DISCURSO DE ORDEN DEL C. ALBERTO MORENO ROJAS CON OCASIÓN DEL 81 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA
LA UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS, EL NACIONALISMO Y EL PROGRESISMO PARA UN CAMBIO DE RUMBO EN EL PERÚ, ES LA GRAN TARE A DE HOY
Estimados camaradas, amigas y amigos:
Nos sentimos contentos con vuestra presencia en este acto de aniversario partidario. Nos encontramos aquí diversas generaciones de comunistas con una voluntad común: hacer realidad el legado de Marx, Engels y Lenin, de José Carlos Mariátegui, siempre vivo, siempre necesario, siempre actual y universal.
Un saludo especial a todos ustedes, en especial a los jóvenes, los continuadores de esta causa justa y hermosa.
Al conmemorar el 81 aniversario de la fundación del partido comunista, inicialmente con el nombre de Partido Socialista del Perú, por la más alta expresión del intelecto y el compromiso revolucionario peruano que es José Carlos Mariátegui, nos sentimos optimistas y confiados, convencidos de la justeza de nuestra causa, de su necesidad histórica, de sus enormes potencialidades y de condiciones favorables para forjar un Perú nuevo en un mundo nuevo.
Han transcurrido 8 décadas desde el momento en que unos pocos soñadores, con Mariátegui a la cabeza, luego de una paciente labor de preparación ideológica, intelectual y política, dieron origen al Partido de la clase obrera peruana y sentaron sus fundamentos programáticos que hoy siguen conservando frescura y actualidad.
El Perú ha cambiado, desde entonces, en muchos aspectos. El capitalismo se hizo dominante y sin embargo sobrevive mucho de la herencia colonial y feudal, sobre todo en el ámbito ideológico y cultural. Cuánta razón le asistía al Amauta cuando afirmó que el Perú tenía clase dominante pero no dirigente, además entregada al imperialismo con una mentalidad servil que sigue llevando hasta hoy como marca de fábrica.
Las grandes tareas democráticas y nacionales, la cuestión indígena, la promesa de una sociedad desarrollada económica y culturalmente, la construcción de un Estado soberano, democrático, multiétnico y descentralizado, siguen esperando solución como tareas que sólo pueden encontrar respuesta y condiciones de realización en el protagonismo del pueblo trabajador, y sólo en la medida de su continuidad ininterrumpida hacia el socialismo.
Lo que el Perú necesita, con urgencia, es un cambio de rumbo que permita construir una sociedad justa, democrática, libre, pacífica, digna, solidaria, que devuelva el Perú a los peruanos, que acabe con el entreguismo y los privilegios de la derecha política y económica, quienes siguen regalando vergonzosa e indignamente nuestros recursos naturales y nuestro futuro a las transnacionales del capital.
Aspiramos a una patria para todos, no para pocos privilegiados como viene ocurriendo hasta hoy. Queremos un país con desarrollo, industrialización, justicia social, ciencia y tecnología, con educación y cultura de alto nivel, ambientalmente sostenible. La nueva república, el proyecto nacional, una nueva carta constitucional, y, sobre todo, la conquista de un gobierno popular, democrático, de regeneración moral y ancha base social, es la respuesta apropiada a los tiempos de hoy y se inscribe en la perspectiva que tan sabiamente diseñara el Amauta.
Reforma y revolución no son antagónicas si aquella se subordina a ésta, si permite aproximarla, si se entiende como parte necesaria de un proceso que no se agota en fases intermedias, y si se cuenta con la fuerza política, teórica, cultural, ética y de masas que permita y garantice su continuidad. Conflicto que sólo puede resolverse a través y mediante la lucha, de la lucha de clases que ahora se empeñan en desconocer o dar por inexistente no pocos renegados del socialismo.
Por eso la importancia histórica del partido del proletariado, el reconocimiento de las enormes responsabilidades que le corresponden, la necesidad de construir su fuerza e influencia política, moral y de masas, la obligatoriedad de su preparación y capacitación en todos los terrenos para cumplir, con honor, su misión de vanguardia. Todo ello inseparable de la lucha orientada a forjar la más amplia unidad del pueblo peruano, que permita el aislamiento del adversario, resquebraje su cohesión y prepare su derrota. Tal misión estratégica no puede agotarse en las tareas del momento, en la satisfacción de apetencias de grupo o de personas, en la inútil disputa de verdades donde la realidad está ausente y el pueblo es ajeno.
Así es como entendió Mariátegui al Partido por él fundado y por él nutrido. Lo expresó con letras de fuego en los Principios Programáticos cuya redacción le pertenece: “El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase…capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa… y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo”. Concepción y visión estratégica que asumimos íntegramente.
Con esta convicción y con la voluntad de un reencuentro aún más fecundo con el Amauta, con su pensamiento, con sus estilos y métodos de trabajo, con su honestidad e integridad moral, con la amplitud de miras y coraje para vencer las dificultades y no ceder a las presiones del enemigo, que lo caracterizó, trabajamos para llevar a cabo el II Congreso de la Juventud Comunista del Perú – Patria Roja y el VIII Congreso del Partido. Estos eventos nos harán más fuertes, más clarividentes, más dispuestos a continuar la lucha con optimismo, con alegría, abiertos al pueblo peruano y a las nuevas generaciones.
Congresos de unidad, de seria reflexión crítica y autocrítica, de búsqueda de caminos aún mejores y certeros para hacer mayores contribuciones a la causa revolucionaria en el Perú. Pero también para hacer aún más grande al Partido, influyente y capaz en su responsabilidad de dirección. Va en serio nuestra determinación de construir un partido revolucionario de masas, con miles de afiliados debidamente organizados en todo el territorio nacional, con cuadros capacitados para el ejercicio de sus responsabilidades, unido con todas sus fuerza al pueblo peruano como el dios Anteo, de la mitología griega, a su madre tierra.
La ofensiva mediática, persecutoria, de criminalización de las luchas populares, que han puesto en marcha el gobierno aprista y la derecha contra nuestro partido y otras organizaciones de izquierda, de masas y solidaridad, su campaña cínica para confundirnos con el terrorismo, no pasará ni nos amedrentará, ni impedirá que continuemos en la brega. Desde aquí expresamos nuestra solidaridad con el c. Zenón Cuevas, presidente del Frente Regional de Moquegua que condujo las jornadas de lucha de su pueblo en defensa del Canon, para quien la Fiscal de Moquegua acaba de pedir 35 años de carcelería. Nuestra solidaridad con todos los dirigentes populares y políticos perseguidos por el sólo delito de defender sus derechos, proteger el medio ambiente, levantar la bandera de la soberanía nacional, de oponerse al entreguismo, al autoritarismo, a la corrupción del gobierno de turno y la derecha neoliberal.
Estimados camaradas y amigos:
Con la proximidad de las elecciones regionales y municipales en 2010, y nacionales en 2011, se caldea el panorama político nacional y se muestran las opciones en pugna.
