AGENDA PARA LA SEUDO-OPOSICIÓN
EN EL PERU (·)
“Somos un país de minorías políticas que se
disputan cada cierto tiempo cuotas escasas de poder como consecuencia del
centralismo, del defectuoso sistema electoral y de la crisis de los partidos
políticos.
El resultado es que la política se ha
convertido, en muchos casos, en refugio de corruptos o de aventureros y
oportunistas que son cooptados fácilmente por el centralismo y los intereses
privados. Y eso es un mal signo para una democracia débil frente a los poderes
fácticos”.
“El
reciente mensaje presidencial mostró nuevamente que el gobierno de Ollanta
Humala carece de planes y por tanto de objetivos y metas. Habló de una “agenda
priorizada” que mezcla sus programas sociales con anuncios imposibles de
verificar hasta que no acabe su período.
Como solo suma algunos escasos logros como Beca 18 y Pensión
65 con el anuncio reiterado todos los años de nuevas inversiones en salud y
educación, además de sus misteriosas políticas de reactivación, el conjunto
vuelve a mostrarse deshilvanado, sin que nadie sepa muy bien a dónde va.
Algunos
piensan que Ollanta escogió el mejor inicio para su discurso, al referirse a la
educación y la salud, dejando para más adelante la seguridad y la reactivación
económica. Pero difícil creerse que lo que se quería decir es que el gobierno
se despedirá en medio de una feria de colegios y hospitales, y que lo que
vendrá será una elevación en la calidad de estos servicios y en los ingresos de
sus profesionales.
El Presidente parece más bien haber buscado la forma de no
transmitir en su mensaje lo que ha estado ocurriendo en los últimos meses en
los que el ministro de Economía y las organizaciones empresariales han
trabajado un plan de concesiones, desregulaciones y subsidios, como supuesta
estrategia para comprometer a la gran inversión privada en la reactivación de
la economía.
Cualquiera diría que Humala no ha querido que se le tome como
el gobernante pro gran empresa, que actualmente es, y para eso se ha ido por la
educación, la salud, el mayor número de policías, los pequeños aumentos a
grupos dependientes del Estado (jubilados, viudas, profesores contratados,
militares, policías), y el incremento de cobertura de programas sociales. Tanto
ha sido el énfasis en este aspecto, que ha dado pie para que el especialista en
demagogia que es Alan García diga que se quiere regalar dinero con fines
electorales.
Pero Castilla aclara bien que es poquito lo que se está
inyectando al consumo y que si vamos a hablar de farras fiscales populistas,
García debería tener mayor cuidado. El punto es que el SOBREGASTO del Estado está por otro lado, a pesar de que Humala
quiera que no se note, que es en las asociaciones público-privadas que
transfieren infraestructura y derechos públicos, con plata encima a operadores
privados; cambios tributarios a favor de la inversión; deudas tributarias
anuladas; multas ambientales y laborales recortadas y desregulación en estos
aspectos; privatización parcial empresas públicas (Petroperú, ELECTROPERÚ);
etc.
El costo de todo esto, que sin duda lo va a pagar el país en
alguna forma de ajuste cuando se desbalancee la caja fiscal y no lleguen los
nuevos impuestos por reactivación que se esperan, no angustia a la SEUDO-OPOSICIÓN
que no tiene ninguna idea distinta de lo que hay que hacer en el país, y centra
su crítica al gobierno en el mil veces desmentido sambenito de Nadine y la
reelección conyugal, que parece que es la única diferencia que tienen con el
oficialismo.
Que un discurso en el que nos han querido mostrar una
aparente cara social de un gobierno volcado a salvar la alianza con el gran
capital, concluya en un debate tonto de si lo que se ha querido decir es que la
primera dama volverá a amenazar las ambiciones de García y la hija de Fujimori,
muestra hasta dónde está descendiendo la política peruana y la imposibilidad de
un debate en serio sobre cualquier cosa
La
razón principal proviene de su desinterés en la planificación, tema que para un
militar debería resultar elemental. Recordemos que en una de sus primeras
decisiones suspendió la aplicación del PLAN
ESTRATÉGICO DE DESARROLLO NACIONAL, aprobado por unanimidad en el Acuerdo
Nacional y promulgado en junio del 2011.
El PLAN BICENTENARIO
formado durante tres años de intensas consultas, aportes y correcciones de
todas las fuerzas políticas y sociales, fue finalmente sancionado en varias
sesiones de alto nivel. Participó en pleno el Foro del Acuerdo Nacional y todo
el gabinete ministerial bajo la presidencia del mandatario. Acabó sometido a
las pocas semanas de oficializado a una “actualización” por el nuevo gobierno,
que el CEPLAN debió entregar el 2012. Después que el gobierno actualizó a tres
de sus presidentes, llegó una versión clandestina a la PCM en noviembre del año
pasado. Desde entonces permanece en una gaveta bajo llave.
