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domingo, 6 de noviembre de 2011

EL SOCIALISMO SIGUE SIENDO LA BANDERA DE NUESTRO TIEMPO

MENSAJE CON OCASIÓN DEL 83 ANIVERSARIO DEL PARTIDO

Estimados amigos y camaradas:
Permítanme expresarles el agradecimiento por vuestra presencia en este acto conmemorativo de la fundación del Partido. Nos sentimos contentos y reconocidos, alentados por este estímulo moral.

Con independencia del proceso siempre complejo, muchas veces conflictivo y acaso errático en el rumbo seguido por el Partido Comunista en ciertos momentos de su prolongada existencia, como organización política el Partido Comunista y el tronco común del cual proviene, tienen un lugar en la historia de la nación como defensor de los intereses de los trabajadores, luchador por la independencia y la soberanía nacionales, impulsor de las batallas por el desarrollo y la justicia social, persistente promotor de la democracia y de la integración. Pero, sobre todo, desde su fundación, un compromiso irrenunciable en la lucha por el socialismo, su razón de ser y objetivo estratégico a conquistar.
Luego del derrumbe de la exURSS se extendió el viento oscuro de la negación del socialismo como aspiración transformadora de los trabajadores y de los pueblos del mundo. Se difundió la idea del fin de las ideologías con el propósito de eternizar la ideología liberal, en particular su expresión extrema, el neoliberalismo, como la ideología única y universal, y el capitalismo como la cúspide del desarrollo humano, inmutable en el tiempo y obligatorio para todos los países del planeta. Llevados por la vorágine de una victoria que creían definitiva, con el encumbramiento de los Estados Unidos como el país hegemónico del siglo XXI, decretaron el Estado mínimo y todo el poder al mercado; declararon obsoleta la soberanía de los Estados y naciones, excepto la suya; consagraron el dominio de los monopolios y las multinacionales, y ofrecieron un mundo de libertad y progreso mientras despachaban a los confines del planeta sus flotas, aviones de guerra y cohetes para imponer el orden que necesitaban para garantizar su hegemonía.
Han transcurrido apenas dos décadas y lo que se ve es la humillación de la potencia más poderosa de todos los tiempos en Irak y Afganistán; el colapso del neoliberalismo y su parafernalia ideológica y económica herida gravemente con la crisis que se inicia el 2008 y la inminente recesión que se anuncia para el 2012, cuyos mástiles ya son perceptibles en el horizonte.
El predominio del capital financiero, sin regulaciones que impidan el desmadre de fondos especulativos de toda especie que, como una caja de mago, permite que el dinero genere más dinero sin ingresar en la esfera productiva; el estímulo a un consumismo desbocado más allá de la capacidad de compra de las personas recurriendo al crédito barato; la absorción del ahorro mundial por los Estados Unidos, cuya deuda pública se incrementa sin cesar superando en estos momentos los 15 millones de millones de dólares, y a escala mundial por encima de los 62 millones de millones de dólares, casi el equivalente al PIB mundial que está por los 70 millones de millones de dólares, explican parte de la crisis actual.
La paradoja es que cuanto más se predica acerca de las bondades reguladoras del mercado, de la mano invisible a que se refirió Adam Smith, los bancos y todo el sistema financiero, las grandes empresas industriales, necesitan del salvataje del Estado, por tanto, del ahorro nacional para impedir la bancarrota y seguir acumulando enormes fortunas, esquilmando a los ciudadanos. La consecuencia de ello es que los Estados del capitalismo central cargan a su cuenta enormes deudas que trasladan a los trabajadores. Los despidos y la desocupación en masa, la reducción de los salarios, la pérdida de otros derechos adquiridos mediantes luchas, constituyen parte de su respuesta para “salir de la crisis”.
No nos encontramos frente a una crisis más, frecuente en el sistema capitalista. En el trasfondo lo que se abre paso es una crisis de la civilización capitalista. Podemos afirmar que el sistema mismo, que carga en sus espaldas medio milenio, avanza hacia el colapso. Porque la crisis no es sólo económica y financiera, es también ambiental, energética, alimentaria, moral. Es la crisis de un sistema y una civilización que mercantiliza al ser humano, construye un ideal de vida insostenible, degrada el entorno ambiental a escala planetaria, de consecuencias que ponen en riesgo la misma sobrevivencia humana. Si en el pasado podían recurrir a la guerra para resolver el control de los mercados y salir de las crisis de sobreproducción, los nuevos tiempos tornan cada vez difícil una salida de ese tipo, pues sus consecuencias serían inmensamente más devastadoras que la Primera y la Segunda Guerra Mundial del siglo pasado.
