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viernes, 18 de marzo de 2011

PARTIDO Y CUADROS DE CALIDAD

Necesitamos forjar muchos cuadros de calidad
Por: Darío Martínez
El tema de los cuadros no es nuevo en el Partido ni es de fácil entendimiento y solución.

Muchos de sus documentos plantean el problema, su importancia, la necesidad de contar con una política de cuadros1 que oriente su selección, formación y promoción. Lo cierto, sin embargo, es su descuido, la poca atención que se le ha prestado.

Una organización política revolucionaria que lucha por el socialismo necesita contar en sus filas con dirigentes con una adecuada formación teórica, experiencia política y práctica, juicio crítico y creativo, además de relación estrecha con las masas populares. No se puede ser partido de vanguardia con un estado mayor opaco, con jefes improvisados, con oficiales que marchan a remolque del movimiento espontáneo. No porque éste no tenga importancia, que sí la tiene y mucha, sino porque debe estar “dirigido por el saber”2.

Si se examina la experiencia posterior a la muerte del Amauta hasta nuestros días, se encontrará que esta cuestión, de vital importancia para el Partido, siempre fue desatendida o tratada incorrectamente. No se ha logrado aún construir un sistema de formación que vaya de la base inicial hasta los cuadros centrales del Partido. Esta es una de las tareas fundamentales que nos proponemos resolver con el plan estratégico 2011-2016.

TAREA COMPLICADA E INDISPENSABLE

En el pasado, antes que se derrumbaran la URSS y los países de Europa del Este, los cuadros por lo general se formaron en el exterior en lugar de contar con escuelas propias. Salieron del país muchos centenares de militantes de izquierda y comunistas a capacitarse recogiendo la “experiencia” de los partidos hermanos, poseedores de la verdad. El resultado, sin embargo, fue por lo general magro sino desastroso. ¿Cuántos de ellos permanecen hoy en actividad? No muchos. ¿Cuál es la contribución teórica que aportaron a la causa revolucionaria peruana? La respuesta es la misma. Un dato interesante: una ilustrada personalidad amiga ha examinado los antecedentes de los actuales congresistas, encontrándose con la sorpresa de que más de la mitad de ellos pasaron en algún momento de su vida militante por las escuelas comunistas del exterior. En otras palabras: comunistas y revolucionarios ayer, hoy por lo general oportunistas.

No sólo eso. En lugar de asimilar el mensaje mariateguiano de “creación heroica”, facilitaron la influencia del dogmatismo y el seguidismo. Esta práctica marcó al Partido durante décadas, cuyas secuelas aún subsisten dificultando la construcción del gran partido que soñó el Amauta.

Los hechos son claros: los cuadros y dirigentes políticos de la causa revolucionaria se forman sobre todo en el amplio escenario de la lucha ideológica, teórica, política y de masas, extrayendo lecciones de las experiencias propias y foráneas, estudiando con dedicación el marxismo leninismo en estrecha relación con la realidad concreta del país y el mundo, asumiendo un riguroso espíritu crítico y autocrítico, aprendiendo a pensar con cabeza propia para responder a las exigencias y los retos de su tiempo con espíritu abierto y actitud de avance y renovación.

“La mejor escuela con que contamos los comunistas, además de la teoría revolucionaria que orienta nuestro camino y el estudio de la realidad concreta en que operamos –señala el VIII Congreso- es la práctica”. Esta es una verdad de oro que todo comunista debiera entender y asumir, en especial sus cuadros y dirigentes.

El mismo documento agrega: “si la verdad debe ser verificada por la práctica, no tiene nada de extraño que evaluemos el trabajo del Partido considerando su línea, programa, estrategia y táctica, por sus resultados”.

FORJAR UNA COLUMNA DE CUADROS EXPERTOS Y AVANZADOS

Haciendo un símil con el ejército, los cuadros políticos son lo que los oficiales en aquel, sólo que partido político y ejército son distintos por su estructura, funciones y métodos.

La columna vertebral del Partido son sus cuadros. Su selección, capacitación, ubicación, promoción y conducción, debe ser siempre una prioridad en la construcción del Partido. No siempre ha sido así y los resultados están a la vista.

El VIII Congreso, también las sesiones plenarias del Comité Central insisten en dos aspectos fundamentales: prestar atención y resolver todo lo referido a las cuestiones de dirección y a la política de cuadros del Partido.

