POR: UBALDO TEJADA
GUERRERO.
Analista Global
Continúa
al filo de la navaja el proceso electoral 2,016 en el Perú, cuya característica
fundamental es la vigencia y defensa del modelo macroeconómico sembrado por el
dictador Fujimori a partir de 1,990, que convirtió al Perú en una economía
primario exportadora, propia de los años 20 al servicio de las grandes
transnacionales.
Después
de 1,992, la aprobación en dictadura de la Constitución de 1,993, definió el
Estado neoliberal, que privilegió tres ejes: el Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF), el Banco Central de Reserva (BCR) y la Superintendencia
Nacional de Administración Tributaria (SUNAT), como garantes del modelo que
privilegia el tener sobre el ser humano.
Tenemos
que recordar que Fujmori liquidó las posibilidades de un Estado, que tenga como
eje el desarrollo humano, cuyo olvido se manifiesta hoy en crisis
institucional, narcotráfico, corrupción, violencia e inseguridad ciudadana.
Sólo para poner cifras, el monto de la corrupción de la Comisión Investigadora,
presidida por el congresista Vicente Zeballos arroja un aproximada de 490
millones, 497 mil 762, 22 soles.
La
configuración del escenario político electoral 2,016, no garantiza ninguna
alternativa al pueblo peruano, para ir a un desarrollo al progreso, con
justicia social, que conduzca al Perú hacia una democracia real y una
ciudadanía plena. Hoy todo se justifica en nombre del “dios mercado”, la
“modernidad” y la “eficiencia”.
El
modelo neoliberal, ha sido incapaz de acortar la distancia entre la sociedad y
la política. Hoy los actores políticos del escenario electoral, hacen lo que se
les viene en gana, manteniendo a la ciudadanía en calidad de espectadores, que
son convocados sólo cuando hay elecciones, sin partidos organizados, ni base
social.
Hoy
el Perú después de mas de 25 años de neoliberalismo, en lugar de reformar el
Estado para el desarrollo humano, sigue la destrucción del Estado en grado tal
que no puede siquiera afrontar a inseguridad ciudadana, la delincuencia, el
narcotráfico que están poniendo instituciones como el Poder Judicial, el
Congreso, el ejército, la policía nacional al servicio de la infiltración de la
delincuencia.
Siguen
en pié los problemas de fondo: Modelo de desarrollo económico, refundación del
Estado, desafíos a la globalización, consolidación de la democracia y sus
instituciones, combate a la corrupción, narcotráfico e inseguridad ciudadana, informalidad,
multiculturalidad, descentralización, industrialización, ciencia y tecnología.
Lo
que ocurre hoy en el proceso electoral hacia el 2,016, no es una crisis
electoral, sino la cúspide de una república agotada y de una clase dominante
que utiliza el poder económico para saquear su soberanía, el poder mediático
para anular la conciencia política, y utilizar el Congreso o el Poder Judicial
para consolidar la injusticia.
Pero
no cerremos los ojos como dice Jaime Antezana
Rivera (diciembre 23, 2015): “Esa mezcla sulfurosa de corrupción y violencia del
narcotráfico y delincuencial pueden, de cara al Bicentenario, llevar al Perú
por el despeñadero de la inviabilidad o, como ha ocurrido con los Estados
del norte de México, a un Estado fallido. Eso es lo que
está en juego en estas elecciones” 2,016 (“Peruanos contra la corrupción”).
La
casta derechista en ésta república agotada, ha sido incapaz de responder a
planteamientos con planteamientos y las ideas con ideas, por ello su
pragmatismo desde los años 90 hasta el 2,015, los ha conducido a tener la
obsesión de que para las grandes empresas, en el Estado “todo es privatizable”:
la soberanía nacional, la energía, el petróleo, la minería, impuestos leoninos
para la microempresas familiares, privatización de las pensiones, el agua, los
recursos naturales, la educación, la salud, etc.
Hoy
los peruanos necesitamos propuestas globales: La pregunta es ¿Quién da ese
salto? ¿Quiénes tienen que hacer esto? Las respuestas apuntan a los partidos
políticos. La pregunta final ¿Tiene el Perú un sistema de partidos políticos
enraizados en la nueva sociedad peruana? La respuesta es no.
Encontramos
una derecha variopinta en la mayoría de planchas presidenciales peruanas, cuyo
eje fundamental los une: la defensa del modelo neoliberal. ¿Cómo definimos una
estrategia y táctica para un cambio de rumbo?
Desarrollemos
un primer concepto: las izquierdas
han sido incapaces de consolidar un solo frente, un solo programa y un solo
candidato, por la ausencia de una estrategia, sectarismos, aventurerismo del
“yo candidato”; culto al electorerismo, la veneración al caudillo; lo que trae
como consecuencias que la derecha se consolide en una mayor profundización del
modelo neoliberal, fortalecimiento de tendencia autoritarias, hasta la
posibilidad de una declaratoria de emergencia nacional con la salida del
ejército a las calles como una falsa solución a la crisis estructural de
crecimiento sin desarrollo.
Un segundo concepto: Tener claridad que lo que suceda en
la elecciones 2,016, no define el final para afirmar que la unidad de las
izquierdas, del movimiento popular y el progresismo, han fracasado. Hoy no es
el final, es el comienzo de la refundación de las izquierdas en el Perú, que
sobrepasa la “primavera electoral”.
Un tercer concepto: El desafío de la recomposición
interna de las izquierdas en el Perú, que obliga a varios retos: Comprender que
transformar la sociedad peruana multicultural y multiétnica, es una labor ardua
que requiere de una labor planificada, cuya construcción es de corto, mediano y
largo plazo, que tiene como eje central la lucha por el desarrollo democrático.
Un cuarto concepto: La recomposición interna de la
izquierda en el Perú, como obligación para recuperar la iniciativa ideológica,
programática y doctrinaria; el debate y la democracia interna, lo mismo que la
unidad de acción.
Un quinto concepto: Liderazgos políticos regionales
capaces de comprender la realidad donde operan, realizar una capacidad de
gestión política pública honesta y limpia de corrupción. Apostamos por la
verdadera descentralización, porque el centralismo limeño impide el desarrollo
nacional
Se
ha elegido planchas presidenciales de lo mas folklóricas, coincidentes para “preservar
el modelo”, “sobrevivir” políticamente, pasar la valla electoral y nada mas,
sólo como dice el pueblo elecciones donde hay “plata como cancha”, “la plata
llega sola” o “roba pero hace obras”. Se reitera la desilusión del pueblo
peruano respecto al único ejercicio democrático formulado por un Estado en
crisis que sólo ofrece un sufragio periódico, lo que agudiza la posibilidad de
una democracia real y una ciudadanía plena.
Es
el momento en el Perú de estar en contra de la corrupción, de promover una
verdadera movilización de la sociedad civil, es hora de refundar la república,
es hora de cambiar la resignación por la indignación. Es momento de líderes
democráticos, no de caudillos que finalmente empujan a los ciudadanos a
soluciones del “mal menor” que no existe, porque terminan perpetuando al modelo
neoliberal.
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