MUJER PROLETARIA, LUCHADORA SOCIAL Y GESTORA DE LAS FUTURAS GENERACIONES DE LIBERTARIOS
En esas fechas que coinciden con “celebraciones” de parte de sectores feministas burgueses y pequeños burgueses, del “día de mujer”, las y los libertarios debemos enarbolar más que nunca las banderas del Día Internacional de la Mujer Proletaria, como una fecha de conmemoración y de lucha. La mujer en nuestros países -no podemos negar esta realidad- padece, por encima del varón proletario, la explotación de clase y la explotación de género (sexismo), de parte de la sociedad y el propio Estado, que promueven esas prácticas para mantener “domesticadas” sus potencialidades como luchadora social y sujeto de transformación de la sociedad.
CONMEMORACIÓN CON LUCHA Y AGITACIÓN Recordemos y conmemoremos en esa fecha la bravura y el temple de la mujer trabajadora, desde aquella que día a día afronta las difíciles y extenuantes labores en las fábricas o bajo el yugo de empresas que la sobreexplotan -de la misma forma que a sus compañeros varones-, donde muchas veces, están sujetas al acoso sexual y otras prácticas machistas aceptadas cínicamente por la sociedad y la patronal. Celebremos la pujanza y la fuerza de la mujer campesina que no duda en tomar el arado ella misma y abrir los surcos para hacer brotar frutos de la tierra estéril sobre la cual supervive junto a su prole. Celebremos asimismo, a la mujeres estudiantes y profesionales de extracción proletaria, con mentalidad clasista, que habiendo alcanzado una conciencia de clase, reconocen la misión histórica del proletariado y desde sus ámbitos y espacios laborales, gremiales o sindicales pugnan por la transformación social de esta sociedad. Celebremos entonces, el valor de estas heroínas del día a día, que siempre están presentes con el corazón y los puños en alto, en la protestas, movilizaciones, reclamos, y generación de espacios y organizaciones de bases, populares, sin aspirar a las posiciones de dominio y poder dentro del Estado burgués, que no conllevan a una falsa “liberación” o “igualdad” del género. Este discurso de asimilación de la mujer a los ámbitos del poder explotador y de dilución de su potencial revolucionario, es el que pregonan las feministas burguesas y pequeño burguesas. Así sólo contribuyen a profundizar la esclavitud de la mujer como ser humano y brindan un maquillaje al sistema opresor y represor.
LA SUBLEVACION DE LAS 20 MIL COSTURERAS El origen de esta fecha conmemorativa está, al igual que el día del proletariado internacional, en un hecho clave producido en el fragor de las primeras batallas de la clase obrera contra el capital: Es decir, en un contexto de agudización de la lucha de clases. El año 1909 las obreras de la fábrica de blusas Triangle (New York), iniciaron una contundente lucha contra las condiciones extremas de explotación que padecían en sus centros laborales. En ese entonces las obreras debían afrontar jornadas diarias de 15 horas, en locales hacinados, sin condiciones de seguridad e higiene algunas y sin derecho a organizarse siquiera. Los talleres eran espacios incómodos en los que eran encerrada con candado, cual mazmorras siniestras, bajo la supervisión de los capataces, que eran la extensión del látigo del patrón, que cada error o demora lo castigaba con sanciones y multas a las obreras. Una de las acciones más significativas de estas protestas fue la sublevación de las 20,000 Costureras. En este contexto surgió la directiva histórica que movilizó la protesta de la clase obrera desde entonces: “A igual trabajo, igual salario”. Ya desde entonces la mujer proletaria tomó conciencia de la doble opresión que padece bajo el capitalismo: La opresión de género y la opresión de clase. El hecho que colmó la indignación del proletariado en general fue el incendio producido en Triangle, el 25 de marzo de 1911 con las obreras dentro de los talleres, con los diferentes ambientes y vías de salida cerradas, e incluso escaleras inexistentes o que no alcanzaban hasta el suelo. Trágicamente, las escaleras de los bomberos que acudieron a socorrer el siniestro no alcanzaban hasta el sexto piso. De esta forma murieron calcinadas 147 obreras y varios cientos resultaron heridas con graves quemaduras o por asfixia. El entierro multitudinario de las compañeras fallecidas se convirtió en un mitin de protesta y reivindicación, donde quedó de manifiesto, el homenaje a las proletarias revolucionarias y no a la “mujer” explotada y sumisa, en abstracto, pues nació en el fragor de la lucha de clases, al igual que el día del proletariado internacional, y vanamente la burguesía y la pequeña burguesía pretenden diluir en “celebraciones” del “trabajo” o de un “género” en oposición a otro, descontextualizando su significación, raigambre y mensaje revolucionario.