Cambio o continuismo, siguen siendo las dos únicas opciones reales, con prescindencia de las varias candidaturas presidenciales que se puedan presentar. Desde luego que hay matices, pero estos no modifican el cuadro que presenta la derecha, cuyo empeño mayor es continuar con el modelo que se viene imponiendo desde hace cerca de 20 años, esta vez con un supuesto rostro humano, a pesar de la crisis capitalista que remece el mundo y a pesar del fracaso del neoliberalismo.
La derecha lo entiende bien. Su estrategia ya está definida y viene actuando de conformidad con ella. Su objetivo es preservar el modelo, garantizar la concentración y monopolización de la riqueza, entregar el país a la voracidad del capital transnacional, persistir en la economía primario exportadora y en la más alta tasa de ganancia para el capital, reducir la función social de Estado y su presencia en el ámbito económico, afianzar el autoritarismo como política de gobierno, precarizar las condiciones de trabajo y debilitar los derechos de los trabajadores y el pueblo en general. Si éste es su objetivo, su estrategia apunta a impedir que el descontento popular les proporcione un nuevo susto como en 2006: aún más, impedir con todos los medios a su alcance –legales e ilegales- que surja un gobierno dispuesto a llevar a cabo cambios fundamentales en la sociedad.
No fue casual la promesa de García a los empresarios de impedir un gobierno que no sea de su gusto y opuesto a los intereses que defiende. Allí mostraba la esencia de su estrategia y sus planes. Se explica así su teoría del “perro del hortelano” o la campaña mediática orientada a desacreditar al Comandante Humala, a promover rupturas internas y enfrentamientos entre las organizaciones del campo popular, e impedir la unidad del nacionalismo con la izquierda y el progresismo. De allí también su campaña contra nuestro partido intentando vincularlo con el senderismo y el terrorismo, para aislarlo, porque dividirlo es imposible. No debe sorprendernos su labor de zapa orientada a alentar candidaturas paralelas, crear confusión, introducir la duda y la desconfianza en la izquierda. ”Divide y reinarás”, es la máxima romana que la derecha aplicó siempre, por desgracia con éxito, porque se lo permitimos.
El compromiso del gobierno aprista con la derecha y los intereses imperialistas en el Perú, es irrompible. Del hayismo no queda nada, ni siquiera la Constitución de 1979. Ahora su bandera es la Constitución fujimorista del 93; su programa, el Consenso de Washington; su estilo de gobierno, el caudillismo autoritario y corrupto; su promesa, el saqueo de los recursos naturales y el crecimiento de la economía en beneficio de pocos.
Conscientes del descrédito de la prédica neoliberal, sus cabezas electorales, sin el menor rubor, se declaran de centro o centro izquierda. Y, sin embargo, es y será más de lo mismo.
Las masas populares han luchado y siguen luchando. No obstante, es bueno entender que esas luchas serán siempre insuficientes y, a la larga, engañosas en sus resultados si no salen del espacio contestatario y peticionario. Pueden con ellas obligar a ciertos logros, como ocurrió recientemente con la lucha de las comunidades indígenas de la Selva, pero no resuelven los problemas de fondo. La explicación es simple: Se requieren soluciones políticas que sólo pueden lograrse desde el gobierno y el Poder.
Hablemos claro: el problema clave a resolver más que económico, es político. Una economía, educación, cultura nuevas, las conquistas sociales, la independencia y soberanía nacionales, sólo se pueden garantizar desde posiciones de gobierno, y mejor, desde el Poder. Pero de un gobierno popular comprometido con el cambio social, con fuerte respaldo de masas organizadas, con una clara estrategia transformadora.
La tradición oposicionista de la izquierda y la subestimación de la política por parte de importantes sectores populares, es la mayor traba que impide avanzar, y la mayor ventaja que se le entrega a la derecha. No nos damos cuenta que para la burguesía y sus representantes la democracia es cada vez más una mera formalidad. Lo dijo con letras de molde Samuel Huntington, el autor de Choque de civilizaciones: “La operación efectiva del sistema político democrático usualmente requiere mayor medida de apatía y no participación de parte de algunos individuos y grupos”.
Esta postura defensiva, contestataria, pero débilmente alternativa y afirmativa, ha hecho demasiado daño como para continuarla. Necesitamos pasar a la ofensiva, asumir una voluntad propositiva, golpear en el núcleo del pensamiento conservador, recuperar, enriquecer y renovar la tradición democrática del pueblo peruano, afirmar fuertemente su espíritu patriótico, construir un cultura de unidad y de dignidad, arrebatarle a la derecha la falsa representación del patrimonio histórico nacional.
Tupac Amaru, Grau, el Cáceres gigante de la guerra del pacífico y de la Campaña de la Breña, Bolognesi, Basadre y tantos otros intelectuales y artistas que sintieron hondamente el Perú, no pertenecen a la derecha, heredera de la colonia y responsable del fracaso histórico que nos acompaña.
Prepararse para gobernar, forjar una mentalidad estratégica, entender que la victoria se construye, sentir la honda vibración del pueblo como la fuerza motriz de los grandes cambios que proponemos, construir la hegemonía ideológica, política, cultural y ética, sentir y asumir el socialismo como creación heroica y realización de las multitudes alzadas a la lucha. Cuánta razón le asiste al siempre joven Carlos Marx cuando convoca a los trabajadores a sumar la “organización y el saber”, y nuestro Amauta asigna al Partido la “misión histórica de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio”.
Si, grandes cambios son necesarios para que el Perú reencuentre el camino que le corresponde para salir de la trampa del atraso, de la pobreza, de la incultura, de la humillación, de la explotación y la opresión. Pero grandes también son los cambios que deben darse en nosotros mismos, pues un mundo nuevo exige hombres y mujeres nuevos, y no continuadores –por inercia o desconocimiento- del viejo sistema establecido y sus vilezas.
Ya contamos con experiencias fracasadas o imperfectas con la participación en el Congreso, en la conducción de gobiernos locales y regionales, en la gestión de centros de estudio u otras instituciones. En lugar de dirigir, de conducir sobre bases nuevas, se reproduce lo viejo, se administra la rutina, y nos pocas veces se cede al caudillismo, al oportunismo, a la corrupción. El colapso de Izquierda Unida no es un descalabro menor ni es ajeno a los errores y limitaciones de su conducción, en la que tenemos también nuestra cuota de responsabilidad. Nuestros mismos partidos no marchan al ritmo de los tiempos y muchas veces el fardo del pasado sigue aplastándonos a pesar de la renovación que se proclama. Ocurre lo mismo con las organizaciones de masas, para cuyas direcciones el movimiento, el cambio, la innovación y la creatividad no existen. Corresponde a toda mujer u hombre comprometidos con el cambio revolucionario en la sociedad, repensar nuestro rol como militantes, dirigentes y partidos de vanguardia. No hay otra manera de avanzar.
