Para: Ubaldo Tejada Guerrero
Date: Domingo 27 de Diciembre 2009
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Ubaldo:
Te envío mi último artículo: "LA SANGRE DEL POBRE"
Felicitaciones por tu página.
Te leí en Argos
Saludos
Gustavo
POR: Gustavo Benites Jara
¿Tiene el capital una vocación vampírica, que se alimenta de la sangre del pobre? Marx lo pensaba así y lo expresó en El Capital: “El capital tiene un único impulso vital, el de valorizarse, generar plusvalía, absorber con su parte constante, con los medios de producción, la masa más grande de plusvalor posible. El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y tanto más vive cuanto más trabajo chupa”. La metáfora no admite dudas ni vacilantes interpretaciones. Polémica afirmación del viejo de Tréveris, pero más actual que decadentes teorías de tecnócratas neoliberales que aún pululan vampíricamente en los predios latinoamericanos.
Cada día busco convencerme que no es así, que el capitalismo es la plenitud de la historia, el fin de la historia, como suelen decir, junto a Francis Fukuyama, elegantes funcionarios globales. Pero observo la realidad que tercamente me demuestra lo contrario. El último hecho: en el encuentro de Copenhague los amos del capitalismo mundial no han querido dar pasos significativos para detener la muerte de Gaia, nuestro planeta vivo según James Lovelock. ¿Les interesa la vida? No, el capital no sólo no tiene patria sino que no tiene amor por la vida, pues se levanta sobre escombros, sobre el dolor y la muerte de miles, de millones de seres humanos.
A nivel nacional también constatamos esa dolorosa realidad. En nombre del capital se produjo la matanza de los nativos de Bagua. Y a nivel local, apenas el Arzobispo había terminado de liderar una marcha por la paz en Trujillo, ya las balas asesinas de una banda de mercenarios contratada por gerentes del poderoso Grupo Gloria, dueño de la empresa agroindustrial Cartavio S.A., derramaban la sangre de los pobladores cartavinos que participaban pacíficamente en una marcha de apoyo a los trabajadores en huelga. Éstos exigían el pago del bono de productividad y mejoras salariales, pues Cartavio S.A. produce diariamente de 15 a 18 mil bolsas de azúcar y más de 100 mil litros de alcohol. La respuesta de Gloria S.A. fue: corte de agua a la población, represión policial, desmanes delincuenciales, varios heridos de bala, entre ellos un niño. Además, el hospital San Francisco no está operativo, no tiene presupuesto, y la salud del trabajador está desamparada; los sistemas de agua y sanitario están deteriorados; hace mucho tiempo no hay aumentos salariales, a pesar de las muy buenas ganancias de la empresa. ¿No son estos hechos acciones contra la vida?
Historia de nunca acabar: los trabajadores reclaman lo justo y se movilizan, entonces la gran empresa, usando delincuentes y a la misma policía, dispara y hiere o mata a los pobladores, luego los acusan y denuncian por atentar contra la propiedad privada, de ser terroristas, y, como en un rito macabro repetido una y otra vez, aparecen jueces y fiscales para dar la razón a los patrones, y el propio gobierno también, a través de sus funcionarios, tal como ha sucedido con el Director Regional de Trabajo, quien declaró ilegal la huelga en Cartavio.
El mismo discurso en cualquier parte del mundo: es necesaria la paz laboral, porque la inversión nacional o extranjera o no viene o se irá. Y los trabajadores seguirán con su hambre, sus heridos y sus muertos; pero, a pesar de su desdicha y su agonía, siempre vivirán para oponer el poder de su esperanza al poder del capital sobre la vida, a ese despiadado biopoder, donde la corporeidad de los pobres es manipulada, controlada, expoliada, exprimida, chupada por la compulsiva ansiedad vampírica, sacrificial e insaciable del actual capitalismo.
¿Tiene el capital una vocación vampírica, que se alimenta de la sangre del pobre? Marx lo pensaba así y lo expresó en El Capital: “El capital tiene un único impulso vital, el de valorizarse, generar plusvalía, absorber con su parte constante, con los medios de producción, la masa más grande de plusvalor posible. El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y tanto más vive cuanto más trabajo chupa”. La metáfora no admite dudas ni vacilantes interpretaciones. Polémica afirmación del viejo de Tréveris, pero más actual que decadentes teorías de tecnócratas neoliberales que aún pululan vampíricamente en los predios latinoamericanos.
Cada día busco convencerme que no es así, que el capitalismo es la plenitud de la historia, el fin de la historia, como suelen decir, junto a Francis Fukuyama, elegantes funcionarios globales. Pero observo la realidad que tercamente me demuestra lo contrario. El último hecho: en el encuentro de Copenhague los amos del capitalismo mundial no han querido dar pasos significativos para detener la muerte de Gaia, nuestro planeta vivo según James Lovelock. ¿Les interesa la vida? No, el capital no sólo no tiene patria sino que no tiene amor por la vida, pues se levanta sobre escombros, sobre el dolor y la muerte de miles, de millones de seres humanos.
A nivel nacional también constatamos esa dolorosa realidad. En nombre del capital se produjo la matanza de los nativos de Bagua. Y a nivel local, apenas el Arzobispo había terminado de liderar una marcha por la paz en Trujillo, ya las balas asesinas de una banda de mercenarios contratada por gerentes del poderoso Grupo Gloria, dueño de la empresa agroindustrial Cartavio S.A., derramaban la sangre de los pobladores cartavinos que participaban pacíficamente en una marcha de apoyo a los trabajadores en huelga. Éstos exigían el pago del bono de productividad y mejoras salariales, pues Cartavio S.A. produce diariamente de 15 a 18 mil bolsas de azúcar y más de 100 mil litros de alcohol. La respuesta de Gloria S.A. fue: corte de agua a la población, represión policial, desmanes delincuenciales, varios heridos de bala, entre ellos un niño. Además, el hospital San Francisco no está operativo, no tiene presupuesto, y la salud del trabajador está desamparada; los sistemas de agua y sanitario están deteriorados; hace mucho tiempo no hay aumentos salariales, a pesar de las muy buenas ganancias de la empresa. ¿No son estos hechos acciones contra la vida?
Historia de nunca acabar: los trabajadores reclaman lo justo y se movilizan, entonces la gran empresa, usando delincuentes y a la misma policía, dispara y hiere o mata a los pobladores, luego los acusan y denuncian por atentar contra la propiedad privada, de ser terroristas, y, como en un rito macabro repetido una y otra vez, aparecen jueces y fiscales para dar la razón a los patrones, y el propio gobierno también, a través de sus funcionarios, tal como ha sucedido con el Director Regional de Trabajo, quien declaró ilegal la huelga en Cartavio.
El mismo discurso en cualquier parte del mundo: es necesaria la paz laboral, porque la inversión nacional o extranjera o no viene o se irá. Y los trabajadores seguirán con su hambre, sus heridos y sus muertos; pero, a pesar de su desdicha y su agonía, siempre vivirán para oponer el poder de su esperanza al poder del capital sobre la vida, a ese despiadado biopoder, donde la corporeidad de los pobres es manipulada, controlada, expoliada, exprimida, chupada por la compulsiva ansiedad vampírica, sacrificial e insaciable del actual capitalismo.
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