Con ese propósito se vienen impulsado diversos cursillos a lo largo y ancho del país. La campaña por la institucionalidad del Partido, teniendo como base el Estatuto, el Programa y el Manifiesto del Partido, está en marcha y su éxito influirá en el conjunto del trabajo partidario. Es agradable constatar el entusiasmo por el estudio y la capacitación que se ha despertado en la militancia virtualmente en todo el país. Hacía mucho tiempo que no se sentía este estado de ánimo, este afán de prepararse para ser mejores comunistas y mejores luchadores por la causa revolucionaria.

En los próximos años debemos dar cima al sistema de formación. Sólo contando con un sistema articulado nacionalmente, que empiece por el militante que se incorpora al Partido y cumple con el mandato del artículo 4 del Estatuto, hasta los cuadros centrales de dirección, nos encontraremos en condiciones de cumplir con éxito el papel de vanguardia que le corresponde conquistar al Partido.

COMITÉS VIGOROSOS, PARTIDO DISCIPLINADO Y EFICIENTE

El Recuento de los comités del Partido y su funcionamiento nos permite saber que el nivel teórico, político, de dirección e iniciativa de sus integrantes, es por lo general, insuficiente. Una actitud pasiva con relación a la cantidad y a la canlidad de los cuadros puede convertirse, de hecho, en un obstáculo muy serio para llevar a cabo las tareas que vienen del VIII Congreso y llevar adelante el plan estratégico 2011-2016. La razón de fondo no hay que hallarla en la falta de interés, esfuerzo o entusiasmo de los camaradas, sino fundamentalmente en las deficiencias de nuestra labor formativa, sobre todo con los cuadros y activistas del Partido.

No se pida mucho de lo que no se ha dado. No esperemos cuadros excelentes si no se ha trabajado con esmero y de manera sistemática en su formación ideológica, teórica, política, cultural y técnica, estimulando su entusiasmo, inculcándoles el interés por el estudio al mismo tiempo que se fortalece su sentido práctico y ejecutivo. En adelante el Partido debería ser percibido como una gran escuela de comunismo, forjador de conductores políticos de calidad fuertemente arraigados en la realidad del país y en las luchas del pueblo, con clara conciencia de su responsabilidad histórica.

Tarea difícil, desde luego, que exige mucho esfuerzo y tiempo, pero indispensable, que hay que asumirla sin pérdida de tiempo. El punto de partida es el trabajo que hay que llevar a cabo desde las células, pues allí se forma el militante, se incorpora a la acción política organizada, se prepara para asumir más tarde responsabilidades como activista y cuadro político, de masas, profesional.

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1. “Jerarquía de aquellos que ejercen mando”. Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española.

2. Carlos Marx, “Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores”. 1864.



A continuación reproducimos la parte final del discurso de Jorge Dimitrov en la Clausura ante el VII Congreso de la Internacional Comunista. 1935, donde se refiere al problema de los cuadros.

ACERCA DE LOS CUADROS
Jorge Dimitrov
Camaradas, nuestros acuerdos, incluso los mejores, queda­rán sobre el papel, si no tenemos gente capaz de llevarlos a la práctica. Pero constato, con pesar que uno de los problemas más importantes, el problema de los cuadros casi no ha merecido la atención de nuestro Congreso.

El informe del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, fue examinado por espacio de siete días, hablaron numerosos oradores de diversos países, pero sólo uno que otro abordó esta cuestión extraordinariamente esencial para los partidos comunistas y el movimiento obrero. Nuestros parti­dos están lejos de tener conciencia de que en el terreno de la práctica son la gente, los cuadros, los que lo deciden todo. Ellos no saben, como nos señala el camarada Stalin, cui­dar de la formación de los activistas como el "fruticultor cuida de su arbolito predilecto", no saben "valorar el elemento humano, valorar a los activistas, valorar a cada obrero capaz de dar su aporte a nuestra causa común."