Queridos camaradas:
Nos encontramos ante la posibilidad, como fuerza unida de las izquierdas, el nacionalismo y el progresismo, de construir alternativas exitosas en las elecciones próximas. Lo sabe bien la derecha política y económica y está actuando en consecuencia para impedirlo. ¿Qué hacer? ¿Cuál es la estrategia, el plan, los pasos tácticos, los métodos mejores para, desde nuestro lado, responder con éxito?
La llave maestra es una: la unidad más amplia posible en torno de un proyecto unitario electoral y de gobierno. Unidad política, social, cultural. No sería difícil acceder a una plataforma común, convergente. Tampoco sería complicado convencer al amplio sector del pueblo peruano que espera cambios fundamentales en la marcha del país y su economía.
La dificultad reside en la fragmentación extrema que caracteriza al Perú de hoy, en la estrechez de miras que impide ver el bosque, en las apetencias de personas o grupos que menosprecian los intereses del pueblo peruano y el futuro de la patria, en prejuicios y hábitos conservadores de los cuales no nos hemos desprendido aún, en el sectarismo o el oposicionismo ciego que esterilizan las organizaciones y destruyen cualquier posibilidad de victoria.
No se puede desconocer, desde luego, el manejo que hace la derecha para dividir e impedir la unidad en el campo popular, para introducir la confusión, incluso para corromper. Pero estos factores actúan porque encuentran condiciones que las permiten. El problema está en nosotros, en quienes estamos ubicados en el campo popular.
El campo de batalla es, pues, amplio y complejo.
Ha llegado el momento de las definiciones. Vacilar, dejarse arrinconar, temerle a la ofensiva brutal de la derecha, ceder a su chantaje y maniobras, es condenarse de antemano a la derrota. Hay que pasar de la palabra a los hechos y afirmar con claridad el proyecto que representamos, de cara a la gente. Moverse con flexibilidad e inteligencia, pero con firmeza. La duda, la inseguridad, las concesiones al adversario, lo alientan a presionar más, a exigir más, a entregarle la iniciativa. En muchas regiones del país observamos expresiones concretas de avances unitarios. Esto nos alegra y hay que estimularlo.
Daremos la batalla por la unidad, colocándola en el centro de nuestras tareas. Pero una unidad para un cambio de rumbo en el país, no para la repartija; desde las bases y con las masas, no únicamente en la mesa de negociaciones; por un proyecto de país, no en torno de caudillo alguno. Lucha por la unidad que no debe debilitar, bajo ninguna circunstancia, nuestro propio desarrollo, con iniciativa, con creatividad, con audacia comunista.
La contraofensiva imperialista y derechista contra los pueblos de América Latina y el Caribe que se atreven de abrir su propio camino al progreso y al desarrollo, a la democracia y la independencia, al socialismo, se expresa claramente en el golpe de estado en Honduras que se propone derrocar al presidente Zelaya, por el supuesto “delito” de incorporarse al ALBA y promover una consulta a referéndum constitucional. También la instalación de 7 bases militares en Colombia, la reactivación de la IV Flota de los Estados Unidos, la imposición de tratados de Libre Comercio y el control de sus recursos naturales. Asimismo los ataques sistemáticos a las experiencias transformadoras de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, entre otras, llegando al ridículo de intentar convertirlas en la otra cara de la intervención extranjera, en una suerte de imperialismo regional, mientras ocultan al imperialismo real y actuante, y embellecen sus fechorías.
No nos dejemos sorprender, no permitamos que confundan al pueblo peruano, menos aún que nos coloquen a la defensiva. Al imperio y sus representantes sólo queda responderles medida por medida, sin ceder un milímetro de terreno.
Aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestra solidaridad militante con la revolución cubana y su conducción, con el líder histórico de Cuba y América morena, Fidel Castro; con la revolución venezolana y el Comandante Hugo Chávez; con el proceso boliviano y su conducción que encabeza el Presidente Evo Morales; con Ecuador y su gobierno con el presidente Correa al frente, con Nicaragua revolucionaria, con el Salvador heroico. Nuestro apoyo solidario con el pueblo hondureño que resiste a la dictadura alevosa de Micheletti y su horda fascista, con la seguridad de que saldrá victorioso.
Nuestra solidaridad militante con Palestina heroica, con los países que persisten en la construcción del socialismo y resisten la contraofensiva del imperialismo y el capitalismo.
La unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe, a escala continental, es una carta de victoria. No cabe duda alguna al respecto ni vacilación. La lucha será larga, compleja, con marchas y contramarchas, con avances y reveses, pero al final triunfará la causa de los pueblos, será real la independencia plena de las naciones, se abrirá paso el socialismo.
Socialismo o barbarie: es el problema planteado a la humanidad. La crisis del capitalismo, sobre todo del proyecto neoliberal, es una demostración de su agotamiento e insostenibilidad, de que el mundo tiene que caminar por otro rumbo.
El socialismo es la bandera de nuestro tiempo.
¡Viva el socialismo!
¡Viva el marxismo leninismo y el pensamiento de Mariátegui!
¡Viva la unidad de los comunistas!
¡Viva la unidad de las izquierdas!
¡Viva el pueblo peruano!
¡Viva el Partido Comunista del Perú – Patria Roja!
Lima. 7 de octubre de 2009
LA UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS, EL NACIONALISMO Y EL PROGRESISMO PARA UN CAMBIO DE RUMBO EN EL PERÚ, ES LA GRAN TARE A DE HOY
Estimados camaradas, amigas y amigos:
Nos sentimos contentos con vuestra presencia en este acto de aniversario partidario. Nos encontramos aquí diversas generaciones de comunistas con una voluntad común: hacer realidad el legado de Marx, Engels y Lenin, de José Carlos Mariátegui, siempre vivo, siempre necesario, siempre actual y universal.
Un saludo especial a todos ustedes, en especial a los jóvenes, los continuadores de esta causa justa y hermosa.
Al conmemorar el 81 aniversario de la fundación del partido comunista, inicialmente con el nombre de Partido Socialista del Perú, por la más alta expresión del intelecto y el compromiso revolucionario peruano que es José Carlos Mariátegui, nos sentimos optimistas y confiados, convencidos de la justeza de nuestra causa, de su necesidad histórica, de sus enormes potencialidades y de condiciones favorables para forjar un Perú nuevo en un mundo nuevo.
Han transcurrido 8 décadas desde el momento en que unos pocos soñadores, con Mariátegui a la cabeza, luego de una paciente labor de preparación ideológica, intelectual y política, dieron origen al Partido de la clase obrera peruana y sentaron sus fundamentos programáticos que hoy siguen conservando frescura y actualidad.
El Perú ha cambiado, desde entonces, en muchos aspectos. El capitalismo se hizo dominante y sin embargo sobrevive mucho de la herencia colonial y feudal, sobre todo en el ámbito ideológico y cultural. Cuánta razón le asistía al Amauta cuando afirmó que el Perú tenía clase dominante pero no dirigente, además entregada al imperialismo con una mentalidad servil que sigue llevando hasta hoy como marca de fábrica.