DESLINDE CON EL FEMINISMO BURGUÉS Por ello, la “Sublevación de las 20 mil costureras”, es una conmemoración de la mujer proletaria, de la luchadora social, de la revolucionaria, que hoy más que nunca levanta las banderas de guerra contra el Capitalismo y el Imperialismo, los principales enemigos de, enarbolando desde entonces las banderas del socialismo, única garantía de la edificación de una sociedad justa, sin Estado, sin clases sociales, sin partidos políticos, ni injusticia ni explotación de ningún tipo, es decir, el Comunismo Libertario. Poner en relevancia la esencia de esta conmemoración es la mejor forma de eliminar esas teorías reaccionarias del feminismo burgués y pequeño burgués, que enfatizan en la opresión de género y pretenden la emancipación como una serie de reivindicaciones que enfatizan en el ascenso social y laboral o la conquista de espacios dentro de la estructura de explotación y represión social, en el ámbito privado y en el ámbito estatal. Es decir, desenmascarar que el feminismo burgués en todos sus matices, busca montarse sobre esta conmemoración, para diseminar el confusionismo ideológico y sembrar en el proletariado femenino la traición y el oportunismo.
MUJER Y MADRE PROLETARIA La mujer cumple un papel clave en la familia proletaria: La madre es la primera educadora del nuevo ser, y en tal sentido, la obrera, la campesina, la mujer progresista, son las maestras de las futuras generaciones de luchadores sociales que deben constituirse en los cuadros que la revolución social libertaria necesita, para arrasar con la explotación burguesa capitalista de la faz de la tierra. Es por ello necesario rescatar el carácter clasista de la conmemoración del “Día de la Mujer Proletaria”, que debe estar orientada a reafirmar en la lucha social misma los valores y aspiraciones de la clase trabajadora. Que el proletariado femenino recuerde que sólo con su acción directa y sembrando la semilla de la revolución social logrará su emancipación: La verdadera y completa liberación de la opresión de clase y género que aflige a la mujer trabajadora se dará con su emancipación de la esclavitud capitalista e imperialista.
II
MIGUELINA ACOSTA CÁRDENAS: LUCHADORA SOCIAL LIBERTARIA
Aunque no se haya tocado mucho este tema, existen en nuestro país referentes históricos de mujeres libertarias. Este es el caso de Miguelina Aurora Acosta Cárdenas. Nacida en Yurimaguas en octubre de 1898, Miguelina fue hija de un empresario cauchero, y tuvo la oportunidad de viajar por Europa, donde estuvo en contacto con las nuevas ideas. Según señalan algunos investigadores que se han indagado en su obra y acción social, “Miguelina, siempre se caracterizó por su independencia. Era dueña de un espíritu libre y de una gran generosidad”. A su regreso de Europa, imbuida ya de las nuevas ideas libertarias, fundó el Colegio de Señoritas de su ciudad natal y también el primer centro de educación inicial. Una vez en Lima, tras algunos obstáculos iniciales, logró ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde cursó estudios en la Facultad de Letras, y posteriormente en la de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, graduándose en 1920 con la tesis “Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica social de la mujer”. Su doctorado lo obtuvo con la tesis “Reformas necesarias del código civil común peruano tendientes a hacer efectiva la igualdad civil y jurídica del hombre y la mujer”. En ellas planteaba ya el derecho de las mujeres a sufragar en las elecciones.