Cuánta razón le asistía al presidente Roosevelt, insospechable de comunismo, quien gobernó Estados Unidos por tres períodos consecutivos, cuando en vísperas de las elecciones de 1936 declaró: “Ahora sabemos que un gobierno en manos del capital organizado es igual de peligroso que un gobierno en manos del crimen organizado”. Porque el poder real ya no reside ahora en lo gobiernos, sino en los poderes fácticos, es decir económico y financiero articulado globalmente.
Nos encontramos, pues, en una encrucijada histórica, acaso la más decisiva y riesgosa que le ha tocado vivir a la humanidad: está en juego la misma sobrevivencia de la especie amenazada por la acción irresponsable de los mismos seres humanos, por un sistema basado en la ganancia, en el mercado, en la explotación y en la irracionalidad, de suyo insostenibles.
Afortunadamente, asistimos a cambios importantes en la correlación de fuerzas, echando por la borda el hegemonismo norteamericano. El impetuoso crecimiento económico a la par que el posicionamiento en el escenario mundial de los países emergentes, con China, India, Rusia, Brasil, a la cabeza, está modificando el cuadro de la política mundial y dando paso del unilateralismo al multilateralismo. Esperamos todos que sea para bien. El papel de China socialista en el escenario mundial es cada vez relevante, y será aún más en el futuro.
Esta es una tendencia indetenible. La lucha por el desarrollo, el progreso común, por la paz y la estabilidad en el mundo, es una causa que apoyamos. Los pueblos y naciones se oponen cada vez más al intervencionismo, a la arrogancia y a la política de guerra del imperialismo, al saqueo de sus recursos del que siempre fueron víctimas.
Por eso saludamos con íntima satisfacción el movimiento de los indignados que se movilizan y denuncian en Europa, Estados Unidos, África, América Latina. Millones de hombre y mujeres, espoleados por las consecuencias de la crisis, por la arbitrariedad del gran capital y sus corifeos, por la precariedad de la democracia occidental, toman las calles. Nos alienta la incorporación masiva de la juventud en estas luchas. Vemos con entusiasmo el accionar de los jóvenes estudiantes de la patria de Salvador Allende y Pablo Neruda, la batalla por una educación de calidad para todos los chilenos, bajo el liderazgo de Camila Vallejo. Son los abanderados de la resistencia a una situación que debe ser enfrentada, detenida y derrotada. Ya no es posible callar. El conformismo y la pasividad sólo llevan a la ruina y a la derrota.
Sin embargo, falta claridad de la alternativa seguir. No es suficiente la condena ni la indignación, ni siquiera el heroísmo y la entrega. Hace falta encontrar la respuesta, el camino por donde tendremos que transitar, el programa que sirva de brújula, la unidad a forjar, pero también la organización a construir. Porque los grandes problemas de los pueblos se resuelven desde posiciones de fuerza, con correlaciones reales, contando con direcciones políticas estructuradas, expertas, disciplinadas, indispensable para confrontar con los poderes de facto, con los defensores de un orden establecido que nunca tolerarán sea cambiado. Es decir, con organizaciones políticas capaces de darle direccionalidad y organicidad a la indignación.
Mariátegui planteó, con suma claridad, respondiendo a las exigencias de su tiempo: “Capitalismo o socialismo”. Este es el problema de nuestro tiempo”. Casi un siglo después el mundo ha cambiado en muchos aspectos. La población del planeta se ha cuadruplicado. Los avances de la ciencia, la tecnología y el conocimiento son gigantescos. Otro es el mapa político y geoestratégico. La Unión Soviética, cuna del socialismo, ha desaparecido. El sistema colonial del imperialismo, por acción de los pueblos víctimas de él, casi está desaparecido, siendo sustituido por el neocolonialismo. Y, sin embargo, los problemas fundamentales de entonces permanecen sin solución, incluso están agravados. Todo ello muestra los límites del capitalismo.
En este cuadro de conjunto, en el marco nacional y también planetario, el socialismo sigue siendo la bandera de nuestro tiempo. No está terminado ni mucho menos.
