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sábado, 5 de diciembre de 2009

GUSTAVO EN SU TINTA: LA POLÍTICA EN PERÚ

Escrito para compatir para "EL PENSIONISTA"
La política como negocio o el negocio de la política
Gustavo Benites Jara
¿Cuánto invierte un candidato para postular a un cargo público: regidor, alcalde, congresista, presidente o vicepresidente de la república? Y luego de su elección, ¿cuánto recupera y en qué tiempo? Interesante problema para ser investigado por los estudiosos de la política local, regional o nacional.
En la economía capitalista, si se invierte, se debe ganar; el costo debe ser menor que el beneficio. Si un empresario invierte para perder, es un mal empresario; en cambio, si invierte y obtiene considerables ganancias, es bueno y exitoso. No es un problema académico, es un problema comercial. Simple cálculo de costo-beneficio. ¿Podemos imaginar a un empresario apoyando a un candidato, para que después no recupere su inversión y encima no logre el mayor provecho? Hay muchas formas de recuperar lo invertido, tanto para el candidato empresario, cuanto para el puro empresario: altos sueldos, coimas, comisiones, dietas, viajes, viáticos, contratos, publicidad, licencias de funcionamiento, leyes, convenios, puestos de trabajo para amigos, compadres y familiares, y todas las medidas que sean necesarias para lograr ese objetivo. En cinco años, descontando la reelección, ¿cuánto se recuperará?
La noble actividad política, como ejercicio ciudadano al servicio de la comunidad, está desapareciendo o ha desaparecido en nuestro medio. Qué distante la práctica política actual de aquella que Aristóteles concebía: el ciudadano debía participar en la civis, en la ciudad, en el Estado, y éste debía procurar la felicidad del pueblo, es decir, la política como ejercicio del bien común. La política como servicio.
Por el contrario, la actividad política se ha convertido hoy en un mezquino comercio. Como diría Maquiavelo al referirse a la maldad del hombre: yo no la he inventado, solo revisemos la historia para ver esa maldad. Así, basta echar hoy una mirada para tener la certeza que la política es, efectivamente, un lucrativo negocio.
¿Qué pensarían José Martí, Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Luis de la Puente, Ernesto Che Guevara, César Vallejo, Salvador Allende, Camilo Torres, César Augusto Sandino, Martin Luther King y Nelson Mandela, entre otros, sobre esta perversión de la práctica política? ¿Cuántos de nuestros políticos actuales estarían dispuestos a dar su vida por los ideales que dicen defender? ¿Cuántos han hecho de la política un servicio? ¿Cuántos trabajan por la felicidad del ciudadano?
Sin embargo, a pesar de este sombrío panorama, todavía sobreviven algunos raros ejemplares de esta especie en extinción: algunos abnegados políticos que buscan resolver los grandes problemas nacionales y que piensan con Hannah Arendt que “nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse y formar parte del poder político."
Por eso mismo, no denigramos la acción política, sino la enaltecemos como la forma más alta de solidaridad humana, pues como dijo Bertolt Brecht: “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales". Estas últimas palabras del gran dramaturgo alemán parecen dirigidas a gran parte de los políticos de nuestro país, es decir, a los negociantes de la política, que ya pululan en vista de las próximas elecciones.


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