El nuestro es un país de gente pujante, de hombres y mujeres comprometidos con su patria, con el desarrollo de los pueblos y con el bienestar de sus familias. El Perú ha sido y siempre será la cuna de grandes luchadores, de verdaderos líderes que a pesar de los problemas han sabido y sabrán conducir su trabajo por el bien de los peruanos. La historia nacional es más que rica y son muchos los que, inclusive, ofrendaron su vida en defensa de los derechos de los más necesitados y olvidados del país.
Por: Daniel Vera Vera
No han sido unos cuantos, sino miles los peruanos que han vivido en carne propia la explotación laboral, la discriminación racial, la violación a sus derechos de ciudadanos y sobre todo el amedrentamiento de los gamonales o poderosos del dinero. Si hablamos de explotación del hombre por hombre en el Perú tendríamos que remontarnos a la época del Imperio Inca, donde la sociedad era igual o más clasista que la nuestra, la división de los habitantes del imperio se regía por patrones de poder, los que ascendían desde el pueblo y esclavos, hasta los dignatarios y nobles del incanato.
La historia seguiría su curso hasta que llegaron los conquistadores, trayendo de España no sólo su tecnología, sino también sus costumbres, de las cuales hemos heredado tanto que hasta la famosa «siestecita» de tarde se ha convertido en ley de la sociedad. Fue ese hábito una de las tantas paradojas peruanas, pues mientras los españoles y criollos descansaban después del almuerzo, los indios, como ellos les llamaban a los verdaderos peruanos, trabajaban en condiciones infrahumanas a cambio de maltratos y atropellos. ¿Quién no recuerda ese famoso vals llamado «Cholo Soy»?, y que a la letra reza: «Quieres que me ría, mientras mis hermanos son bestias de carga, llevando riquezas que otros se guardan. Quieres que la risa me ensanche la cara, mientras mis hermanos viven en las montañas como topos, escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan. Quieres que me alegre, mientras mis hermanas, van a casas de ricos, lo mismo que esclavas. Cholo soy y no me compadezcas». La obra musical de Luis Abanto Morales refleja en unas cuantas líneas la verdadera vivencia de nuestros compatriotas, de los miles de explotados y mancillados que en nuestro país abundan.
La voz del obrero dejaría de ser muda ante el poder. El tiempo transcurrió y poco a poco empezaron a aparecer los líderes y las organizaciones que se encargaría de defender el derecho del hombre al trabajo y los beneficios que todo obrero, ya sea del sector público o privado, debía recibir por parte de sus empleadores y del Estado. Es en ese contexto que nace la presencia de los hombres y mujeres que más allá de sus ideas políticas se aferraron a un sólo objetivo: luchar por la masa trabajadora del país. Uno de los primeros fue José Carlos Mariátegui, en las primeras décadas del siglo XX, fundador de la Confederación General de Trabajadores del Perú – CGTP, organismo que agruparía a miles de obreros y trabajadores del territorio nacional. Años más tarde y ya en la época contemporánea (últimas décadas del siglo XX), aparecen otros líderes que destacaron por su lucha tenaz y coraje. Saúl Cantoral Huamaní; Horacio Zeballos Gámez y Pedro Huilca Tecse, fueron tres de ellos.
Hombre de Hierro
Su vida estuvo marcada por la lucha sindical y muy aferrada a la defensa de los trabajadores mineros del Perú. Saúl Isaac Cantoral Huamaní nació en Saisa, provincia de Lucanas, en la región Ayacu-cho en el año 1946. Por motivos de trabajo, su familia y él se trasladaron a la provincia de Nazca, ubicada al sur de la región Ica, hasta donde llegó para cursar el segundo año de primaria y allí se quedó hasta que fue contratado para trabajar en la Marcona Mining Company, empresa que explotaba los yacimientos de hierro que se encuentran en el distrito de San Juan de Marcona.