Anthony Giddens, teórico de la Tercera Vía, para explicar la capitulación de la Social Democracia Inglesa y su paso al neoliberalismo, se preguntaba: “¿Tiene todavía algún sentido estar a la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completamente en Occidente…?.¿Qué orientación debería tener en un mundo en que no hay alternativa al capitalismo? El Colapso de la exURSS y de Europa del Este no significa el fin del socialismo, sino de una manera distorsionada de entenderlo, además de errores de sus conductores; explica también la obstinada confrontación del capitalismo para impedir que se asentara y desarrollara.
El socialismo que buscamos hacer realidad habrá de ser siempre creación heroica de los pueblos, como bien apuntó el Amauta. Los caminos, las formas, los procesos pueden ser varios, de acuerdo con cada realidad y circunstancia histórica, pero el ideal será siempre el mismo y los mismos los protagonistas: los trabajadores, los pueblos de cada país y sociedad.
En este drama histórico no es posible una posición intermedia. Lo expresó bien el Amauta cuando sostuvo: “En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre ser espectadores ni inventar un tercer camino…En nuestra bandera, inscribimos ésta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo”.
Esta es una posición en la que persistiremos siempre. Renunciar a ella significaría dejar de lado la esencia misma y la justificación del Partido. Este es el legado más hermoso, profundo y perdurable del Amauta, que ningún comunista traicionará jamás.

Estimado amigos y camaradas:
Con la victoria del ahora presidente de la República Ollanta Humala, en las elecciones de junio pasado, y con la instalación del gobierno de “concertación nacional” qué él preside, se inicia un nuevo capítulo de la política peruana. Por primera vez, mediante un proceso electoral, se instala un gobierno nacionalista y progresista, como promesa de cambios que la mayoría ciudadana espera para el país y en beneficio de las mayorías siempre excluidas.
Los representantes del neoliberalismo, con un costo muy alto para el pueblo trabajador, impusieron un modelo que permitió crecimiento, facilitado por la expansión de la economía en el Oriente, pero no trajo desarrollo, ni justicia ni bases para la modernización del aparato productivo ni la expansión del mercado nacional. Confinaron al Perú a la condición de país productor de materias primas en un mundo donde lo sustantivo es la educación, el conocimiento, la ciencia y la tecnología. Abrieron las puertas a la inversión extranjera para permitir el saqueo de sus recursos naturales, pero no para promover la industria, potenciar el mercado nacional ni modernizar el Estado. Lo que se abrió paso es la concentración de la riqueza, por un lado, y la continuidad de la exclusión social, económica, étnica y cultural, por el otro. De modo tal que se ha ampliado el foso que separa a los ricos de los pobres.
El Perú necesita abrirse al mundo. Las sociedades autárquicas son inconcebibles en el siglo XXI. Pero debe hacerlo desde de su realidad, contando con proyecto y estrategia propios. Sin peruanizar al Perú, sin conquistar su plena capacidad de independencia y soberanía, sin afirmar su identidad y personalidad, continuaremos marchando al ritmo de tambores ajenos. La “promesa de la vida peruana” que propuso Basadre, el Perú de “todas las sangres” que soñó Arguedas, siguen siendo tareas a resolver.
De esa exigencia dimana el llamamiento del Partido, tomando en cuenta la realidad actual, de abrir un nuevo curso para el país y de construir la gran unidad para el gran cambio democrático y patriótico. La República fundada con la Independencia está agotada. Hay necesidad de construir las bases de una nueva república, de sustituir la improvisación y la anarquía con un proyecto de desarrollo que permita dar respuesta a los retos del siglo XXI, de contar con una nueva Carta constitucional consensual, surgida democráticamente, que garantice la institucionalidad hasta ahora no alcanzada.
El gobierno del presidente Ollanta Humala se encuentra ante el reto de iniciar este tránsito. Difícil y complejo desde luego, con fuerzas conservadoras al frente que no están dispuestas a aceptar cambios mínimos, pero posible y necesario. Ninguna gran obra se conquista sin esfuerzo, sin su dosis de sabiduría, de coraje y determinación.
Por eso la batalla por la unidad más amplia es una exigencia concreta. Los pueblos que construyen no esperan liberadores, sino que ellos mismos se aprestan a unirse, organizarse y luchar para liberarse. Requieren conducción que despierte sus energías dormidas y que una sus fuerzas dispersas, no el paternalismo caudillista o la disposición para agachar la cabeza.