ORGANIZADORA Y LUCHADORA SOCIAL Miguelina llegó a ser Presidenta de la Federación de Universitarias Peruanas, que agrupaba a estudiantes universitarias y a profesionales, y cuya finalidad era mantener un intercambio intelectual con todas las instituciones femeninas del país y del extranjero, principalmente los gremios estudiantiles. Desde este espacio se planteaba “generalizar la educación secundaria para la mujer e incrementar las organizaciones obreras femeninas”. Para dicho fin se propuso “desarrollar un plan de Extensión Universitaria, organizando comisiones de propaganda y enseñanza”. Miguelina Acosta Cárdenas fue la primera mujer abogada en la historia del Perú. Y desde ese espacio ganado para su género, abrió su estudio al público para defender a las obreras y de mujeres en los procesos judiciales. Desde muy joven estuvo imbuida de una grande, admirable y tenaz emoción social, Miguelina, apenas con 19 años de edad, se integró a la Asociación Pro – Indígena (1), asumiendo la dirección junto a Dora Mayer, otra destacada luchadora por los derechos de la mujer peruana, el semanario La Crítica, de tendencia anarcosindicalista, entre 1917 y 1919. También fue secretaria de las asociaciones feministas “Evolución Femenina”, “Sección Femenina de la Liga Agraria” y de su anexo “El Bazar Nacional”. Fue socia honoraria de la “Sociedad Labor Feminista” y presidenta del “Comité Femenino Pro – Abaratamiento de las Subsistencias”. “Participó en la Conferencia Pan Americana de Mujeres que se llevó a cabo en Lima en 1924, con la ponencia “Creación de maestros rurales ambulantes”. Formó parte de la “Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en el Perú”. Es decir, fue una gran activista por los derechos de la mujer proletaria. Estuvo muy cercana al movimiento obrero, sobre todo al anarcosindicalismo. Fue asesora de varios sindicatos, principalmente en el Callao. Ella, en persona participó en la propia lucha sindical y obrera contra el alza del precio de la subsistencia, haciendo huelga de hambre en el Callao. Miguelina Acosta Cárdenas era simpatizante de las ideas anarquistas, de su impulso a la lucha por un mundo justo y mejor, dentro de cuya batalla por la transformación social, la mujer tenía un papel protagónico. Es así como su sola presencia realzaba los actos y conmemoraciones de las organizaciones obreras donde era convocada y querida.
POLEMICA CON MARIATEGUI Así mismo, Miguelina Acosta fue colaboradora activa en la prensa obrera de ese tiempo: El Obrero Textil, La Crítica y Amauta en la década de 1920, fueron las publicaciones más destacadas que publicaron sus artículos. Una discrepancia suya, con algunos textos de José Carlos Mariátegui llevaron a este a hacer ciertas precisiones ante estas “observaciones justas”. Esto aparece en un pie de página de “Los Siete Ensayos” (2). “La montaña, sociológica y económicamente carece aun de significación”, había afirmado temeraria y charlatanescamente el “amauta”, en algunos de sus textos previos a uno de sus “ensayos”. Sin embargo, ante la contundente réplica de doña Miguelina, recordándole el auge del caucho y la importancia en la economía nacional que significó esto, además de la importancia de tener en cuenta la sociología de su población diversa, Mariátegui sólo “aclara” que Miguelina está en lo correcto y que sí debe considerarse a Loreto como una Región “mas no al resto de la Montaña”. Acepta también su ignorancia respecto a la sociología de la “Montaña”, que lo llevó en sus textos a relegarla en su importancia en el movimiento comercial. Es decir, no termina rectificando sus afirmaciones, sino intenta acomodar los hechos que la contradicen al conjunto de sus afirmaciones. Es decir, trata de dorar la píldora. Lamentablemente, en este caso, Mariátegui hace gala de una pobre capacidad de debate y de mucho de soberbia en proponer conclusiones sobre la base de afirmaciones subjetivas y no hechos concretos. Así, en un intento de “contentar” a doña Miguelina, y quizás tratando de prever astutamente una nueva réplica, termina aceptando que “no se puede dejar de considerar a Loreto como una Región”, pero precisa, “a Loreto y no a la Montaña”. Es decir, sólo acepta las “tradiciones y costumbres propias” de los pueblos de Loreto… ¿y de los pueblo del resto de la Selva o “Montaña”?. Así de ardorosa defensora de su género, del proletariado y de los pobres y marginados de todas partes, era doña Miguelina Acosta Cárdenas.
