Richard Webb
Director del Instituto del Perú de la USMP
El sistema AFP HA FRACASADO en su OBJETIVO PRINCIPAL, asegurar la vejez
del trabajador, a pesar de (A) dos décadas de existencia y del (B) apoyo
del Estado a través de elevadas comisiones. Al final, (1) apenas uno de cada
siete trabajadores cotiza cada año. (2) Entre los afiliados que aportan
irregularmente, y (3) la mayoría que nunca aporta, es evidente que (4) la
protección lograda es una pequeña fracción del objetivo buscado, y que (5) la
mayor parte de la población se encuentra desprotegida. Cualquiera diría que es
hora para un reexamen.
VARIOS ERRORES
CONFLUYERON EN LA CREACIÓN DE LAS AFP.
EL PRIMERO fue la creencia de que el peruano no ahorra,
idea nunca sustentada pero tenaz, quizá por la predisposición a
menospreciarnos. La realidad es todo lo contrario. La familia peruana no solo
ahorra, sino que está entre las que más ahorran en el mundo. Según la encuesta
anual de niveles de vida, en el 2013 el ahorro de las familias fue 24% de sus
ingresos, antes de su aporte a los fondos de pensiones, o de su considerable
gasto en educación. La contundencia de esa estadística se suma a que todos
somos testigos del masivo esfuerzo de ahorro e inversión de millones de
familias que construyen y mejoran sus viviendas y negocios en las ciudades,
capitalizándolas con mercadería, máquinas y vehículos de trabajo, proceso que
se viene repitiendo en las áreas rurales.
EL SEGUNDO
error fue tratar a la gente como si
fueran muebles, sujetos pasivos e inmóviles, sin tener en cuenta que
los obligados a cotizar podrían reducir otras formas de ahorro, mientras que los
no afiliados podrían aumentar otras formas de ahorro, y eso, precisamente, es
lo que ha sucedido. Al final, afiliados y no afiliados ahorran casi el mismo
porcentaje de sus ingresos, según el estrato de ingresos en que se ubican.
Entre las familias con ingresos entre quinientos y mil soles mensuales por
persona en el 2013, los afiliados ahorraron 19% y los no afiliados 17%. Entre
los que superaban los mil soles, los no afiliados ahorraron incluso más que los
afiliados. Más que aumentar el ahorro, las AFP lo estarían reorientando hacia
el sistema financiero, al Estado y a la gran empresa.
EL TERCER error
fue subestimar el fuerte incentivo a
la informalidad creado por el aporte retenido en planilla. Si bien
estas sufren varias retenciones con objetivos sociales, la que más incentiva la
informalidad es la pensión obligada, por su alto monto, y porque es la que
menos valor tiene en la percepción del trabajador. Comparando, las retenciones
por gratificación y vacaciones son una modificación en el calendario de la
remuneración más que un verdadero sobrecosto. Incluso la CTS, ahora
flexibilizada, es percibida casi como remuneración.
UN CUARTO error
fue escoger un modelo de seguridad
social, diseñado para Suiza o Chile, países con alta formalidad,
trabajadores mayormente en planilla y un Estado competente. En el Perú, ni el
Estado mismo cumple sus deudas a las AFP.
CONCLUSIÓN
1.
En vez de incluir, las AFP agravan la división
entre lo formal y lo informal.
2.
En vez de un sistema inclusivo y de bajo costo,
imponemos uno tan costoso que excluye a la mayoría,
3.
Luego socorremos parcialmente al pobre extremo
con una costosa Pensión 65,
4.
Y al final dejamos a la mitad de la población
desprotegida.
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