Oscar López Rivera, “la lucha es vida toda”
Salvador Capote
“Doy gracias a la vida” –expresó el prisionero
político Oscar López Rivera al cumplir 70 años de edad- “le doy gracias por
haberme enseñado que ella es lucha toda, que si pretendo vivir tengo que luchar
y luchar si pretendo vivir”.
En los medios de Estados Unidos se afirma con
frecuencia que la guerra más larga de Estados Unidos es la de Afganistán.
¡Falso!. Las guerras de mayor duración de Estados Unidos han sido –en el
interior de su territorio- las que ha librado contra los americanos nativos y
afrodescendientes y –en el exterior- contra el pueblo puertorriqueño.
Ningún otro país ha luchado durante tanto
tiempo y tan heroicamente por su idependencia como el pueblo boricua. Los
puertorriqueños han luchado por ella durante más de 500 años, desde los albores
del imperio español, y continuaron luchando cuando el naciente imperio
estadounidense invadió la isla en 1898. En los 115 años transcurridos, el
pueblo de Puerto Rico ha sido masacrado en varias oportunidades (Ponce, Jayuya,
etc.) y muchos de sus hijos asesinados; cerca de 2,000 presos políticos han
sido encarcelados en Estados Unidos a miles de millas de distancia del lugar
donde nacieron y la suma de las sentencias recibidas alcanza la cifra de más de
11,000 años (1).
La ubicación de los presos políticos
puertorriqueños en prisiones del territorio de Estados Unidos situadas a
distancias prácticamente inaccesibles para sus familiares, no es sólo una cruel
sanción adicional que persigue premeditadamente desmoralizarlos sino que tiene
como fin, además, dificultar en el mayor grado posible los contactos con
movimientos de solidaridad y poner obstáculos al trabajo de los abogados y a la
preparación de la defensa.
Para vergüenza de Estados Unidos, el más
antiguo preso político latinoamericano, Oscar López Rivera, sufre una bárbara
condena desde el 29 de mayo de 1981, hace más de 32 años, en prisiones de alta
seguridad. Lo más sórdido del FBI pretende mantenerlo encarcelado hasta
extinguir su sentencia en 2023. “Ejemplo supremo de la continuidad del
movimiento emancipador tricontinental” le llamó el intelectual y dirigente
político cubano Ricardo Alarcón, resaltando así los valores universales de la
lucha de este patriota puertorriqueño (2).
Oscar nació en San Sebastián, al noroeste de
la isla, en 1943, y a la edad de catorce años se trasladó a vivir con su
familia en Chicago, Illinois. En 1967 fue llamado a filas por el Ejército y
sirvió un año en Vietnam. Esta experiencia, las luchas por los derechos civiles
y la resistencia a la brutalidad policíaca contra los boricuas, contribuyeron a
formar su conciencia anticolonialista y revolucionaria. Durante los años
70 fue cofundador del Centro Cultural Puertorriqueño Juan Antonio
Corretjer y de una escuela alternativa que lleva el nombre de Dr. Pedro Albizu
Campos, y formó parte del Comité para liberar a los cinco nacionalitas
puertorriqueños: Oscar Collazo, Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irvin
Flores y Andrés Figueroa Cordero.