EL LEGADO DE MIGUELINA A LA MUJER PERUANA Miguelina Acosta era una convencida que a través de la educación el pueblo podría acceder a una sociedad más justa, por ello defendió la instrucción racionalista y laica para las mujeres. Así, instruyó a las mujeres obreras a cultivarse intelectualmente y destruir la ignorancia y luchar contra los prejuicios que refrenaban su rol de maestras y moldeadoras de las generaciones futuras. Instaba a las proletarias y trabajadoras a asistir a los centros donde se impartían conocimientos que las doten de las herramientas para emanciparse, centros de educación como las recién emergentes “universidades populares”. Como hacen referencia algunos trabajos respecto a su vida y obra (3), doña Miguelina “defendió el derecho de las mujeres al trabajo y a un salario justo, de la misma manera que reflexionó acerca del respeto hacia la mujer tanto en la esfera doméstica como en el ámbito público, declarándose en contra de que las mujeres fueran tuteladas”. Su activismo, y lo avanzado de sus ideas y propuestas le conllevaron no pocas dificultades en su vida profesional y la marginación en algunos sectores. Sin embargo, ella siguió bregando en favor de las luchas sociales y la educación del pueblo, dictando clases en las escuelas de capacitación de obreras, en torno a sus derechos y desarrollo de sus potencialidades. Cabe señalar que en el número 12 de la revista Amauta, en 1928, escribió un artículo en torno al derecho de los niños indígenas a la educación. En dicho artículo, tras dar un panorama de la realidad educativa, propone el establecimiento de escuelas itinerantes. Su intensa actividad social y política en apoyo a los más humildes y explotados de su país y del mundo se vio interrumpida el 26 de octubre de 1933। En esa fecha, y a la edad de apenas 35 años, Miguelina Acosta Cárdenas falleció, legando a todas las mujeres proletarias y luchadoras sociales una muy fructífera labor y ejemplo que esperemos sea siempre imitado y enriquecido. (JR)
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Notas:
1. El Comité Central de la Asociación Pro-Indígena se disolvió en 1916, aunque varios de sus delegados todavía siguieron actuando en diversas provincias del interior del Perú. Así, se llegó a formar el Comité Central Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo, en 1919, por líderes indígenas, ex delegados provincianos de la Pro-Indígena y emigrantes provincianos y obreros anarcosindicalistas. Sus principales dirigentes fueron Samuel Núñez Calderón, Hipólito Salazar, Juan Hipólito Pévez, Carlos Condorena o Ezequiel Urviola, con el apoyo de Dora Mayer, Pedro S. Zulen, Francisco Chuquihuanca Ayulo y Manuel Antonio Quiroga, José Antonio Encinas, Hildebrando Castro Pozo, Erasmo Roca y Miguelina Acosta Cárdenas. Fruto de esta labor fue el Primer Congreso Indígena Tahuantinsuyo, una verdadera revelación de auténtica iniciativa indígena, celebrado en Lima para el Centenario de la Independencia Nacional, en 1921. El surgimiento de la Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo no sólo tuvo que ver con el noble trabajo que la Pro-Indígena había desarrollado entre 1909 y 1916, sino también con el influjo de las propuestas indigenistas de Manuel González Prada, la abnegada labor a favor de la redención social del indio que desde 1904 venían desplegando los anarquistas y, sobre todo, con el despertar de los mismos indígenas.
