POR: UBALDO TEJADA GUERRERO – Analista Global – utguerrero31@yahoo.es
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó -con las abstenciones de Rusia y China- la imposición de "todas las medidas necesarias" para proteger a la población civil en Libia, entre las que destaca una zona de exclusión aérea.
Entre las medidas se incluyen ataques aéreos contra las fuerzas leales a Gadafi, pero de manera explícita excluye el uso de tropas extranjeras en suelo libio.
Diez países votaron a favor, ninguno en contra y cinco se abstuvieron: India, Brasil y Alemania como miembros no permanentes y Rusia y China miembros con poder de veto.
El "exceso" ruso a la hora de usar su poder de veto contribuye con el problema de percepción entre quienes ven a Moscú (y también a Pekín) como "estados díscolos" que pueden complicar la agenda internacional de los países tradicionalmente hegemónicos.
Posiblemente haya funcionado dentro del Departamento de Estado el temor a la ira de un Gadafi victorioso y además molesto con los países industrializados que hace tan sólo cinco años, olfateando buenos negocios petroleros, lo aceptaron de vuelta en la comunidad internacional, pero que en esta coyuntura le han exigido dejar el poder.
Sin la anuencia de la ONU, se puede decir que la invasión a Libia es ya una realidad toda vez que desde finales de febrero cientos de asesores militares de Estados Unidos, Inglaterra y Francia están ya en Cirenaica, la provincia separatista oriental de Libia. En barcos de guerra y buques con misiles, llegaron oficiales de inteligencia hasta las ciudades costeras de Bengasi y Tobruk, incluyendo la flota marina de EE.UU. en el mediterráneo.
Ahora que las fuerzas de Gadafi están avanzando hacia las zonas tomadas por la oposición, la Unión Europea y Estados Unidos están buscando la aprobación del Consejo de Seguridad para intervenir, pero aunque tienen el escollo de Rusia y China, no cabe duda de que llegado el momento actuarán -como siempre han hecho- con la bendición de Naciones Unidas, pese a cualquier oposición, por la defensa de la soberanía de Libia.
Es decir, si invaden no es para salvaguardar sus intereses, sino para ayudar al pueblo libio, lo cual es una prueba más del cinismo de Washington cuando nunca han reparado en la cantidad de víctimas que pueden provocar sus invasiones militares. Los ejemplos más cercanos están a la vista en Iraq y Afganistán, ni que decir las armas nucleares.
Fidel señala en sus reflexiones: “el imperialismo y la OTAN -seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte, del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos- no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar. Las declaraciones formuladas por la administración de Estados Unidos desde el primer instante fueron categóricas en ese sentido”.
El secretario de Defensa Robert Gates admite que “la zona de exclusión aérea comienza con un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas”. La secretaria de Estado -desplegando gran hipocresía- declaraba que cualquier decisión al respecto es un asunto de la ONU y no debe ser iniciativa liderada por Estados Unidos: “Queremos ver que la comunidad internacional la apoye”. Sin embargo, “The Washington Post” informó al siguiente día que “Estados Unidos y sus aliados están sopesando la legalidad de imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia sin el respaldo de Naciones Unidas”.
Entre las medidas se incluyen ataques aéreos contra las fuerzas leales a Gadafi, pero de manera explícita excluye el uso de tropas extranjeras en suelo libio.
Diez países votaron a favor, ninguno en contra y cinco se abstuvieron: India, Brasil y Alemania como miembros no permanentes y Rusia y China miembros con poder de veto.
El "exceso" ruso a la hora de usar su poder de veto contribuye con el problema de percepción entre quienes ven a Moscú (y también a Pekín) como "estados díscolos" que pueden complicar la agenda internacional de los países tradicionalmente hegemónicos.
Posiblemente haya funcionado dentro del Departamento de Estado el temor a la ira de un Gadafi victorioso y además molesto con los países industrializados que hace tan sólo cinco años, olfateando buenos negocios petroleros, lo aceptaron de vuelta en la comunidad internacional, pero que en esta coyuntura le han exigido dejar el poder.
Sin la anuencia de la ONU, se puede decir que la invasión a Libia es ya una realidad toda vez que desde finales de febrero cientos de asesores militares de Estados Unidos, Inglaterra y Francia están ya en Cirenaica, la provincia separatista oriental de Libia. En barcos de guerra y buques con misiles, llegaron oficiales de inteligencia hasta las ciudades costeras de Bengasi y Tobruk, incluyendo la flota marina de EE.UU. en el mediterráneo.
Ahora que las fuerzas de Gadafi están avanzando hacia las zonas tomadas por la oposición, la Unión Europea y Estados Unidos están buscando la aprobación del Consejo de Seguridad para intervenir, pero aunque tienen el escollo de Rusia y China, no cabe duda de que llegado el momento actuarán -como siempre han hecho- con la bendición de Naciones Unidas, pese a cualquier oposición, por la defensa de la soberanía de Libia.
Es decir, si invaden no es para salvaguardar sus intereses, sino para ayudar al pueblo libio, lo cual es una prueba más del cinismo de Washington cuando nunca han reparado en la cantidad de víctimas que pueden provocar sus invasiones militares. Los ejemplos más cercanos están a la vista en Iraq y Afganistán, ni que decir las armas nucleares.
Fidel señala en sus reflexiones: “el imperialismo y la OTAN -seriamente preocupados por la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe, donde se genera gran parte, del petróleo que sostiene la economía de consumo de los países desarrollados y ricos- no podían dejar de aprovechar el conflicto interno surgido en Libia para promover la intervención militar. Las declaraciones formuladas por la administración de Estados Unidos desde el primer instante fueron categóricas en ese sentido”.
El secretario de Defensa Robert Gates admite que “la zona de exclusión aérea comienza con un ataque a Libia para destruir sus defensas aéreas”. La secretaria de Estado -desplegando gran hipocresía- declaraba que cualquier decisión al respecto es un asunto de la ONU y no debe ser iniciativa liderada por Estados Unidos: “Queremos ver que la comunidad internacional la apoye”. Sin embargo, “The Washington Post” informó al siguiente día que “Estados Unidos y sus aliados están sopesando la legalidad de imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia sin el respaldo de Naciones Unidas”.
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