Las grandes tareas democráticas y nacionales, la cuestión indígena, la promesa de una sociedad desarrollada económica y culturalmente, la construcción de un Estado soberano, democrático, multiétnico y descentralizado, siguen esperando solución como tareas que sólo pueden encontrar respuesta y condiciones de realización en el protagonismo del pueblo trabajador, y sólo en la medida de su continuidad ininterrumpida hacia el socialismo.
Lo que el Perú necesita, con urgencia, es un cambio de rumbo que permita construir una sociedad justa, democrática, libre, pacífica, digna, solidaria, que devuelva el Perú a los peruanos, que acabe con el entreguismo y los privilegios de la derecha política y económica, quienes siguen regalando vergonzosa e indignamente nuestros recursos naturales y nuestro futuro a las transnacionales del capital.
Aspiramos a una patria para todos, no para pocos privilegiados como viene ocurriendo hasta hoy. Queremos un país con desarrollo, industrialización, justicia social, ciencia y tecnología, con educación y cultura de alto nivel, ambientalmente sostenible. La nueva república, el proyecto nacional, una nueva carta constitucional, y, sobre todo, la conquista de un gobierno popular, democrático, de regeneración moral y ancha base social, es la respuesta apropiada a los tiempos de hoy y se inscribe en la perspectiva que tan sabiamente diseñara el Amauta.
Reforma y revolución no son antagónicas si aquella se subordina a ésta, si permite aproximarla, si se entiende como parte necesaria de un proceso que no se agota en fases intermedias, y si se cuenta con la fuerza política, teórica, cultural, ética y de masas que permita y garantice su continuidad. Conflicto que sólo puede resolverse a través y mediante la lucha, de la lucha de clases que ahora se empeñan en desconocer o dar por inexistente no pocos renegados del socialismo.
Por eso la importancia histórica del partido del proletariado, el reconocimiento de las enormes responsabilidades que le corresponden, la necesidad de construir su fuerza e influencia política, moral y de masas, la obligatoriedad de su preparación y capacitación en todos los terrenos para cumplir, con honor, su misión de vanguardia. Todo ello inseparable de la lucha orientada a forjar la más amplia unidad del pueblo peruano, que permita el aislamiento del adversario, resquebraje su cohesión y prepare su derrota. Tal misión estratégica no puede agotarse en las tareas del momento, en la satisfacción de apetencias de grupo o de personas, en la inútil disputa de verdades donde la realidad está ausente y el pueblo es ajeno.
Así es como entendió Mariátegui al Partido por él fundado y por él nutrido. Lo expresó con letras de fuego en los Principios Programáticos cuya redacción le pertenece: “El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase…capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el desarrollo de su propio programa… y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo”. Concepción y visión estratégica que asumimos íntegramente.
Con esta convicción y con la voluntad de un reencuentro aún más fecundo con el Amauta, con su pensamiento, con sus estilos y métodos de trabajo, con su honestidad e integridad moral, con la amplitud de miras y coraje para vencer las dificultades y no ceder a las presiones del enemigo, que lo caracterizó, trabajamos para llevar a cabo el II Congreso de la Juventud Comunista del Perú – Patria Roja y el VIII Congreso del Partido. Estos eventos nos harán más fuertes, más clarividentes, más dispuestos a continuar la lucha con optimismo, con alegría, abiertos al pueblo peruano y a las nuevas generaciones.
Congresos de unidad, de seria reflexión crítica y autocrítica, de búsqueda de caminos aún mejores y certeros para hacer mayores contribuciones a la causa revolucionaria en el Perú. Pero también para hacer aún más grande al Partido, influyente y capaz en su responsabilidad de dirección. Va en serio nuestra determinación de construir un partido revolucionario de masas, con miles de afiliados debidamente organizados en todo el territorio nacional, con cuadros capacitados para el ejercicio de sus responsabilidades, unido con todas sus fuerza al pueblo peruano como el dios Anteo, de la mitología griega, a su madre tierra.
La ofensiva mediática, persecutoria, de criminalización de las luchas populares, que han puesto en marcha el gobierno aprista y la derecha contra nuestro partido y otras organizaciones de izquierda, de masas y solidaridad, su campaña cínica para confundirnos con el terrorismo, no pasará ni nos amedrentará, ni impedirá que continuemos en la brega. Desde aquí expresamos nuestra solidaridad con el c. Zenón Cuevas, presidente del Frente Regional de Moquegua que condujo las jornadas de lucha de su pueblo en defensa del Canon, para quien la Fiscal de Moquegua acaba de pedir 35 años de carcelería. Nuestra solidaridad con todos los dirigentes populares y políticos perseguidos por el sólo delito de defender sus derechos, proteger el medio ambiente, levantar la bandera de la soberanía nacional, de oponerse al entreguismo, al autoritarismo, a la corrupción del gobierno de turno y la derecha neoliberal.
Estimados camaradas y amigos:
Con la proximidad de las elecciones regionales y municipales en 2010, y nacionales en 2011, se caldea el panorama político nacional y se muestran las opciones en pugna.
Cambio o continuismo, siguen siendo las dos únicas opciones reales, con prescindencia de las varias candidaturas presidenciales que se puedan presentar. Desde luego que hay matices, pero estos no modifican el cuadro que presenta la derecha, cuyo empeño mayor es continuar con el modelo que se viene imponiendo desde hace cerca de 20 años, esta vez con un supuesto rostro humano, a pesar de la crisis capitalista que remece el mundo y a pesar del fracaso del neoliberalismo.
La derecha lo entiende bien. Su estrategia ya está definida y viene actuando de conformidad con ella. Su objetivo es preservar el modelo, garantizar la concentración y monopolización de la riqueza, entregar el país a la voracidad del capital transnacional, persistir en la economía primario exportadora y en la más alta tasa de ganancia para el capital, reducir la función social de Estado y su presencia en el ámbito económico, afianzar el autoritarismo como política de gobierno, precarizar las condiciones de trabajo y debilitar los derechos de los trabajadores y el pueblo en general. Si éste es su objetivo, su estrategia apunta a impedir que el descontento popular les proporcione un nuevo susto como en 2006: aún más, impedir con todos los medios a su alcance –legales e ilegales- que surja un gobierno dispuesto a llevar a cabo cambios fundamentales en la sociedad.
No fue casual la promesa de García a los empresarios de impedir un gobierno que no sea de su gusto y opuesto a los intereses que defiende. Allí mostraba la esencia de su estrategia y sus planes. Se explica así su teoría del “perro del hortelano” o la campaña mediática orientada a desacreditar al Comandante Humala, a promover rupturas internas y enfrentamientos entre las organizaciones del campo popular, e impedir la unidad del nacionalismo con la izquierda y el progresismo. De allí también su campaña contra nuestro partido intentando vincularlo con el senderismo y el terrorismo, para aislarlo, porque dividirlo es imposible. No debe sorprendernos su labor de zapa orientada a alentar candidaturas paralelas, crear confusión, introducir la duda y la desconfianza en la izquierda. ”Divide y reinarás”, es la máxima romana que la derecha aplicó siempre, por desgracia con éxito, porque se lo permitimos.