Años más tarde la empresa se convirtió en Hierro Perú, ya que el Estado había tomado la administración de la minera. Es allí donde empezó a desarrollar sus actividades sindicales que le sirvieron para ganarse la admiración y respeto de los trabajadores de Marcona. La representatividad de Cantoral Hua-maní era más que positiva para los agremiados al sindicato minero, ya que siempre se preocupó por buscar mejoras laborales para los trabajadores y sobretodo el cumplimiento irrestricto de los derechos del hombre. Es así como en 1987 su fama había trascendido las fronteras de Nazca y su figura se erigía como una de las más poderosas y combativas en el sector minero del país, por esta razón fue elegido Secretario General de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú.
La lucha de Cantoral Huamaní fue una de las más tenaces, el 17 de julio de 1988, frente a la negativa del primer gobierno de Alan García Pérez y de los empresarios mineros de dar solución a los reclamos presentados en el Pliego Nacional Minero, Saúl Cantoral convocó a los gremios del sector y a todos los trabajadores a la Primera Huelga General que concluyó el 16 de agosto de ese año.
La huelga general
Más de 60 mil trabajadores se sumaron a ella, afectando así al 90% de la producción minera del país, que como ya se sabe es una de las principales fuentes económicas para el Perú. Según el gobierno aprista se perdieron 120 millones de dólares. Días antes de que concluyera la huelga, es decir el nueve de agosto, Saúl Cantoral fue secuestrado y torturado aparentemente por un equipo armado del gobierno.
Durante su cautiverio le exigieron que levante la huelga y le inyectaron sustancias venenosas a fin de que le provocaran derrames cerebrales. Por suerte, el propósito de los facinerosos no se logró, pero los químicos que se le aplicaron deterioraron su salud. Por su parte, el gobierno con el objetivo de poner fin a la huelga reconoció el Pliego Nacional Minero y emitió un decreto supremo para este fin; sin embargo, después se negó a cumplir lo dispuesto en las actas suscritas. Los dirigentes mineros acordaron reiniciar la huelga el 17 de octubre, ante lo cual se inició una campaña en todos los medios de comunicación acusándolos de subversivos, de senderistas y otras infamias. La represión a la segunda huelga fue mucho más dura. Cientos de mineros fueron apresados y se militarizaron los campamentos. La segunda jornada de protesta llegó a su fin el 12 de diciembre de 1988.
Mártir de la lucha minera
Cuando el reloj marcaba las 7:30 de la noche del 13 de febrero de 1989, Saúl Cantoral y Consuelo García, otra dirigente sindical, se encontraban en la cuarta cuadra del Jirón Apurímac, cerca al Parque Universitario de Lima, donde se ubicaba el local de la Federación. En ese lugar, Cantoral y otros dirigentes tuvieron una reunión de trabajo para iniciar el trámite del pasaporte a fin de que pueda viajar a Zimbabwe, donde se realizaría el cuadragésimo sexto Congreso de la Federación Internacional Minera.
El líder sindicalista retornó al local de la Federación para recoger una declaración jurada, allí permaneció hasta las ocho de noche aproximadamente. Se dice que cerca del lugar se encontraba una camioneta con varias personas a bordo las que lo obligaron a él y Consuelo García ha subir al vehículo. El desenlace se conocería tres horas después, es decir ha las 11: 15 de la noche cuando se le halló muerto en posición de cúbito ventral con siete tiros en la nuca y la espalda, además de graves señas de tortura, en el parque Wiracocha de Canto Grande, en Lima. Saúl Cantoral Huamaní tenía 42 años y dejaba huérfanos a dos menores. A 12 metros de distancia estaba el cadáver de Consuelo García con un pedazo de bala en cráneo, el cual había sido arrollado más de una vez.