El Partido ha reiterado su respaldo a la gestión del gobierno en todo aquello que tiene que ver con el cumplimiento de sus compromisos electorales favorables al pueblo peruano. Un gobierno que ofrece cambios y una gestión con sustento ético, se encuentra obligado a refrendarlos en los hechos. Lo que está a la orden del día son reformas fundamentales, pero reformas que, de llevarse consecuentemente, pueden abrir nuevas vías. Su resultado lo decidirá, además de la determinación del gobernante, la inserción de las mayorías en ese proceso y la correlación de fuerzas que se construya.
Respaldo consecuente de nuestro lado, no atado a compromisos particulares desde el momento en que no somos parte del gobierno, no significa seguidismo ni sujeción a mandato alguno. Defendemos nuestra autonomía y la independencia política del Partido, persistiremos en una actitud propositiva sin reclamo de ventaja alguna.
Con esta visión participaremos activamente en la jornada del 12 de octubre, siempre junto al pueblo.
La batalla por la unidad seguirá siendo una preocupación fundamental del Partido. El que no se haya logrado contar con un frente único articulado nacionalmente, hasta el momento, no nos desanima. De lo que sí estamos convencidos es de que sin unidad y sin un rumbo claro y métodos adecuados, se abrirá paso la derrota, y con ella nuevas frustraciones para el pueblo. Sabemos por experiencia que ella es difícil, sobre todo en una sociedad donde la exclusión, el sectarismo y la estrechez de miras tienen raíces profundas en la cultura política nacional, de la que tampoco nos libramos del todo. Tarea más difícil en una situación de crisis de los partidos políticos, de fragmentación social, de incertidumbre e incredulidad, y por eso mismo de insuficiente representación política.
Tenemos la decisión de avanzar a construir la unidad prestando más atención al trabajo desde las bases hacia arriba, fortaleciendo nuestros vínculos con las masas populares, construyendo fuerzas políticas, sociales y sindicales con representación real, generando nuevos liderazgos experimentados y capaces, ampliando vínculos con todos los sectores de izquierda, nacionalistas y progresistas. El estilo burocrático de unidad ha dado reiteradas muestras de inoperancia. Esa es la razón por la que impulsaremos la construcción de frentes políticos regionales, el fortalecimiento de los frentes populares, la unidad sindical basada en métodos democráticos y de representatividad. Lo expresado no invalida las coordinaciones por arriba, los acuerdos para acciones conjuntas. Todo ello cabe en la política de gran unidad para el gran cambio, desterrando formas de sectarismo aún subsistentes.
Abordar los grandes problemas del Perú exige, además de amplitud de miras, visión estratégica, capacidad de sumar fuerzas, flexibilidad para adecuarse a las condiciones cambiantes, pero sobre todo honestidad, claridad de rumbo, compromiso con el proyecto en lugar de ventajismos pragmáticos.

Estimados amigos y camaradas:
No podemos dejar de insistir en la enorme importancia que tiene, sobre todo hoy cuando pareciera que la disgregación fascina, o la ilusión por el momento deslumbra, o la acción anárquica y personal, entusiasma; la labor paciente, abnegada, disciplinada, ajena a relumbrones y aplausos, muchas veces no entendida, de la construcción del partido como un todo organizado.
Nos hemos propuesto construir un partido revolucionario de masas, con presencia e influencia real en todas las regiones de la patria, con contingentes de cuadros a la altura del reto, con vigencia política real, con capacidad de influir en el escenario político, que se prepara en todos los aspectos para gobernar.
La experiencia nos indica que es una tarea difícil pero no imposible. Las condiciones se presentan favorables. La oportunidad está cerca de nuestras manos. Importantes sectores de la población sienten su necesidad. ¿Qué falta? La disposición de los hombres y mujeres comprometidos con los grandes cambios que la sociedad demanda, con el socialismo, para acometer esta tarea con entusiasmo, con pasión, con la certeza de convertir este sueño en realidad.
Cuando surgimos como Partido Comunista del Perú-Patria Roja, en 1969 y en los años subsiguientes, a falta de experiencia, de conocimientos teóricos y de la realidad peruana, que los fuimos adquiriendo con el tiempo, nos caracterizó la determinación de llevar a cabo las tareas trazadas por encima de cualquier dificultad, el orgullo de nuestra pertenencia comunista, la capacidad de actuar con iniciativa y disciplina, el convencimiento de que todo era posible si nos apoyábamos en las masas movilizadas. ¡Todo con las masas, nada sin ellas! fue la consigna salvadora.