El compromiso del gobierno aprista con la derecha y los intereses imperialistas en el Perú, es irrompible. Del hayismo no queda nada, ni siquiera la Constitución de 1979. Ahora su bandera es la Constitución fujimorista del 93; su programa, el Consenso de Washington; su estilo de gobierno, el caudillismo autoritario y corrupto; su promesa, el saqueo de los recursos naturales y el crecimiento de la economía en beneficio de pocos.
Conscientes del descrédito de la prédica neoliberal, sus cabezas electorales, sin el menor rubor, se declaran de centro o centro izquierda. Y, sin embargo, es y será más de lo mismo.
Las masas populares han luchado y siguen luchando. No obstante, es bueno entender que esas luchas serán siempre insuficientes y, a la larga, engañosas en sus resultados si no salen del espacio contestatario y peticionario. Pueden con ellas obligar a ciertos logros, como ocurrió recientemente con la lucha de las comunidades indígenas de la Selva, pero no resuelven los problemas de fondo. La explicación es simple: Se requieren soluciones políticas que sólo pueden lograrse desde el gobierno y el Poder.
Hablemos claro: el problema clave a resolver más que económico, es político. Una economía, educación, cultura nuevas, las conquistas sociales, la independencia y soberanía nacionales, sólo se pueden garantizar desde posiciones de gobierno, y mejor, desde el Poder. Pero de un gobierno popular comprometido con el cambio social, con fuerte respaldo de masas organizadas, con una clara estrategia transformadora.
La tradición oposicionista de la izquierda y la subestimación de la política por parte de importantes sectores populares, es la mayor traba que impide avanzar, y la mayor ventaja que se le entrega a la derecha. No nos damos cuenta que para la burguesía y sus representantes la democracia es cada vez más una mera formalidad. Lo dijo con letras de molde Samuel Huntington, el autor de Choque de civilizaciones: “La operación efectiva del sistema político democrático usualmente requiere mayor medida de apatía y no participación de parte de algunos individuos y grupos”.
Esta postura defensiva, contestataria, pero débilmente alternativa y afirmativa, ha hecho demasiado daño como para continuarla. Necesitamos pasar a la ofensiva, asumir una voluntad propositiva, golpear en el núcleo del pensamiento conservador, recuperar, enriquecer y renovar la tradición democrática del pueblo peruano, afirmar fuertemente su espíritu patriótico, construir un cultura de unidad y de dignidad, arrebatarle a la derecha la falsa representación del patrimonio histórico nacional.
Tupac Amaru, Grau, el Cáceres gigante de la guerra del pacífico y de la Campaña de la Breña, Bolognesi, Basadre y tantos otros intelectuales y artistas que sintieron hondamente el Perú, no pertenecen a la derecha, heredera de la colonia y responsable del fracaso histórico que nos acompaña.
Prepararse para gobernar, forjar una mentalidad estratégica, entender que la victoria se construye, sentir la honda vibración del pueblo como la fuerza motriz de los grandes cambios que proponemos, construir la hegemonía ideológica, política, cultural y ética, sentir y asumir el socialismo como creación heroica y realización de las multitudes alzadas a la lucha. Cuánta razón le asiste al siempre joven Carlos Marx cuando convoca a los trabajadores a sumar la “organización y el saber”, y nuestro Amauta asigna al Partido la “misión histórica de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio”.
Si, grandes cambios son necesarios para que el Perú reencuentre el camino que le corresponde para salir de la trampa del atraso, de la pobreza, de la incultura, de la humillación, de la explotación y la opresión. Pero grandes también son los cambios que deben darse en nosotros mismos, pues un mundo nuevo exige hombres y mujeres nuevos, y no continuadores –por inercia o desconocimiento- del viejo sistema establecido y sus vilezas.
Ya contamos con experiencias fracasadas o imperfectas con la participación en el Congreso, en la conducción de gobiernos locales y regionales, en la gestión de centros de estudio u otras instituciones. En lugar de dirigir, de conducir sobre bases nuevas, se reproduce lo viejo, se administra la rutina, y nos pocas veces se cede al caudillismo, al oportunismo, a la corrupción. El colapso de Izquierda Unida no es un descalabro menor ni es ajeno a los errores y limitaciones de su conducción, en la que tenemos también nuestra cuota de responsabilidad. Nuestros mismos partidos no marchan al ritmo de los tiempos y muchas veces el fardo del pasado sigue aplastándonos a pesar de la renovación que se proclama. Ocurre lo mismo con las organizaciones de masas, para cuyas direcciones el movimiento, el cambio, la innovación y la creatividad no existen. Corresponde a toda mujer u hombre comprometidos con el cambio revolucionario en la sociedad, repensar nuestro rol como militantes, dirigentes y partidos de vanguardia. No hay otra manera de avanzar.
Queridos camaradas:
Nos encontramos ante la posibilidad, como fuerza unida de las izquierdas, el nacionalismo y el progresismo, de construir alternativas exitosas en las elecciones próximas. Lo sabe bien la derecha política y económica y está actuando en consecuencia para impedirlo. ¿Qué hacer? ¿Cuál es la estrategia, el plan, los pasos tácticos, los métodos mejores para, desde nuestro lado, responder con éxito?
La llave maestra es una: la unidad más amplia posible en torno de un proyecto unitario electoral y de gobierno. Unidad política, social, cultural. No sería difícil acceder a una plataforma común, convergente. Tampoco sería complicado convencer al amplio sector del pueblo peruano que espera cambios fundamentales en la marcha del país y su economía.
La dificultad reside en la fragmentación extrema que caracteriza al Perú de hoy, en la estrechez de miras que impide ver el bosque, en las apetencias de personas o grupos que menosprecian los intereses del pueblo peruano y el futuro de la patria, en prejuicios y hábitos conservadores de los cuales no nos hemos desprendido aún, en el sectarismo o el oposicionismo ciego que esterilizan las organizaciones y destruyen cualquier posibilidad de victoria.
No se puede desconocer, desde luego, el manejo que hace la derecha para dividir e impedir la unidad en el campo popular, para introducir la confusión, incluso para corromper. Pero estos factores actúan porque encuentran condiciones que las permiten. El problema está en nosotros, en quienes estamos ubicados en el campo popular.
El campo de batalla es, pues, amplio y complejo.
Ha llegado el momento de las definiciones. Vacilar, dejarse arrinconar, temerle a la ofensiva brutal de la derecha, ceder a su chantaje y maniobras, es condenarse de antemano a la derrota. Hay que pasar de la palabra a los hechos y afirmar con claridad el proyecto que representamos, de cara a la gente. Moverse con flexibilidad e inteligencia, pero con firmeza. La duda, la inseguridad, las concesiones al adversario, lo alientan a presionar más, a exigir más, a entregarle la iniciativa. En muchas regiones del país observamos expresiones concretas de avances unitarios. Esto nos alegra y hay que estimularlo.