A los funerales de Cantoral asistieron más de diez mil personas, sus restos fueron trasladados a San Juan de Marcona, donde recibió el homenaje de sus compañeros de Hierro Perú; posteriormente, el féretro llegó a la ciudad de Nazca, lugar donde la población, mineros y trabajadores se preguntaban a viva voz: ¿quién lo mató?, y se respondían ellos mismos ¡el APRA lo mató! La misa de cuerpo presente se tuvo que realizar en la Plaza de Armas de la ciudad ya que la Iglesia Matriz era demasiado pequeña para congregar a la multitud, siendo sus restos fueron sepultados en el Cementerio Nuestra Señora del Carmen, lugar al que hasta hoy en día llegan obreros y mineros de diversas partes a visitar la tumba de su mártir.
Se sabe que el grupo encargado de asesinar a Saúl Cantoral fue el Comando Paramilitar Rodrigo Franco, formado en las canteras del gobierno aprista. Esto quedó corroborado por la sentencia que hiciera la Corte Interamericana de Derechos Humanos que vio el caso del líder minero.
El maestro de voz viril
Horacio Zeballos Gámez nació en el distrito de Carumas, provincia de Mariscal Nieto, en la región Moquegua, un 20 de marzo de 1943. Sus padres fueron Cerelino Zeballos Medina y Sabina Gámez Melgarejo. Estudió la Primaria en su tierra natal y la secundaria en el colegio de La Libertad, fundado por Simón Bolívar.
Posteriormente en Arequipa cursó estudios de Pedagogía en la Universidad San Agustín, titulándose como maestro primario. Ya en los claustros universitarios fue presentándose con gran capacidad como dirigente gremial y espíritu intransigente en la lucha estudiantil. Prestó servicios en la Escuela Fiscal Nº 9678 en el distrito de Santa Rosa de Siguas y en Sabandía.
Al salir de las aulas universitarias se integró con entusiasmo al magisterio con ideas pedagógicas renovadoras y con visión de futuro. En lo sindical, comprendió la necesidad de contribuir a la unificación de los docentes, por ello se esforzó por colaborar en la fundación de lo que sería el Sindicato Único de Trabajadores en la Educación – SUTEP, fundado en el Cusco el 6 de julio de 1972. En el congreso de fundación del sindicato de profesores, Horacio Zeballos fue elegido Secretario General, presidiendo desde entonces las constantes y sacrificadas jornadas de lucha.
Desde ese momento la vida de Horacio Zeballos dio un vuelco de 360 grados. Pasó de maestro de aula a firme defensor de los derechos de su gremio. Como para tratar de hacer respetar la posición de sus seguidores, tuvo que tomar medidas drásticas como hacer paros, organizar huelgas, realizar toma de locales, generando así la intervención de la fuerza pública. La represión contra los sindicatos eras más que fuerte en aquella época de dictadura militar. El líder sindical sufrió persecuciones y prisión, hasta lleg ó a ser internado en el SEPA, centro de reclusión donde eran conducidos los más peligrosos delincuentes, en plena selva peruana.
Luchador entre rejas
Estando en prisión en 1979, cuando el SUTEP desarrollaba una prolongada huelga, quizá la más histórica en el Perú, Horacio Zeballos, maltratado y enfermo cada vez más por la diabetes, no sólo enviaba mensajes a sus bases sindicales, sino también escribía versos revolucionarios que se plasmaron en artículos y poesías. En ellos dejó traslucir de manera desgarradora y palpitante todo el dolor y sufrimiento que experimentaba en carne propia. Es una justa protesta contra quienes improduc-tivamente gozaban de generosos sueldos y sendas comodidades, mientras que ellos agonizaban en medio de la soledad y orfandad originada por sus propios hermanos de sangre. Entre sus obras podemos citar: «Alegrías de la prisión», «Pluma esclava», «El eco de mi voz», «Los esclavos de corbata», entre otras.
Su espíritu fraterno con el colega lo llevó a escribir: «Maestro, en tu libro de lucha he aprendido que no traicionar es un mandamiento», y estando preso les decía a sus captores: «de los presos soy el último, dadme por descontado en las filas del encanto, de qué les sirve mi cuerpo, si el corazón lo tengo libre».