El Plan Bicentenario aterrizaba en más de 80 programas
estratégicos que progresivamente ingresarían al presupuesto general de la
República, que ya el mismo año de su promulgación incluía una treintena de
ellos. Paralelamente debía articularse con los planes regionales.
Así, año a año las metas al bicentenario de la República
serían revisables, puesto que incluían todos los aspectos del desarrollo
integral. Al dejarse de lado y volverse a la caduca política sectorial, no hay
nada que obligue al gobierno a responder por sus avances o retrocesos.
En el discurso menciona el 1,9% de reducción de la pobreza,
un ritmo menor que en el periodo de Alan García y que apenas le permitirá
llegar a la mitad de lo que alguna vez anunció entusiasta para el 2016. Por
ello omite cualquier autocrítica sobre el último Índice de Desarrollo Humano
del PNUD, que señala que el Perú sigue estancado en el puesto 82.
El anunció de un novísimo PLAN
DE DIVERSIFICACIÓN PRODUCTIVA refleja los límites y el agotamiento del
nacionalismo. Para empezar, el pobre CEPLAN no aparece ni como acrónimo,
reducido al desvarío de los escenarios ficticios para dentro de medio siglo,
aunque repletos de funcionarios con el sueldo duplicado.
El plancito vuelve al esquema militar de los setenta, al
manejarse solo con ministerios y empresarios. Adiós a los trabajadores, a los
partidos y a la sociedad civil, para aplicar la típica receta fallida de un
apolillado texto neoliberal.
Técnicamente
hablando, la economía peruana está en recesión, pues en los dos primeros
trimestres el PBI ha decrecido, lo que se constata cuando se le mide “limpio de
factores estacionales”, como los feriados largos y los días efectivamente
trabajados, entre otros. Que esto haya sucedido cuando el MEF y el BCR decían,
hasta hace poco, que se crecería entre 5 y 5.5% es todo un signo de los
tiempos.
El BCR dice que ellos hicieron bien su parte del trabajo,
pues bajaron la tasa de referencia de 4.25 a 4% el año pasado. Y, también, que
se redujo varias veces la tasa de encaje para dar a los bancos mayor liquidez
para efectuar préstamos. Hace pocos días la tasa de referencia se bajó a
3.75%.
No sucede lo mismo con el MEF, acusado de no haber seguido
una política anticíclica, lo que en cristiano significa que si se constata que
el ciclo económico viene a la baja, entonces el MEF debe gatillar los “impulsos
fiscales” y gastar más para tratar de revertir el descenso. Dice Macroconsult:
“el MEF ha hecho exactamente lo opuesto a lo esperado: bajó la inversión
pública en el II trimestre, apoyando la desaceleración de nuestra economía”.
Lo que se constata aquí es, de un lado, el divorcio entre el
BCR y el MEF y, de otro, que las medidas del BCR fueron insuficientes y las del
MEF inexistentes. Y cuando, al final, el MEF se da cuenta que “no vio” la
recesión, se dictan medidas incoherentes.
De un lado, se aumenta el aguinaldo de Fiestas Patrias en 200
soles para “estimular la demanda” y se “libera” la proporción de CTS que el
público puede retirar. La cuestión no solo es que estas medidas son como la
picadura de una pulga a un elefante (el consumo privado anual en el Perú bordea
los S/. 400,000 millones y las medidas no llegan ni al 0.1% de esa cantidad),
sino que, al mismo tiempo, se retira capacidad de consumo a los independientes
que ahora tienen que cotizar a las AFP.
Pero
no se aumenta el salario mínimo, que sí tiene un efecto dinamizador clave. No
solo eso: se atenta contra las instituciones como el Consejo Nacional del Trabajo,
pues se ha impedido que este cumpla con la normatividad vigente, que dice que
cada 2 años debe someter una nueva propuesta.
¿Por qué? Porque el ministro Castilla dijo en febrero, que
ese aumento no era necesario, matando dos buenos pájaros de un tiro: la
institución del CNT y una palanca para reactivar la economía.
¿Eso quiere decir que si el MEF y el BCR hubieran actuado concertadamente la
baja del ciclo podría haberse revertido? Y si eso hubiera sucedido, ¿el Perú
estaría muy bien bien porque “otra vez estaríamos creciendo”?