Daremos la batalla por la unidad, colocándola en el centro de nuestras tareas. Pero una unidad para un cambio de rumbo en el país, no para la repartija; desde las bases y con las masas, no únicamente en la mesa de negociaciones; por un proyecto de país, no en torno de caudillo alguno. Lucha por la unidad que no debe debilitar, bajo ninguna circunstancia, nuestro propio desarrollo, con iniciativa, con creatividad, con audacia comunista.
La contraofensiva imperialista y derechista contra los pueblos de América Latina y el Caribe que se atreven de abrir su propio camino al progreso y al desarrollo, a la democracia y la independencia, al socialismo, se expresa claramente en el golpe de estado en Honduras que se propone derrocar al presidente Zelaya, por el supuesto “delito” de incorporarse al ALBA y promover una consulta a referéndum constitucional. También la instalación de 7 bases militares en Colombia, la reactivación de la IV Flota de los Estados Unidos, la imposición de tratados de Libre Comercio y el control de sus recursos naturales. Asimismo los ataques sistemáticos a las experiencias transformadoras de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, entre otras, llegando al ridículo de intentar convertirlas en la otra cara de la intervención extranjera, en una suerte de imperialismo regional, mientras ocultan al imperialismo real y actuante, y embellecen sus fechorías.
No nos dejemos sorprender, no permitamos que confundan al pueblo peruano, menos aún que nos coloquen a la defensiva. Al imperio y sus representantes sólo queda responderles medida por medida, sin ceder un milímetro de terreno.
Aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestra solidaridad militante con la revolución cubana y su conducción, con el líder histórico de Cuba y América morena, Fidel Castro; con la revolución venezolana y el Comandante Hugo Chávez; con el proceso boliviano y su conducción que encabeza el Presidente Evo Morales; con Ecuador y su gobierno con el presidente Correa al frente, con Nicaragua revolucionaria, con el Salvador heroico. Nuestro apoyo solidario con el pueblo hondureño que resiste a la dictadura alevosa de Micheletti y su horda fascista, con la seguridad de que saldrá victorioso.
Nuestra solidaridad militante con Palestina heroica, con los países que persisten en la construcción del socialismo y resisten la contraofensiva del imperialismo y el capitalismo.
La unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe, a escala continental, es una carta de victoria. No cabe duda alguna al respecto ni vacilación. La lucha será larga, compleja, con marchas y contramarchas, con avances y reveses, pero al final triunfará la causa de los pueblos, será real la independencia plena de las naciones, se abrirá paso el socialismo.
Socialismo o barbarie: es el problema planteado a la humanidad. La crisis del capitalismo, sobre todo del proyecto neoliberal, es una demostración de su agotamiento e insostenibilidad, de que el mundo tiene que caminar por otro rumbo.
El socialismo es la bandera de nuestro tiempo.
¡Viva el socialismo!
¡Viva el marxismo leninismo y el pensamiento de Mariátegui!
¡Viva la unidad de los comunistas!
¡Viva la unidad de las izquierdas!
¡Viva el pueblo peruano!
¡Viva el Partido Comunista del Perú – Patria Roja!
Lima. 7 de octubre de 2009
UNA MIRADA A LA IZQUIERDA.
Por: César Lévano
Hace cinco años, un distinguido diplomático peruano cercano al APRA me decía: “Lo que más necesita el Perú es una izquierda fuerte”.●Para desgracia de nuestro país, lo que hoy tenemos es una izquierda débil. Es la izquierda más atomizada e impotente de América Latina, en una etapa en que sectores progresistas de otros lares avanzan y hasta conquistan el poder político.●Eso, en un país donde tuvimos una Izquierda Unida que captaba hasta el 30 por ciento de los votos y que fue capaz de elegir al primer alcalde socialista de una capital latinoamericana: el querido y recordado Alfonso Barrantes Lingán.●¿Qué pasó, qué hay que hacer?●Las preguntas nos inducen a una exploración procesal, que coloque los hechos en el contexto político nacional e internacional de los últimos años.●En 1989, recordemos, la Unión Soviética se desmoronó debido al descontento popular causado, como lo precisa el gran historiador Eric Hobsbawm en su “Historia del siglo XX”, por la perestroika o reestructuració n económica y política, y la glasnost o transparencia, “que significaba —expresa Hobsbawm— la desintegració n de la autoridad”.●Hubo otro factor de enorme peso: Moscú había acudido en defensa de un gobierno revolucionario en Afganistán acosado por enemigos internos islámicos, cuyo jefe era Osama bin Laden. Entonces, Washington decidió injerirse en el conflicto. Financió y armó, con novísimas armas ligeras, a los rebeldes.●Eso causó no sólo un alto costo de vidas soviéticas, sino también un gigantesco desangre económico.●Los líderes moscovitas no lo habían previsto. No se habían planteado el dilema real: o salvar a Afganistán o hundir a la Unión Soviética.●Además, en 1989 el coloso soviético no tenía un plan quincenal.●Entre agosto y fines de 1989 se derrumbó todo el bloque socialista de Europa Oriental: Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Rumania y la República Democrática Alemana.●En ese mismo año crucial de 1989, el cuatro de junio, se produjo la masacre de la Plaza Tiananmen, donde los tanques del gobierno de Pekín o Beijing abrieron fuego contra una multitud de estudiantes y obreros. Se calcula entre 300 y 400 los victimados en esa tragedia. ●Cuando, cinco meses después de Tiananmen, el 11 de noviembre de 1989, una multitud inmensa se manifestó contra el autoritarismo del régimen de la República Democrática Alemana (RDA), millón y medio de personas habían pedido permiso para abandonar el país. Los gobernantes de la RDA no quisieron imitar el ejemplo represivo de la China: no dispararon contra el pueblo. Luego caería el Muro de Berlín. ●Todo eso repercutió en la izquierda del Perú. Se tradujo en desilusión y desánimo para muchos de sus militantes.●Pero más impactante fue el proceso económico y social interno. La implantación del neoliberalismo, iniciada en el segundo régimen de Fernando Belaúnde (1980-1985) y específicamente por su ministro de Economía, Carlos Rodríguez Pastor, significó profundos cambios en la economía: se abandonó la protección a la industria nacional, se emprendió el desmontaje de las empresas asociativas generadas por la Reforma Agraria y se inició el desempleo en masa; todo lo cual debilitaría a los sindicatos y organizaciones campesinas que eran un baluarte de la izquierda.●Tampoco se puede omitir la ofensiva ideológica neoliberal dirigida por Hernando De Soto, con el apoyo de personajes como Mario Vargas Llosa. Entretanto, la izquierda no supo librar la batalla teórica.●Luego, con el primer gobierno de Alan García (1985-1990) se produjo el descalabro de la economía nacional, con una inflación galopante. Uno de sus efectos fue el descenso continuo del salario real, lo cual volvía estéril cualquier aumento de las remuneraciones.