Sindicalista, político y hermano
También incursionó en la política y en el año 1980 fue candidato a la Presidencia de la República por la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria – UNIR. Al ser el primero en su lista pudo llegar al Congreso y fue diputado por Are-quipa en el periodo 1980 a 1985.
Cuando se encontraba sustentando la ley que reivindicaba al educador, le llegó la partida y volvió los ojos a Dios de manera fortuita, causando hondo pesar hasta en los rincones más alejados de nuestra nación. En verdad, se encontraba con la salud muy deterio-rada por tantos maltratos, vejáme-nes y persecuciones que recibió como luchador sindical por hacer cumplir sus principios e inquebrantables ideales. Fue el precio que indebidamente tuvo que pagar por tratar de erradicar para siempre la indiferencia e ingratitud que azotaba a todo un sector que, a través de la enseñanza, le da las armas al estudiante para que pueda trascender en el tiempo y el espacio.
Corazón civil
Pedro Huilca Tecse nació en el Cusco, el 4 de diciembre de 1949. Apenas egresado del colegio, debió afrontar la responsabilidad de contribuir en el sostenimiento de su modesto hogar y empezó a trabajar como obrero de construcción civil. A los 19 años ya era dirigente de base de su sindicato y poco después fue elegido Secretario General de la Base Departamental del Cusco. Desde allí se proyectó a la Secretaría General de la Federación Departamental de Trabajadores, de su región natal, cargo que ejerció entre 1976 y 1978. Posteriormente, y por 12 años consecutivos, Huilca asumió el cargo de Secretario Nacional de la Federación Nacional de Trabajadores de Construcción Civil.
Desde 1981 ocupó diversos cargos dirigenciales en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), hasta que en su décimo Congreso Nacional, realizado en marzo de 1992, fue elegido Secretario General de dicha agrupación. Antes había sido Secretario General de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de Edificaciones en Madera y Materiales de Construcción – FLEMACON, e integró el directorio del Banco de la Vivienda y del Instituto Peruano de Seguridad Social, en representación de los trabajadores.
Uno de sus rasgos distintivos fue su gran apertura al diálogo. Esta conducta le permitió mantener un diálogo fluido con los directivos de la Cámara Peruana de la Construcción - CAPECO, de la Confederación de Instituciones de la Empresa Privada – CONFIEP y con diversas autoridades gubernamentales. Su disposición no fue bien vista por Sendero Luminoso, que debido a ello calificó al dirigente como «revisionista».
La muerte del luchador
El 18 de diciembre de 1992, Pedro Huilca Tecse se levantó muy temprano y tras desayunar con su familia salió a la cochera en busca del auto que le había asignado la Confederación General de Trabajadores del Perú - CGTP. Regresó a su casa para recoger a su hija, Flor de María Huilca Gutiérrez y al hijo de su pareja, Julio César Flores Escobar, y juntos salieron de la vivienda sin ningún mal presagio. Los tres se dirigieron al vehículo, y ni bien entraron en él, se escucharon los disparos que acabaron con la vida del dirigente sindical: «(...) salimos y yo me senté al lado derecho de mi papá, y en ese momento (...) escuché sonidos como cohetecillos, yo pensé que eran cohetecillos porque era diciembre (...) cuando levanté la mirada vi gente rodeando el carro hacia el lado en que estaba sentado mi papá, todos varones», manifestó la hija del dirigente.
Martha Flores Gutiérrez, pareja de Huilca Tecse, presenció el crimen desde la puerta de su casa, pues había salido a despedirlo: «(...) cuando estaba en la puerta de la casa, esperando que mi esposo encienda el vehículo, veo a un hombre, de tamaño mediano, con camisa celeste y un chaleco oscuro y se acerca y saca un arma que parecía ser una metralleta de mediano tamaño, como la que usan los soldados, y le disparó (...) el sujeto que le disparó huyó rápidamente. Luego aparecieron entre 8 y 10 hombres con armas y dispararon en la puerta de mi casa», indicó la pareja de Pedro Huilca.