2. La Nota 4 del Ensayo de Mariátegui “Regionalismo y centralismo”, que a la letra dice: “El valor de la montaña en la economía peruana – me observa Miguelina Acosta – no puede ser medido on los datos de los últimos años. Estos años corresponden a un período de crisis, vale decir, a un período de excepción. Las exportaciones de la montaña no tienen hoy casi ninguna importancia en la estadística del comercio peruano, pero la han tenido y muy grande, hasta la guerra. La situación actual de Loreto es la de una región que ha sufrido un cataclismo. Esta observación es justa. Para apreciar la importancia económica de Loreto es necesario no mirar sólo a su presente. La producción de la montaña ha jugado hasta hace pocos años un rol importante en nuestra economía. Ha habido una época en que la montaña empezó a adquirir el prestigio de un El Dorado. Fue la época en que el caucho apareció como una ingente riqueza de inmensurable valor. Francisco García Calderón, en El Perú contemporáneo, escribía hace aproximadamente veinte años que el caucho era la gran riqueza del porvenir. Todos compartieron esta ilusión. Pero, en verdad, la fortuna del caucho dependía de circunstancias pasajeras. Era una fortuna contingente, aleatoria. Si no lo comprendimos oportunamente fue por esa facilidad con que nos entregamos a un optimismo panglossiano cuando nos cansamos demasiado de un escepticismo epidérmicamente frívolo. El caucho no podía ser razonablemente equiparado a un recurso mineral, más o menos peculiar o exclusivo de nuestro territorio. La crisis de Loreto no representa una crisis, más o menos temporal, de sus industrias. Miguelina Acosta sabe muy bien que la vida industrial de la Montaña es demasiado incipiente. La fortuna del caucho fue la fortuna ocasional de un recurso de la floresta, cuya explotación dependía, por otra parte, de la proximidad de la zona – no trabajada sino devastada – a las vías de transporte. El pasado económico de Loreto no nos demuestra, por consiguiente, nada que invalide mi aserción en lo que tiene de sustancial. Escribo que económicamente la Montaña carece aún de significación. Y, claro, esta significación tengo que buscarla, ante todo, en el presente. Además, tengo que quererla parangonable o proporcional a la significación de la Sierra y de la Costa. El juicio es relativo. Al mismo concepto de comparación puedo acogerme en cuanto a la significación sociológica de la Montaña. En la sociedad peruana distingo dos elementos fundamentales, dos fuerzas sustantivas. Esto no quiere decir que no distinga nada más. Quiere decir solamente que todo lo demás, cuya realidad no niego, es secundario. Pero prefiero no contentarme con esta explicación. Quiero considerar con la más amplia justicia las observaciones de Miguelina Acosta. Una de éstas, la esencial, es que de la sociología de la Montaña se sabe muy poco. El peruano de la Costa, como el de la Sierra, ignora al de la Montaña. En la Montaña, o más propiamente hablando, en el antiguo departamento de Loreto, existen pueblos de costumbres y tradiciones propias, casi sin parentesco con las costumbres y tradiciones de los pueblos de la Costa y de la Sierra. Loreto tiene indiscutible individualidad en nuestra sociología y en nuestra historia. Sus capas biológicas no son las mismas. Su evolución social se ha cumplido diversamente. A este respecto, es imposible no declararse de acuerdo con la doctora Acosta Cárdenas, a quien toca, sin duda, concurrir al esclarecimiento de la realidad peruana con un estudio completo de la sociología de Loreto. El debate sobre el tema del regionalismo no puede dejar de considerar a Loreto como una región (Es necesario precisar: A Loreto, no a la “Montaña”). El regionalismo de Loreto es un regionalismo que, más de una vez ha afirmando insurreccionalmente sus reivindicaciones. Y que, por ende, si no ha sabido ser teoría, ha sabido en cambio ser acción. Lo que a cualquiera le parecerá, sin duda, suficiente para tenerlo en cuenta”.
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