●Todo este panorama se vio agravado por la subversión terrorista desatada por Sendero Luminoso en 1980. Sus acciones violentas se dirigieron en buena parte contra dirigentes de la izquierda: campesinos, sindicalistas y educadores, especialmente. Muchos de ellos fueron asesinados por el solo hecho de ser “revisionistas”, es decir, por no compartir las ideas y los métodos supuestamente marxistas-leninista s y maoístas de Abimael Guzmán y sus huestes desaforadas.●Y la respuesta de los gobernantes sucesivos —Belaúnde, Alan García y Fujimori— fue la guerra sucia: tortura, masacres y desapariciones.●Aún más, Sendero Luminoso, al ver que los campesinos rechazaban su fundamentalismo criminal, emprendió una lucha despiadada contra los rebeldes, apodados “mesnadas”.●Así, el senderismo dividió, diezmó, desalentó y desacreditó a la izquierda nacional. Por eso no es arbitrario sostener que si la izquierda bajó en las urnas de 30 hasta 1,5 por ciento, fue en gran parte —directa e indirectamente— por el demencial accionar senderista. ●Otros factores de la gran crisis de la izquierda peruana son el dogmatismo y su hijuela, el sectarismo.●El dogmatismo elude el estudio de la teoría y de la historia, y lo sustituye por un catecismo o verdad revelada, que no se puede tocar.●Si alguien habla de los crímenes de Stalin, se le acusa de calumniar al creador del socialismo y a quien le ganó la guerra a Hitler. Pero ello significa ignorar lo que le costó al pueblo soviético, no a Stalin, crear una sociedad nueva, y que el amo del Kremlin tenía a 25,000 oficiales rojos presos cuando estalló la guerra. Algunos genios militares salieron de la cárcel al campo de batalla.●Como los dogmáticos no estudian la historia en sus fuentes más serias, tampoco saben cuánto costó al Partido Comunista Chino y al pueblo chino el triunfo de una revolución, muchos de cuyos líderes militares y políticos fueron a menudo destituidos o asesinados para preparar el culto a la personalidad del gran timonel, Mao Tse Tung, hoy Mao Zedong.●Quién revisa los documentos de la izquierda de los últimos años se asombrará de cuán petrificados se hallan. Repiten las mismas ideas con las mismas palabras de hace 30 o 40 años. ●Viejos cuadros con ideas viejas, ése es uno de los problemas de la izquierda peruana.●Un derivado del sectarismo es la ambición electoral, mejor dicho, electorera. Más que al estudio de la realidad mundial, continental y nacional, muchos se empeñan en perfilarse para una curul. Participar en las elecciones no es malo. Lo malo es ponerlas como el norte de la brújula.●Hace poco me visitó Antonio Melis, el gran mariateguista italiano. Me decía él que la derecha había barrido en Italia gracias a la división de la izquierda. “Como en todas partes”, precisó.●Un gran paso de avance para la izquierda peruana sería pensar en la necesidad de unirse en torno a un programa que apunte a la lucha por la democracia y la justicia, contra la corrupción y la traición a la patria. Un movimiento que aglutine sentimientos, intereses y objetivos de los diversos sectores que —al margen de los partidos— hoy confluyen naturalmente, disgregadamente, hacia la izquierda.●Pero, ¿cree alguien en serio que las bases se van a movilizar con la consigna de una nueva Constitución? ¿Es eso lo más importante que se le ocurre a la izquierda? ¿La gran estrategia consiste en comprometer el apoyo a éste u otro candidato presidencial, sin programa, sin compromiso, sin condiciones?●El primer reto es armar una alternativa unitaria y programática frente al neoliberalismo. Eso es lo que piensan los sectores más progresistas del país y lo que sienten en el fondo de su alma las masas populares.
LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA
Por Antonio Luna Neyra
Desde mi adolescencia y durante más de 30 años, vengo escuchando y leyendo fogosos y radicales discursos provenientes de las distintas canteras marxistas, ofreciendo salidas y propuestas de solución a los problemas del país que nunca llegaron a cumplir. Unos proponiendo reformas radicales y otros embarcándose en aventuras violentistas.
El fracaso de IU y los grupos alzados en armas, fueron los resultados más emblemáticos y desastrosos de esas alucinantes elucubraciones teóricas y prácticas equivocadas, desfasadas de la realidad y divorciadas del deseo de las masas.
Sin embargo, para muchos que simpatizamos con el Socialismo, el fracaso de esas fórmulas políticas planteadas en nombre del Socialismo, no ha mellado para nada nuestras convicciones socialistas, porque comprendemos que lo que falló en estos proyectos políticos no fueron las Matemáticas sino los profesores de matemáticas que no supieron sumar ni restar y querían que los alumnos aprendan a cocachos.
Esa experiencia nos ha enseñado, otra vez, que para triunfar políticamente no es necesario contar con una vanguardia iluminada que maneje un discurso radicaloide y muestre una alta dosis de entusiasmo y valentía, sin tomar en cuenta las condiciones concretas de la lucha de clases, sus correlaciones de fuerzas y sus tendencias fundamentales, creyendo seguramente que es más revolucionario el que es más radical y no el que es más realista y más consecuente con sus propuestas, y que cualquier momento puede ser bueno para aplicar sus dogmáticas recetas.
Demostrando no haber aprendido la lección, éstos mismos teóricos que dirigieron mal la lucha popular y llevaron a las masas y a sus organizaciones populares al fracaso y casi liquidación, reaparecen ahora cada uno desde sus propios feudos políticos y sin una pisca de arrepentimiento ni autocrítica, para intentar nuevamente imponer sus estrategias de clisé, producto de la imaginación y el empirismo, para, según ellos, sacar a nuestro país de la miseria, el atraso y la dependencia en que se encuentra.
Basta comprobar el estado actual en que se encuentra el campo enemigo y el nuestro, para darnos cuenta que, hoy, más que nunca, una salida “revolucionaria y estratégica” a los problemas del país, como plantean algunos desubicados marxistas, es un sueño de opio, una quimera tanto o más irreal e imposible de conseguir como la que IU en los 80 y 90 y los grupos alzados en armas en los 60 y los 80 se propusieron alcanzar.
En aquéllas épocas, por lo menos en los 80, la izquierda socialista peruana era la segunda fuerza política en el país después de la socialdemocracia aprista y existía el bloque socialista internacional liderado por la URSS que disputaba de igual a igual el mercado y la hegemonía mundial a los EE.UU, que hoy ya no existe. El imperialismo Unipolar, a quien muchos obtusos le diagnosticaron su pronto fallecimiento, fue capaz, como muchas veces lo advirtió Lenin, no solo de socavar y traerse abajo -después de una larga y ardua lucha ideológica y política por la restauración capitalista- a la primera potencia socialista y a la amplia mayoría de países socialistas, sino además pudo poner en neutro a China, inventar la globalización e imponer en todos los países el neoliberalismo, la política de los grandes monopolios.