Mientras tanto, la hija del secretario general de la CGTP salió del vehículo e intentó en vano pedir ayuda. Al tratar de regresar a su vivienda se cruzó con una mujer que tenía una pistola apuntando al vehículo en el que estaba su padre.
Todo sucedió muy rápido, los atacantes huyeron con rumbo desconocido. Recién entonces, Flor de María Huilca y Martha Flores, pudieron acercarse al vehículo, constataron que tanto Pedro Huilca Tecse y Julio Cesar Escobar habían sido alcanzados por las balas. Con la ayuda de un vecino, Flor de Ma-ría logró trasladar a su padre, herido de muerte, al Hospital Cayetano Heredia, donde llegó cadáver. Presuntamente los responsables del asesinato del secretario de la CGTP fueron miembros de Sendero Luminoso, aunque nunca se descartó la hipótesis de que el Grupo Colina tuvo participación en ello.
Como Saúl Cantoral, Horacio Zeballos y Pedro Huilca, han sido muchos los líderes que arriesgaron su vida por la defensa de la clase trabajadora del país. Que su ejemplo quede para siempre en la memoria de los peruanos para que nunca más se vuelvan a cometer atropellos contra los obreros y trabajadores de la patria.
Daniel Vera Vera de www.semanarioexpresion.com Chiclayo
Por: Daniel Vera Vera
No han sido unos cuantos, sino miles los peruanos que han vivido en carne propia la explotación laboral, la discriminación racial, la violación a sus derechos de ciudadanos y sobre todo el amedrentamiento de los gamonales o poderosos del dinero. Si hablamos de explotación del hombre por hombre en el Perú tendríamos que remontarnos a la época del Imperio Inca, donde la sociedad era igual o más clasista que la nuestra, la división de los habitantes del imperio se regía por patrones de poder, los que ascendían desde el pueblo y esclavos, hasta los dignatarios y nobles del incanato.
La historia seguiría su curso hasta que llegaron los conquistadores, trayendo de España no sólo su tecnología, sino también sus costumbres, de las cuales hemos heredado tanto que hasta la famosa «siestecita» de tarde se ha convertido en ley de la sociedad. Fue ese hábito una de las tantas paradojas peruanas, pues mientras los españoles y criollos descansaban después del almuerzo, los indios, como ellos les llamaban a los verdaderos peruanos, trabajaban en condiciones infrahumanas a cambio de maltratos y atropellos. ¿Quién no recuerda ese famoso vals llamado «Cholo Soy»?, y que a la letra reza: «Quieres que me ría, mientras mis hermanos son bestias de carga, llevando riquezas que otros se guardan. Quieres que la risa me ensanche la cara, mientras mis hermanos viven en las montañas como topos, escarba y escarba, mientras se enriquecen los que no trabajan. Quieres que me alegre, mientras mis hermanas, van a casas de ricos, lo mismo que esclavas. Cholo soy y no me compadezcas». La obra musical de Luis Abanto Morales refleja en unas cuantas líneas la verdadera vivencia de nuestros compatriotas, de los miles de explotados y mancillados que en nuestro país abundan.
La voz del obrero dejaría de ser muda ante el poder. El tiempo transcurrió y poco a poco empezaron a aparecer los líderes y las organizaciones que se encargaría de defender el derecho del hombre al trabajo y los beneficios que todo obrero, ya sea del sector público o privado, debía recibir por parte de sus empleadores y del Estado. Es en ese contexto que nace la presencia de los hombres y mujeres que más allá de sus ideas políticas se aferraron a un sólo objetivo: luchar por la masa trabajadora del país. Uno de los primeros fue José Carlos Mariátegui, en las primeras décadas del siglo XX, fundador de la Confederación General de Trabajadores del Perú – CGTP, organismo que agruparía a miles de obreros y trabajadores del territorio nacional. Años más tarde y ya en la época contemporánea (últimas décadas del siglo XX), aparecen otros líderes que destacaron por su lucha tenaz y coraje. Saúl Cantoral Huamaní; Horacio Zeballos Gámez y Pedro Huilca Tecse, fueron tres de ellos.