Recuperemos y enriquezcamos esa tradición. La necesitamos hoy con más urgencia que nunca. Que no nos distraigan subjetividades y desconfianzas entre nosotros, que no nos envenenen los remantes del sectarismo y el burocratismo, que no nos gane la desidia y la pereza mental. No se puede ser comunista en la ignorancia o en la mediocridad. No se puede luchar por el socialismo cediendo terreno a la pusilanimidad, a la rutina o al conformismo. Atrevámonos a mirar adelante, a descubrir lo nuevo, a responder a los retos de los tiempos. Mente abierta, corazón ardiente, entusiasmo a borbotones es lo que necesitamos.
Recuperemos la grandeza y la belleza de la política revolucionaria, que se nutre de la cultura, que marcha de la mano con la ética y la honestidad, que reclama reconocer, como Mariátegui, siguiendo a los griegos: “todo lo humano es nuestro”. Entendamos la política como lo entendía el Amauta: “La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria” y “será para los pobres no sólo la conquista del pan, sino también la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu”. Así es como entendemos o deberíamos entender la política revolucionaria, socialista, la lucha persistente por acercarnos al gobierno y al Poder para conducir los destinos de la nación.
El Perú necesita contar con partidos que se sostienen en programas sólidos, en principios firmes, en organizaciones fuertes, con influencia real en el pueblo y con liderazgos esclarecidos y experimentados. El reciente plan quinquenal trazado por el Comité Central debe convertirse en la herramienta fundamental para alcanzar este objetivo.
Para ello requerimos recuperar presencia en el seno del proletariado, incrementar nuestra influencia entre los campesinos, ganar espacio en la población indígena y nativa, atraer a la intelectualidad creando los espacios necesarios para el desarrollo de sus potencialidades, incorporar con mayor decisión a la mujer en todas las esferas de la actividad partidaria y, en especial, mirar a la juventud, entenderla como la reserva fundamental del Partido y como los líderes futuros que continuarán a las generaciones mayores.
Un saludo especial a la Juventud Comunista con el compromiso de mayor respaldo del Partido a sus iniciativas y tareas, pero sobre todo a su formación intelectual, política y moral. Ustedes representan el futuro del Partido, y hoy mismo son la promesa del gran partido que juntos construiremos para bien de los trabajadores, del pueblo, de la patria y el socialismo.
Conmemoramos un año más de la caída en combate del Comandante Che Guevara pero también de la inmolación de Miguel Grau. Cada uno en su momento y lugar, simbolizan los mejores valores de la condición humana: integridad, amor a la patria, honestidad, desprendimiento. Nuestro homenaje al Che, el revolucionario por excelencia, el teórico creador, el ejemplo de unidad entre la palabra y la acción y de moral intachable; a Miguel Grau, el patriota y demócrata a carta cabal, de profundos sentimiento humanos y elevada caballerosidad.
No Podemos dejar de saludar a la revolución y al pueblo cubanos, a su líder histórico comandante Fidel Castro, al presidente Raúl Castro, y expresar nuestra solidaridad militante con los 5 héroes injustamente detenidos en cárceles norteamericanas. Saludamos y expresamos la solidaridad del partido con el pueblo palestino, a la solicitud de reconocimiento de Palestina como estado miembro de pleno derecha en Naciones Unidas. Saludamos y expresamos nuestra solidaridad al pueblo de la República Popular Democrática de Corea, a su gobierno, a su derecho a la reunificación de su patria. Nuestro saludo y solidaridad con el pueblo chino que construye el socialismo de acuerdo con las peculiaridades de su nación. Nuestro saludo y solidaridad con el pueblo venezolano y su gobierno liderado por el presidente Hugo Chávez, con los mejores deseos de la recuperación de su salud; con el pueblo boliviano y su gobierno liderado por el presidente Evo Morales.
Un saludo especial al presidente Ollanta Humala con los mejores deseos de éxito y victoria en la lucha por la “gran transformación” ofrecida.

¡QUEREMOS PATRIA PARA TODOS!
¡QUEREMOS DEMOCRACIA, JUSTICIA SOCIAL, IGUALDAD DE DERECHOS Y OPORTUNIDADES PARA TODOS!
¡VIVA EL PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ – PATRIA ROJA!
¡VIVA EL SOCIALISMO!
¡VIVA EL PUEBLO PERUANO!
COMITÉ CENTRAL

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