Y es que yo me pregunto:
¿Es la soledad producto de este siglo,
es la angustia de una metáfora reciente,
es la muerte hoy en  día algo nuevo?

Y es que yo me pregunto:
¿Ven mis ojos algo nunca visto,
son mis pelos los primeros en caerse,
es mi mente la única que sueña?

Y es que insisto en preguntarme:
¿Soy quizá el precursor de la tristeza,
es que nadie antes ha engendrado escalofríos,
acaso sólo yo le temo al miedo?

Formulo entonces mis últimas preguntas:
¿Qué de nuevo puedo yo decir,
cuáles son las noticias
que a la vida puedo dar?

Me respondo pensando
que la vida de cada hombre es diferente,
que todos somos aprendices
y maestros por momentos.

Trato pues de perfilar,
no de juzgar,
la fe y la alegría,
la esperanza y la tristeza
que puedo haber sentido.

Podría llamárseme egocéntrico,
sobrado o egoísta,
podrían señalarme con el dedo,
excluirme o rechazarme,
podrían más, quizá:
no llegar a comprenderme.

Explico entonces
que no soy anormal,
que tengo reloj pulsera
y lo llevo puesto en la izquierda,
que siempre voy vestido
y que traigo billetera.

Atención,
también me peino,
(aunque nunca me ha gustado la gomina),
fumo y uso anteojos,
ya lo ven,
hasta miope puedo ser.

He llorado en ocasiones,
y he sentido en otras
vergüenza de haberlo hecho,
he amado hasta el cansancio,
me he entregado muchas veces,
y he aprendido a distinguir
la franqueza de la risa
de una triste pantomima:
al tener que sonreír.

Además,
he sido único dueño
de aquellas tardes tremendamente grises,
y también he dominado
el azul de la alegría
y el fresco verdor de la esperanza.

Por último,
me es necesario aclarar
que el reloj tan sólo sirve
para darme conciencia del pasado,
que me visto para no escandalizar,
y que traigo billetera porque siempre,
casi siempre,
es necesario pagar.

Dicho todo está
salvo aquello de que:
ruego a todos
no me juzguen duramente,
es tan solo el comienzo
de un pequeño testimonio de mi vida.


JAVIER DIEZ CANSECO C.


Publicado en "QUEHACER" - Lima, abril - junio 2013.

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