Hoy, a pesar de la severa crisis financiera internacional que ha remecido los cimientos de las grandes potencias capitalistas y la creciente profundizació n de sus contradicciones interimperialistas en este mundo Multipolar, el imperialismo sigue demostrando que no es ningún tigre de papel ni un adversario fácil de derrotar y, menos aún, por pueblos y naciones que lamentablemente se encuentran en medio del atraso político, de la fragilidad ideológica y de su mayor dispersión orgánica.
La sabiduría de los pueblos de América Latina, sin embargo, ha hecho que, luego de la debacle socialista soviética -anunciada por Mao desde 1964- y la caída del muro de Berlín a fines de los 80 y tras el banquete capitalista neoliberal de las últimas décadas, surjan movimientos y gobiernos antiimperialistas, nacionalistas y democráticos orientados hacia el Socialismo, decididos a enfrentar al imperialismo y sus socios menores y dispuestos a solucionar los problemas más álgidos e inmediatos de sus pueblos.
Alternativa concreta y viable que el Partido Nacionalista, el Movimiento Tierra y Libertad y otras agrupaciones de la izquierda peruana vienen recogiendo del sentir popular y extrayendo de las tendencias de las masas hacia su unidad, la democracia, la defensa de la Soberanía, los derechos humanos y el medio ambiente.
Esta es la tarea concreta que tiene la izquierda: construir su unidad más amplia y con la mayor democracia posible sobre la base de un programa de gobierno de transformació n del país a favor de los trabajadores y el pueblo. Aquí hay que concentrar nuestra principal atención y energías, dejando en libertad que cada fuerza política siga desarrollando sus propias teorías y cálculos políticos del futuro. La izquierda marxista tiene aquí la mejor oportunidad para rectificarse y aunarse a este torrente unitario, antiimperialista, democrático y popular.
Por Antonio Luna Neyra
Desde mi adolescencia y durante más de 30 años, vengo escuchando y leyendo fogosos y radicales discursos provenientes de las distintas canteras marxistas, ofreciendo salidas y propuestas de solución a los problemas del país que nunca llegaron a cumplir. Unos proponiendo reformas radicales y otros embarcándose en aventuras violentistas.
El fracaso de IU y los grupos alzados en armas, fueron los resultados más emblemáticos y desastrosos de esas alucinantes elucubraciones teóricas y prácticas equivocadas, desfasadas de la realidad y divorciadas del deseo de las masas.
Sin embargo, para muchos que simpatizamos con el Socialismo, el fracaso de esas fórmulas políticas planteadas en nombre del Socialismo, no ha mellado para nada nuestras convicciones socialistas, porque comprendemos que lo que falló en estos proyectos políticos no fueron las Matemáticas sino los profesores de matemáticas que no supieron sumar ni restar y querían que los alumnos aprendan a cocachos.
Esa experiencia nos ha enseñado, otra vez, que para triunfar políticamente no es necesario contar con una vanguardia iluminada que maneje un discurso radicaloide y muestre una alta dosis de entusiasmo y valentía, sin tomar en cuenta las condiciones concretas de la lucha de clases, sus correlaciones de fuerzas y sus tendencias fundamentales, creyendo seguramente que es más revolucionario el que es más radical y no el que es más realista y más consecuente con sus propuestas, y que cualquier momento puede ser bueno para aplicar sus dogmáticas recetas.
Demostrando no haber aprendido la lección, éstos mismos teóricos que dirigieron mal la lucha popular y llevaron a las masas y a sus organizaciones populares al fracaso y casi liquidación, reaparecen ahora cada uno desde sus propios feudos políticos y sin una pisca de arrepentimiento ni autocrítica, para intentar nuevamente imponer sus estrategias de clisé, producto de la imaginación y el empirismo, para, según ellos, sacar a nuestro país de la miseria, el atraso y la dependencia en que se encuentra.
Basta comprobar el estado actual en que se encuentra el campo enemigo y el nuestro, para darnos cuenta que, hoy, más que nunca, una salida “revolucionaria y estratégica” a los problemas del país, como plantean algunos desubicados marxistas, es un sueño de opio, una quimera tanto o más irreal e imposible de conseguir como la que IU en los 80 y 90 y los grupos alzados en armas en los 60 y los 80 se propusieron alcanzar.
En aquéllas épocas, por lo menos en los 80, la izquierda socialista peruana era la segunda fuerza política en el país después de la socialdemocracia aprista y existía el bloque socialista internacional liderado por la URSS que disputaba de igual a igual el mercado y la hegemonía mundial a los EE.UU, que hoy ya no existe. El imperialismo Unipolar, a quien muchos obtusos le diagnosticaron su pronto fallecimiento, fue capaz, como muchas veces lo advirtió Lenin, no solo de socavar y traerse abajo -después de una larga y ardua lucha ideológica y política por la restauración capitalista- a la primera potencia socialista y a la amplia mayoría de países socialistas, sino además pudo poner en neutro a China, inventar la globalización e imponer en todos los países el neoliberalismo, la política de los grandes monopolios.
Hoy, a pesar de la severa crisis financiera internacional que ha remecido los cimientos de las grandes potencias capitalistas y la creciente profundizació n de sus contradicciones interimperialistas en este mundo Multipolar, el imperialismo sigue demostrando que no es ningún tigre de papel ni un adversario fácil de derrotar y, menos aún, por pueblos y naciones que lamentablemente se encuentran en medio del atraso político, de la fragilidad ideológica y de su mayor dispersión orgánica.
La sabiduría de los pueblos de América Latina, sin embargo, ha hecho que, luego de la debacle socialista soviética -anunciada por Mao desde 1964- y la caída del muro de Berlín a fines de los 80 y tras el banquete capitalista neoliberal de las últimas décadas, surjan movimientos y gobiernos antiimperialistas, nacionalistas y democráticos orientados hacia el Socialismo, decididos a enfrentar al imperialismo y sus socios menores y dispuestos a solucionar los problemas más álgidos e inmediatos de sus pueblos.
Alternativa concreta y viable que el Partido Nacionalista, el Movimiento Tierra y Libertad y otras agrupaciones de la izquierda peruana vienen recogiendo del sentir popular y extrayendo de las tendencias de las masas hacia su unidad, la democracia, la defensa de la Soberanía, los derechos humanos y el medio ambiente.
Esta es la tarea concreta que tiene la izquierda: construir su unidad más amplia y con la mayor democracia posible sobre la base de un programa de gobierno de transformació n del país a favor de los trabajadores y el pueblo. Aquí hay que concentrar nuestra principal atención y energías, dejando en libertad que cada fuerza política siga desarrollando sus propias teorías y cálculos políticos del futuro. La izquierda marxista tiene aquí la mejor oportunidad para rectificarse y aunarse a este torrente unitario, antiimperialista, democrático y popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario