por Frei Betto
El Brasil es un país cada vez más viejo. De aquí a 20 años la pirámide etaria brasileña va a ponerse cabeza abajo. El número de personas mayores de 80 años crecerá un 6% al año (hoy aumenta un 4% al año), mientras que caerá la fecundidad y la población total comenzará a disminuir. En el 2010 comenzará a disminuir la franja de entre 15 y 29 años. Son datos de la investigación de Ana Amelia Camarano, del Ipea.En la década de 1980 se creía que la población brasileña llegaría a los 200 millones en el año 2000. Sin embargo hoy somos 190 millones. Debido a la caída de la fecundidad -que hoy es de 1.8 hijos por mujer- sólo alcanzaremos aquella cifra en el 2020. Y en el 2030 el Brasil tendrá 206.8 millones de habitantes. Pero diez años después caerá a 204.7 millones.Tales cambios tendrán repercusión en la seguridad social, que hoy cubre al 60% de la fuerza laboral del país, aunque sin amparar al 33.2% de los trabajadores informales.Tendrá efectos también en el mercado de trabajo. Para evitar un número excesivo de parados, el país tendrá que invertir en salud ocupacional y apartar los prejuicios contra el trabajo de los mayores. En algunos países los mayores tienen preferencia en ciertas ocupaciones profesionales.Las familias grandes, como la mía -8 hermanos- van a quedar para los álbumes de fotos. Hoy la media nacional, tanto entre los ricos como entre los pobres, es de 2.2 hijos por familia.En Brasil la cantidad de ancianos (21 millones) ya supera a la de niños (19.4 millones). Rio de Janeiro es el estado con mayor índice de personas con más de 60 años (14.9%).La fecundidad entre jóvenes de 15 a 19 años, creciente hasta el 2000, debido a la erotización de la cultura consumista y a la sexualidad precoz, hoy va en retroceso. Aunque aumenta el número de niñas madres que viven con sus padres o abuelos.La media nacional de durabilidad conyugal es de siete años. El número de mujeres se amplía en el mercado laboral, de modo que hoy día ellas son responsables del 40% de los ingresos familiares y gobiernan el 43% de las familias brasileñas. Sin embargo, aunque por una parte ellas tienen menos hijos, más ingresos y mayor escolaridad, por otra parte continúan asumiendo, al contrario que el varón, doble jornada de trabajo. La investigación demuestra que la mujer que trabaja emplea 20.9 horas semanales en el cuidado de la casa, mientras los varones le dedican apenas 9.2 horas.Hacerse viejo se ha convertido en tabú. Una de las causas es la deshistorización del tiempo provocada por la ideología neoliberal, de modo que nos inculca la noción griega de tiempo cíclico, que neutraliza los proyectos históricos y nos mete la idea de perennización del presente; léase: fuera del capitalismo la humanidad no tiene futuro. De ese modo todos queremos morir jóvenes y esbeltos. Es el elixir de la eterna juventud en frascos de virtualidad... ¡Aúpa los ejercicios y las cirugías plásticas!En mi infancia la niñez era la edad entre 0 y 11 años; la adolescencia entre 11 y 18; juventud entre 18 y 30; adulto se era entre los 30 y los 50; y viejo después de los 50. Hoy día se tiene la impresión de que la niñez va de 0 a los 20 años -cuando se depende excesivamente de los cuidados paternos-; la adolescencia de los 20 a los 40, debido a la inseguridad en las opciones de vida; y joven de los 40 en adelante, aunque se tenga 70 ó 90...Nadie quiere ser llamado viejo. Por eso se emplean eufemismos: tercera edad, dign/idad, mejor edad (mentira, soy viejo y tuve mi mejor edad entre los 20 y los 30 años). Pero si se trata de adoptar un eufemismo realista sugiero a los mayores que se consideren la camada de la eterna edad, pues ya estamos próximos a ella.La contradicción es que, mientras aumentan los derechos sociales de los mayores de 65 años -transporte colectivo gratuito, filas exclusivas, descuentos en hospedajes...- se reducen los hábitos de respeto hacia ellos. Es raro ver a un joven que ceda el asiento en el autobús o en el metro a un anciano o que lo ayude a atravesar la calle. Hace días vi a una comercianta negar el sanitario a una señora de más de 80 años.No hay nada más ridículo que los viejos que se niegan a aceptar las señales de la vejez y buscan todo tipo de tratamiento estético para encubrirlas. Olvidan que la jovialidad no es una cuestión de apariencia sino de cerebro. Conozco personas achacosas con apenas 30 años y personas juveniles con 92, como es el caso de mi madre, que lee dos periódicos diarios, sigue el noticiero de la televisión y participa en un movimiento de reflexión y solidaridad.Hay que saber envejecer con sabiduría. Ya los antiguos, como Aristóteles, nos prescribían la receta: amistades, ejercicios físicos, alimentación sana y cultivo de la espiritualidad.Envejecemos irremediablemente cuando dejamos de soñar con los ojos abiertos.
Fuente: Adital
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