La subestimación del problema de los cuadros es tanto más inadmisible, dado que constantemente perdemos en la lucha parte de nuestros cuadros y activistas más valio­sos. Nosotros no somos una asociación científica, sino un movimiento combativo que está constantemente en la línea de fuego. Nuestros elementos más enérgicos, más valerosos y conscientes luchan en primera fila. El enemigo busca precisa­mente a ellos, a la vanguardia, los asesina, los arroja a las cár­celes y a los campos de concentración, los somete a torturas sin nombre, más que nada en los países fascistas. Esto impone y hace urgente la necesidad de completar, de formar y de edu­car constantemente nuevos cuadros y activistas y de velar con esmero por los cuadros actualmente en acción.

El problema de los cuadros adquiere también una agudeza especial por la razón de que bajo nuestra influencia se des­pliega el movimiento de masas del frente único, del que pro­vienen muchos millares de nuevos activistas proletarios. Ade­más, a las filas de nuestros partidos afluyen no sólo elementos revolucionarios jóvenes, obreros que se van revolucionari­zando y que jamás han tomado parte hasta ahora en el movi­miento político sino que también vienen, muy a menudo, antiguos miembros y activistas de los partidos social­demócratas. Estos nuevos militantes exigen una atención especial, sobre todo en los partidos clandestinos, tanto más, que estos activistas, poco preparados teóricamente, se enfren­tan en su labor práctica con los más serios problemas políticos, los cuales ellos deben resolver por sí solos.

El problema de una política acertada sobre los cuadros y acti­vistas, es la cuestión más actual para nuestros partidos, para la Juventud Comunista, para todas las organizaciones de masas y para todo el movimiento obrero revolucionario.

¿En qué consiste una política acertada de cuadros y acti­vistas?

Primero, es necesario conocer a la gente
. En nuestros parti­dos, como regla general, no hay un estudio sistemático de los cuadros y activistas. Sólo en los últimos tiempos, el Partido Comunista. Francés y, en el Oriente, el Partido Comunista de China, consiguieron éxitos en este terreno. Hubo un tiempo en que el Partido Comunista de Alemania, antes de pasar a la clandestinidad emprendió también la tarea de hacer un estu­dio de sus cuadros. La experiencia de estos partidos mostró que apenas se empezó a estudiar a la gente, se descubrió que antes habían pasado desapercibidos y, por otro lado, los partidos comenzaron a depurarse de elementos ajenos, noci­vos política e ideológicamente. Baste señalar el ejemplo de Celor y Barbé, en Francia, que al ser examinados por el micros­copio bolchevique, resultaron ser agentes del enemigo de clase y fueron expulsados de las filas del Partido. En Hungría, la verificación de los activistas facilitó el descubrimiento de nú­cleos de provocadores, agentes del enemigo cuidadosamente enmascarados.

Segundo, es necesaria una promoción efectiva de los cuadros y activistas. La promoción no debe ser un asunto casual, sino una de las funciones normales de los partidos. Es un mal sistema que las promociones se efectúen inspirándose exclusivamente en razones internas de partido, sin tener en cuenta si el cama­rada que asume determinado cargo tiene vinculación con las masas. Las promociones deberán efectuarse teniendo en cuenta las aptitudes de los militantes para cumplir una u otra función del Partido y la popularidad que tengan entre las masas. En nuestros partidos tenemos ejemplos de militantes promovidos que han alcanzado sobresaliente desempeño de su labor. En la presidencia de nuestro Congreso, por ejemplo, se halla la camarada Dolores, comunista española. Hace dos años trabajaba todavía a nivel de base. En los primeros cho­ques con el enemigo de clase se reveló como una excelente agitadora y luchadora. Promovida luego a la dirección del Par­tido ha demostrado ser un miembro muy digno de ese comité directivo.
Podría señalar una serie de casos análogos tomados de otros países.
Sin embargo, en la mayor parte de los casos, la promoción de activistas se efectúa improvisadamente, al azar y, por lo tanto, no siempre con acierto. A veces, se entrega la dirección a razonadores, aburridos repetidores de opiniones ajenas, a veces a fraseólogos o charlatanes, quienes en su totalidad sólo dañan directamente nuestra causa.

Tercero, es necesario saber aprovechar de los activistas. Hay que saber descubrir y utilizar las valiosas cualidades de cada acti­vista. Individuos ideales no existen, hay que tomarlos como son, y tratar de que superen sus debilidades y sus defectos. Conocemos en nuestros partidos ejemplos notorios de inco­rrecta utilización. de comunistas buenos y honrados, quienes serían de gran provecho si se les asignase un trabajo que más corresponda a sus aptitudes.

