POR: Carlos Monge Salgado
Hace un tiempo Jurgen
Shuldt nos propuso la paradoja de la “Bonanza Macroeconómica” con “Malestar
Microeconómico”, discutiendo cómo para la primera mitad de la década del 2000
los indicadores macroeconómicos estaban en azul pero había descontento, pues
esos indicadores no se traducían en bienestar material para las mayorías. La
masiva votación por Ollanta Humala en el 2006 y su elección en el 2011
confirmaron que el malestar era más potente que la bonanza.
Hoy día, con el
presidente Humala embarcado en asegurar la bonanza pero sin saber que hacer
frente al malestar, la paradoja sigue vigente. Pero al malestar microeconómico
hay que añadir la miseria institucional.
Sucede que de un lado
leemos que –pese a la desaceleración por causas externas- seguimos siendo la
economía más sólida de la región y una de las que más crece en el mundo. Los
organismos multilaterales nos felicitan y anuncian que ya somos un país de
clase media, lo que suena casi a que ya estamos en el paraíso.
Pero mientras preparo
esta nota, leo que de nuestros tres presidentes anteriores, uno está preso por
asesino y ladrón y otros dos deberían estarlo (por asesino y corrupto uno, por
corrupto nomás el otro). Leo también que el Jefe del Instituto Nacional Penitenciario
asiste al funeral del asesinado director de la cárcel de Trujillo y dice que su
institución está completamente corrompida.
Leo también que la
ministra Rubio del MIDIS declara que no puede asegurar que no habrá nuevos
casos de intoxicación de menores beneficiarios de Qali Warma, pues el gobierno
no tiene capacidad de fiscalizar la acción de los proveedores. Me entero
también que el MINSA les aplicó puntualmente el descuento a los médicos que
estuvieron en huelga, pero se demoró en iniciar el pago del aumento pactado.
Es decir, mucha
inversión, muchos ingresos privados y muchas rentas públicas, muchos
indicadores macro en azul, pero un desastre institucional.
Pero, ojo, no se trata
de un desastre para todos, sino para las mayorías. Porque una de las
características del neoliberalismo vigente desde los ‘90 fue invertir en el
buen funcionamiento de las instituciones que le interesan al gran capital (MEF,
BCR, INDECOPI, SUNAT, Aduanas, por ejemplo), pero dejando en el abandono
aquellas que sirven a las mayorías, como los sectores educación y salud y el
Poder Judicial, por ejemplo.
Así, el resultado de
30 años de neoliberalismo es instituciones de primera para el gran capital e
instituciones de quinta para la gente. No hemos resuelto el malestar microeconómico
que acompaña a la bonanza macroeconómica pero además tenemos que superar la
miseria institucional que también prevalece. Menuda tarea la de las izquierdas.
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