La respuesta es no. La baja en el ciclo económico no es
“peruana”, sino mundial, como lo ha vuelto a recordar el FMI. La economía
global no se ha recuperado de la crisis financiera del 2008, que aparece más
como una crisis sistémica, donde la desigualdad de ingresos tiene un rol
central (Piketty) y tampoco aparecen los elementos de un nuevo ciclo largo de
crecimiento, como el que comenzó después de la II Guerra Mundial.
Lo otro es la forma en que estamos creciendo: sobre todo exportando
materias primas, que en los últimos años han tenido precios excepcionales,
debido a la China que se industrializa. Esto crea varias “dependencias” ligadas
entre sí: una fiscal, pues bajan los ingresos tributarios; otra, por el impacto
en el PBI que ahora depende en un 13% de las actividades mineras y petroleras
(antes era solo el 6%).
Pero sí había –y sigue habiendo– alternativas. La más clara
es el Plan Nacional de Diversificación Productiva (PNDP) del Ministro Ghezzi,
que, se afirma, es apoyado por el Presidente Ollanta.
Impulsar nuevos sectores productivos es clave, pues permite
alejarnos de la dependencia de las extractivas. Está, por ejemplo, la
petroquímica en el sur de país y, también, una industria de fertilizantes en el
norte a partir de los fosfatos de Bayóvar, el gas natural y el ácido sulfúrico
que producirá la nueva refinería de Talara.
Pero el énfasis del “paquete reactivador” ha sido la
profundización de las actividades extractivas, con lo que continuarán las
“dependencias”, a lo que se agrega el relajamiento ambiental.
Se dice, además, que habrán nuevas medidas, sobre todo
tributarias, entre ellas la disminución del impuesto a la renta, bajo la
creencia de que el aumento de utilidades empresariales se destinará a nuevas
inversiones. Pero ya se ha demostrado que este impulso a la oferta (“a la Art
Laffer”) no revierte las expectativas empresariales (1). Y también se dictarían
medidas para disminuir los “sobrecostos” laborales, cuando los sueldos y
salarios peruanos están entre los más bajos de la región.
Pero lo expresado en los últimos días apunta a tropezar de
nuevo con la misma piedra. Ya se dice que “se volverá a crecer en el II
Semestre” y que el 2015 otra vez el PBI llegará al 5 a 6% anual porque ya llega
la mina Toromocho, se resuelven los problemas de Antamina y también viene Las
Bambas.
Puede ser. Pero el tema no es solo volver a crecer, sino
crecer como lo hacen la China y el sudeste asiático, con educación,
diversificación productiva y valor agregado.
El
Presidente anuncia repartir en Educación y Salud algunos de los fondos
acumulados por Castilla al detener la inversión pública desde el 2012 para esos
y otros sectores. Y, en medio de la actual recesión nacional, asume
transformarse en lo contrario por lo que el pueblo lo eligió: en el Gobierno
del poder plutocrático, expresado por la derecha empresarial de la CONFIEP.
Mientras deja al país al garete ante la crisis mundial y
nacional, asume el programa de la Desigualdad Antinacional, que consiste en que
un puñado plutocrático, crezca sus ganancias concentrando recursos nacionales,
bienes públicos, rentas, propiedades, mientras se amplía la desigualdad,
condenando al pueblo al trabajo precario, a la quiebra rampante de las pymes, a
precarias condiciones de vida, a la inseguridad. El país ha entrado, así,
oficialmente, con este viraje plutocrático, en un agudo periodo de crisis
política.
(1)PRIMARIZACIÓN. No se ha anunciado un plan
reactivador, pues solo se han soltado los recursos acumulados por Castilla,
para incentivar demandas hasta el fin de año. Están a la espera de que entren
en producción los proyectos mineros de Toromocho, Constanza y las Bambas, para
subir por sí solos en 2 a 3 puntos el crecimiento del PBI nacional.
(2)CESIÓN DE SOBERANÍA EN ENERGÍA E INFRAESTRUCTURA.
Los proyectos de infraestructura (gasoducto sur, refinería Talara, metro Lima)
son de mediano y largo plazo en su construcción, pero requieren ahora medidas
de soberanía para que impulsen un adecuado desarrollo nacional, y estas se han
dejado de lado. El gas de CAMISEA debe ser base para desde ahora convocar la
Petroquímica con Petroperú, y no reducirla a quemarlo para generar
electricidad. La refinería de Talara debe complementarse con la integración
vertical de Petroperú en los lotes petroleros. No hacerlo es ceder soberanía y
sabotear el desarrollo.
(3)PRIVATIZACIÓN CON SAQUEO DE RECURSOS PÚBLICOS. El
silencio ratifica la iniciada privatización de Petroperú, pese al repudio
ciudadano. Se ha anunciado, casi a escondidas, que se privatiza masivamente las
empresas públicas, para incrementar el subsidio que se da a la plutocracia
indolente. Se privatiza (del 20 al 49 %) ELECTROPERÚ, y otras empresas
públicas eléctricas, para regalar sus US$ 150 millones anuales de ganancias. Se
privatizan aeropuertos, puertos, SEDAPAL y otras empresas de agua
potable, pese al fracaso, como en el Puerto del Callao con APM Terminals.
(4)CHOLO BARATO. No se ha elevado el SUELDO MÍNIMO,
pese al obligatorio mandato legal. El silencio es una negativa a aprobar la
reclamada LEY GENERAL DEL TRABAJO, acentuando la precarización del empleo
productivo, como lo es la reducción de los derechos de salud y seguridad a los
trabajadores. La anunciada inversión en educación y salud para ser de impacto
efectivo, requiere un pueblo con trabajo productivo, que es el eje de los
programas sociales, y no puede reducirse a los programas asistenciales.
(5)RECENTRALIZACIÓN. Se ha ratificado el control casi
absoluto de la Dictadura del MEF sobre la Gestión Pública nacional, que tiene
una de sus prioridades en la recentralización bajo su mando. Se pretende así
impedir que se convoque a relanzar mejorada la reforma histórica de la
descentralización nacional.
De
cara al 2016 la izquierda tendrá que ofrecer una oferta programática atractiva,
que encare, a mi entender, algunos temas claves.
Uno tiene que ver con la reducción de la informalidad
laboral, actualmente en 56,3% según cifras del MTPE. Este estado –que se define
por la ausencia de protección social y derechos laborales– responde a varios
factores: baja productividad de las microempresas (que albergan al 47% de la
PEA asalariada del sector privado y registran una tasa de informalidad laboral
de 88,8%); ausencia de fiscalización gubernamental; una cultura del regateo por
parte de los sectores empresariales; así como la estrechez del mercado interno
(asediado por importaciones subsidiadas) e insuficientes políticas
gubernamentales orientadas al fortalecimiento empresarial en el campo y la
ciudad.
Por otro lado, la desigualdad salarial está íntimamente
ligada no solo a las diferencias de productividad entre trabajadores y
empresas, sino sobre todo a la inexistencia de mecanismos redistributivos del
ingreso. Una forma de hacerlo es a través del salario mínimo, que sirve como
parámetro para definir la evolución del ingreso. El otro mecanismo
redistributivo recae en una institución neurálgica como la negociación
colectiva.
En nuestro país la sindicalización –y por tanto, las
negociaciones colectivas– están claramente debilitadas. A pesar del leve
repunte experimentado en los últimos años, apenas un 6% de la PEA asalariada
privada formal está sindicalizada y tiene la posibilidad de negociar mejoras
laborales (a inicios de los 90 era 22% del total de asalariados). En ese
contexto es previsible que la distribución de la riqueza generada siga tendencias
dispares: mientras las utilidades empresariales representan el 63,2% del PBI,
los salarios laborales apenas llegan al 21,7%%.
Esta situación de precariedad laboral persistirá,
inevitablemente, si el próximo gobierno –y más si es de izquierda– no aborda
los siguientes aspectos claves.
Por un lado, es necesario fortalecer las capacidades
funcionales de los órganos rectores –del MTPE y de las direcciones regionales
de trabajo y empleo– para ampliar y optimizar el alcance de sus intervenciones;
particularmente en lo que toca a la fiscalización laboral. Para ello es
imprescindible aumentar el financiamiento asignado a estas instancias
(actualmente equivalentes al 2% del presupuesto general de la república).
Asimismo, cae de madura la aprobación de la ley general del
trabajo, un pendiente de la transición democrática. Un nuevo ordenamiento
laboral daría coherencia y orden a los diversos regímenes existentes, además de
restituir garantías claves para el ejercicio de derechos laborales. Básico.
Todo esto deberá darse en el marco de un cambio en el modelo
de desarrollo. Lo que supone darle prioridad a los sectores con mayor demanda
de mano de obra (manufactura, agricultura, servicios), pero también poner a
contraluz discursos como el “EMPRENDEDURISMO” o los “sobrecostos” laborales,
que distorsionan y evaden los aspectos centrales del debate laboral. Un agenda
compleja, no cabe duda, pero imprescindible de encarar”.
(·)
Recopilación de artículos de Raul Wienner, Humberto Campodónico, Manuel Dammert,
Agustín Haya de la Torre y otros, con motivo del Mensaje Presidencial de Ollanta Humala en Julio 2014.
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