Cuarto, es necesario distribuir en forma adecuada los cuadros. Ante todo, hay hacer que en los eslabones fundamentales del movimiento se hallen personas enérgicas, vinculadas a las masas, salidas de ese ambiente, gente firme y con iniciativa: en los grandes centros debe promoverse una cantidad ade­cuada de militantes de ese tipo. El traslado de activistas de un lugar a otro no es cosa fácil en los países capitalistas. Este problema tropieza con toda una serie de obstáculos y dificulta­des, entre otros, con problemas de orden material, familiar, etc., dificultades que hay que tener en cuenta y resolver del modo más conveniente, cosa que no siempre hacemos.

Quinto, es necesario prestar asistencia sistemática a los cua­dros. Esta asistencia debe consistir en proporcionarles instruc­ciones detalladas, en realizar un control con espíritu de ayuda, en asistirlos para que superen sus defectos y errores, en implantar una gestión concreta y cotidiana hacia los cuadros.

Sexto, es necesario velar por la protección de los activistas. Hay que saber replegar a tiempo los cuadros a la retaguardia reemplazándoles por otros nuevos, si así lo reclaman las circunstan­cias. Debemos exigir, sobre todo a los partidos clandestinos, la más estricta responsabilidad por parte de la dirección en cuanto a la protección de los activistas. La acertada preserva­ción de los cuadros presupone también la más seria organiza­ción de la labor conspirativa dentro del Partido. En algunos de nuestros partidos, muchos camaradas creen que los partidos están ya preparados para pasar a la clandestinidad por el hecho de haber sido reconstruidos de un modo esquemático y formal. Tuvimos que pagar muy caro el que la verdadera reconstrucción no comenzase hasta después de pasar a la ile­galidad bajo los duros golpes asestados por el enemigo. Recor­demos lo que le costó al Partido Comunista Alemán el paso a la clandestinidad. Esta experiencia debe servir de lección seria a aquellos partidos nuestros que hoy son todavía legales pero que mañana pueden pasar a la clandestinidad.

Sólo una acertada política referente a los cuadros dará a nuestros partidos la posibilidad de extender y utilizar hasta el máximo las fuerzas de los cuadros existentes y sacar del inago­table manantial del movimiento de masas, nuevos y mejores elementos.

¿ Qué criterios fundamentales deben guiamos en la selección de los cuadros?

Primero, la más profunda fidelidad a la causa obrera y al Partido, probada en la lucha, en las cárceles, ante los tribunales, frente al enemigo de clase.

Segundo, la más estrecha vinculación con las masas: vivir para los intereses de las masas, saber sentir el pulso de vida de las masas, saber conocer su disposición de ánimo, sus necesi­dades, sus aspiraciones. El prestigio de los dirigentes de nues­tras organizaciones del Partido debe basarse, ante todo, en el hecho de que las masas vean en ellos a sus dirigentes, estén convencidos por experiencia propia en su capacidad de diri­gentes, en su decisión y dedicación a la lucha.

Tercero, saber orientarse por sí mismos en una situación dada y no tener miedo a la responsabilidad por las decisiones tomadas. No es dirigente quien teme incurrir en responsabilidad. No es bolchevique quien no sabe demostrar iniciativa, quien dice: “hago sólo lo que me ordenan". Un verdadero dirigente bolchevique es sólo aquel que no se deja dominar por el pá­nico a la hora de la derrota, ni se ensoberbece en el momento del triunfo y demuestra una firmeza inconmovible en la aplicación de las decisiones. Los cuadros se desarrollan y crecen cuando se les plantea la necesidad de resolver, por su propia cuenta, los problemas concretos de la lucha y asumen sobre sí la responsabilidad que esto supone.

Cuarto, disciplina y temple bolcheviques, lo mismo para luchar contra el enemigo de clase, como para combatir inflexi­blemente todas las desviaciones de la línea revolucionaria del Partido.

Debemos, camaradas, subrayar con aún mayor energía la necesidad de estas condiciones para una acertada selección de los cuadros, porque en la práctica es bastante frecuente, el caso de preferir a un camarada que sabe, por ejemplo, escribir lite­rariamente o posea bella elocuencia, pero no es hombre de acción y no es apto para la lucha. Mientras que se debería escoger a aquel que tal vez no escriba ni hable tan bien, pero que es un hombre firme, de iniciativa, compenetrado con las masas, capaz de luchar y de guiarlas en la lucha. ¿Acaso son pocos los casos en que un sectario, un doctrinario, un razona­dor, amante de largas frases ajenas, desplaza a un hombre auténticamente fiel y dedicado a la labor entre las masas, a un dirigente obrero?

Nuestros cuadros dirigentes deben tener clara comprensión de lo que deben hacer y saber, complementarIo con la tenacidad bolchevique, el carácter revolucionario, la voluntad de lle­varlo a la práctica.

Camaradas, como es sabido, la mejor educación para los activistas es la que se adquiere en el transcurso de la lucha misma, en la superación de las dificultades y las pruebas, como también de los ejemplos positivos y negativos. Tenemos cientos de prototipos de comportamientos magníficos en dife­rentes circunstancias, en los tiempos de huelgas, en las mani­festaciones de protesta, en las cárceles, en los procesos judicia­les. Tenemos miles de héroes, pero por desgracia, también exis­ten no pocos casos de pusilanimidad, de inestabilidad y hasta de deserción. Muchos olvidan frecuentemente los ejemplos de unos y otros casos, no se aprovecha su fuerza educativa, no se señala qué es lo que hay que imitar y qué es lo que hay que rechazar.

,Camaradas, los dirigentes de nuestros partidos se quejan frecuentemente de que no hay gente, de que es insuficiente el número de encargados de la labor de agitación y propaganda, es insuficiente la gente para trabajos en los sindicatos, entre los jóvenes, entre las mujeres. No alcanza, no alcanza la gente. A esto quisiéramos contestar con las antiguas y siempre nue­vas palabras de Lenin:

"... No hay gente. y la hay en masa. Hay gente en masa, ya que tanto de la clase obrera como de las capas cada vez más diversas de la sociedad salen cada año mayor número de descontentos, deseosos de protestar. Y al mismo tiempo, no hay gente porque... faltan talentos organizadores, capaces de llevar a cabo esa labor tan amplia y, al mismo tiempo, única en la cual encuentren aplicación todas las fuerzas, por más in­significantes que fuesen". Lenin "¿Qué hacer?". Obras. T. IV, pág. 459 (en ruso).

Es menester que estas palabras de Lenin se asimilen pro­fundamente y que se apliquen por nuestros partidos como norma directiva cotidiana. Gente hay mucha; hay que saber descubrirla dentro de nuestras propias organizaciones, en tiempos de huelgas y manifestaciones, en las diversas organi­zaciones obreras de masas, en los órganos del frente único; hay que ayudarla a formarse en el proceso del trabajo y de la lucha, hay que colocarla en una situación que le permita dar realmente su contribución a la causa obrera.

Camaradas. los comunistas somos hombres de acción. Ante nosotros se plantea la tarea de la lucha práctica contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de la guerra imperialista, la lucha por el derrocamiento del capita­lismo. Y precisamente, esta tarea práctica plantea a los cua­dros comunistas la exigencia de pertrecharse obligatoriamente con la teoría revolucionaria, pues como nos señala Stalin, la teoría da a los militantes prácticos poder de orientación, claridad de perspec­tiva, seguridad en el trabajo y fe en el triunfo de nuestra causa.

Pero la auténtica teoría revolucionaria es enemiga irrecon­ciliable de todo teoricismo vacío, de todo lo que sea juego esté­ril con definiciones abstractas. "Nuestra teoría no es un dogma, sino un quía para la acción ", dijo más de una vez Lenin. Esa es la teoría que necesitan nuestros cuadros como el pan de cada día, como el aire, como el agua.

El que verdaderamente quiera desterrar el esquematismo estático, el funesto escolasticismo, debe extirparlos tanto en la labor práctica y activa al lado de las masas o en los puestos de vanguardia, como en el trabajo infatigable de asimilación de la poderosa, fecunda, omnipotente teoría bolchevique, la doc­trina de Marx, Engels, Lenin.

En relación con esto, considero particularmente necesario fijar la atención de ustedes en la tarea de nuestras escuelas del Par­tido.

No memorizadores, razonadores vacíos ni sabios repetido­res de palabras ajenas, deben ser los que tienen que preparar nuestras escuelas. ¡No! De ellas han de salir luchadores activos y prácticos para la causa de la clase obrera. Luchadores activos no sólo por su valentía, por su disposición al sacrificio, sino también porque sabrán ver más lejos, porque conocerán mejor que el obrero de la masa el camino que conduce a la emanci­pación de los trabajadores. Todas las Secciones de la Interna­cional Comunista deben, sin postergaciones, ocuparse de orga­nizar seriamente las escuelas del Partido, haciendo de ellas las fraguas de donde han de salir tales cuadros de combate.

La misión fundamental de nuestras escuelas del Partido reside, a mi juicio, en enseñar a los miembros del Partido y de la Juventud Comunista, que estudian en ellas, la aplicación del método marxista-leninista a la situación concreta de cada país, a las condiciones dadas, a luchar, no contra el enemigo "en abstracto", sino contra el enemigo concreto, determinado. Para esto, hay que aprender, no la letra del leninismo, sino su espíritu vivo, revolucionario.

Los cuadros en nuestras escuelas del Partido se pueden preparar de dos maneras:

Primera manera
, preparar a la gente de un modo abstracto y teórico, esforzándose por darle la mayor cantidad posible de conocimientos, instruyéndola en el arte de redactar literaria­mente tesis y resoluciones, y tocar sólo superficialmente los problemas del país dado, su movimiento obrero, la historia, las tradiciones y la experiencia del Partido Comunista de que se trate. ¡Sólo superficialmente!

Segunda manera, impartir una preparación teórica, en que la asimilación de los principios fundamentales del marxismo leninismo se base en la investigación práctica por parte de los alumnos de los problemas cardinales de la lucha del proleta­riado en su propio país, tal que cuando el activista se incor­pore de nuevo al trabajo con las masas, sepa orientarse por sí mismo, pueda convertirse en organizador y dirigente práctico con capacidad de decisión y de conducción de las masas en la batalla con­tra el enemigo de clase.

No todos los que egresaron de nuestras escuelas del Par­tido se han revelado aptos. Muchas frases, abstracciones, for­mación libresca, erudición superficial. Y lo que nosotros nece­sitamos son verdaderos organizadores y dirigentes de masas, auténticamente bolcheviques. Los necesitamos apremiante­mente, para el día de hoy. Puede que tal participante no esté en condiciones de escribir buenas tesis, pese a que esto nos es muy necesario, pero él debe saber organizar y dirigir, sin atemorizarse por las dificultades, aún más, debe saber ven­cerlas.

La teoría revolucionaria da generalizaciones, suma de experiencias del movimiento revolucionario; los comunistas deben aprovechar cuidadosamente en sus países no sólo la experiencia de las luchas pasadas, sino también la de las luchas actuales de otros destacamentos del movimiento obrero internacional. Pero, el aprovechar acertadamente esta experiencia, no significa en modo alguno" transplantar mecán­icamente, en forma acabada, las formas y los métodos de lucha de unas condiciones a otras, de un país a otro, como se hace con harta frecuencia en nuestros Partidos. La imitación escueta, la simple copia de métodos y formas de trabajo, aun­que sean los del mismo Partido Comunista de la Unión Sovié­tica en países donde todavía impera el capitalismo, a pesar de que sean con las mejores intenciones, puede hacer más daño que provecho, como ha ocurrido en realidad no pocas veces.

Precisamente de la experiencia de los bolcheviques rusos debemos aprender a aplicar de un modo vivo y concreto, en consonancia con la particularidad de cada país, la línea interna­cional unificada de la lucha contra el capital; debemos apren­der a erradicar implacablemente, poniendo en la picota, exponiéndolas a las burlas del pueblo las frases hechas, los modelos estereotipados, la pedantería v el doctrinarismo.

Debemos aprender, camaradas, aprender constantemente, a cada paso, en el proceso de la lucha, cuando estamos en libertad y cuando estamos en la cárcel. iAprender y luchar, luchar y aprender! Debemos aprender a conjugar la gran doc­trina de Marx, Engels, Lenin, con la firmeza en el trabajo y en la lucha, con la intransiqencia de principios frente al enemigo clasista y a los renegados del bol­chevismo, con la valentía ante las dificultades, con el rea­lismo revolucionario.

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