Oscar Collazo estaba preso desde 1950. El 30
de octubre de ese año, con el fin de sofocar la insurrección anticolonial de
Jayuya, la Fuerza Aérea de Estados Unidos bombardeó los poblados tomados por
los rebeldes asesinando a numerosas personas. La represión fue violenta y más
de cinco mil activistas y colaboradores fueron encarcelados, incluyendo mujeres
y niños. En respuesta y para llamar la atención del mundo sobre el genocidio
que se perpetraba contra el pueblo de Puerto Rico, Oscar Collazo y Griselio
Torresola, dos días después, realizaron un atentado contra Harry Truman. Uno de
los guardaespaldas del presidente resultó muerto y otros dos heridos. Torresola
murió también. Collazo, herido, fue capturado y posteriormente condenado a
muerte. Una campaña internacional logró que se conmutase la sentencia por
cadena perpetua. Los otros cuatro nacionalistas permanecían en prisión desde
marzo de 1954 cuando, por el papel que desempeñaba el Congreso de Estados
Unidos en mantener el estatus colonial, penetraron en la Cámara de
Representantes, desplegaron una bandera de Puerto Rico y abrieron fuego hiriendo
a cinco legisladores. La acción se hacía coincidir con la Conferencia
Inter-Americana que tenía lugar en Caracas, Venezuela. Los cuatro fueron
arrestados y sentenciados a cadena perpetua. (3)
En 1981 Oscar fue detenido como miembro de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), acusado de “conspirar para la
sedición”, comodín que acostumbran utilizar los tribunales estadounidenses
contra los acusados por razones políticas, y condenado a 55 años de prisión sin
que hubiese resultado convicto de acto de violencia alguno. Sucede en estos
casos de juicios políticos en los tribunales de Estados Unidos, que se condena
al acusado no por lo que ha hecho sino por lo que es y lo que representa; y la
severidad de la sentencia es totalmente desproporcionada en relación con los
“delitos” cometidos.
Durante el juicio, Oscar reafirmó, al igual
que todos sus compañeros, su condición de prisionero de guerra (POW)
anticolonialista, que luchaba contra la ocupación ilegal de su patria por un
país extranjero, garantizada por los Acuerdos de Ginebra de 1949 y por los
Protocolos de 1977. Tenían derecho, por consiguiente, a ser juzgados por una
corte internacional y no por las de Estados Unidos ni por las coloniales en
territorio puertorriqueño.
Durante los doce años que median entre 1986 y
1998, Oscar sufrió la tortura del confinamiento en solitario en la
penitenciaría de Marion, Illinois, y en la de Florence, Colorado, pero soportó
con dignidad el aislamiento total y mantuvo su firmeza ideológica y su
voluntad de continuar la lucha. . No satisfechos con la crueldad de los
castigos impuestos, en 1988 fue acusado absurdamente de “conspiración para
escapar” y añadieron otros 15 años a su condena.
La estatura moral de Oscar López Rivera se
puso de manifiesto con su actitud ante la clemencia ofrecida por el presidente
Bill Clinton. En 1999 Clinton liberó a once prisioneros políticos
puertorriqueños; uno más (Juan Segarra Palmer) tendría que cumplir otros cinco
años; y ofreció a Oscar una clemencia limitada que requería diez años más
en prisión. Oscar rechazó la oferta porque excluía a dos de sus compañeros
(Carlos Alberto Torres y Haydée Beltrán) y porque aceptarla significaba
renunciar a sus creencias políticas.
En Puerto Rico se convoca a una gran marcha el
23 de noviembre próximo para exigir la libertad de Oscar López Rivera. Estoy
seguro de que todos los buenos boricuas, no importa el partido a que
pertenezcan, se unirán ese día reclamando la excarcelación de su compatriota.
Esperemos que muy pronto Oscar pueda reunirse con su hija Clarisa, con su nieta
Karina a quien ha escrito desde la prisión hermosísimas cartas, y con todo su
amado pueblo puertorriqueño, para continuar la lucha por la independencia -su
razón de existir-, porque si la vida es toda lucha, también se cumple –para los
revolucionarios como Oscar- que “la lucha es vida toda” (4).
NOTAS
(1) José F. Paralitici: “Sentencia impuesta: 100 años de
encarcelamientos por la independencia de Puerto Rico”, San Juan, Puerto Rico,
Edic. Puerto Histórico, 2004. Citado por Jan Susler en “More than 25 years:
Puerto Rican Political Prisoners”, The Cost of Colonialism, 1992.
(2) Cubadebate, “Confieren en Cuba Orden de la Solidaridad a
prisionero político Oscar López Rivera, 18 de sept. de 2013.
(3) Andrés Figueroa Cordero fue liberado por el presidente Jimmy
Carter en 1977; padecía de cáncer y murió dieciocho meses después. En 1979,
Carter liberó a Collazo, Lebrón, Cancel Miranda y Flores.
(4) “La lucha es vida toda”, título del concierto en tributo a Oscar
López Rivera celebrado el 14 de septiembre de 2013 en el Coliseo Roberto
Clemente, San Juan, Puerto Rico.
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