Hombre de Hierro
Su vida estuvo marcada por la lucha sindical y muy aferrada a la defensa de los trabajadores mineros del Perú. Saúl Isaac Cantoral Huamaní nació en Saisa, provincia de Lucanas, en la región Ayacu-cho en el año 1946. Por motivos de trabajo, su familia y él se trasladaron a la provincia de Nazca, ubicada al sur de la región Ica, hasta donde llegó para cursar el segundo año de primaria y allí se quedó hasta que fue contratado para trabajar en la Marcona Mining Company, empresa que explotaba los yacimientos de hierro que se encuentran en el distrito de San Juan de Marcona.
Años más tarde la empresa se convirtió en Hierro Perú, ya que el Estado había tomado la administración de la minera. Es allí donde empezó a desarrollar sus actividades sindicales que le sirvieron para ganarse la admiración y respeto de los trabajadores de Marcona. La representatividad de Cantoral Hua-maní era más que positiva para los agremiados al sindicato minero, ya que siempre se preocupó por buscar mejoras laborales para los trabajadores y sobretodo el cumplimiento irrestricto de los derechos del hombre. Es así como en 1987 su fama había trascendido las fronteras de Nazca y su figura se erigía como una de las más poderosas y combativas en el sector minero del país, por esta razón fue elegido Secretario General de la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú.
La lucha de Cantoral Huamaní fue una de las más tenaces, el 17 de julio de 1988, frente a la negativa del primer gobierno de Alan García Pérez y de los empresarios mineros de dar solución a los reclamos presentados en el Pliego Nacional Minero, Saúl Cantoral convocó a los gremios del sector y a todos los trabajadores a la Primera Huelga General que concluyó el 16 de agosto de ese año.
La huelga general
Más de 60 mil trabajadores se sumaron a ella, afectando así al 90% de la producción minera del país, que como ya se sabe es una de las principales fuentes económicas para el Perú. Según el gobierno aprista se perdieron 120 millones de dólares. Días antes de que concluyera la huelga, es decir el nueve de agosto, Saúl Cantoral fue secuestrado y torturado aparentemente por un equipo armado del gobierno.
Durante su cautiverio le exigieron que levante la huelga y le inyectaron sustancias venenosas a fin de que le provocaran derrames cerebrales. Por suerte, el propósito de los facinerosos no se logró, pero los químicos que se le aplicaron deterioraron su salud. Por su parte, el gobierno con el objetivo de poner fin a la huelga reconoció el Pliego Nacional Minero y emitió un decreto supremo para este fin; sin embargo, después se negó a cumplir lo dispuesto en las actas suscritas. Los dirigentes mineros acordaron reiniciar la huelga el 17 de octubre, ante lo cual se inició una campaña en todos los medios de comunicación acusándolos de subversivos, de senderistas y otras infamias. La represión a la segunda huelga fue mucho más dura. Cientos de mineros fueron apresados y se militarizaron los campamentos. La segunda jornada de protesta llegó a su fin el 12 de diciembre de 1988.
Mártir de la lucha minera
Cuando el reloj marcaba las 7:30 de la noche del 13 de febrero de 1989, Saúl Cantoral y Consuelo García, otra dirigente sindical, se encontraban en la cuarta cuadra del Jirón Apurímac, cerca al Parque Universitario de Lima, donde se ubicaba el local de la Federación. En ese lugar, Cantoral y otros dirigentes tuvieron una reunión de trabajo para iniciar el trámite del pasaporte a fin de que pueda viajar a Zimbabwe, donde se realizaría el cuadragésimo sexto Congreso de la Federación Internacional Minera.
El líder sindicalista retornó al local de la Federación para recoger una declaración jurada, allí permaneció hasta las ocho de noche aproximadamente. Se dice que cerca del lugar se encontraba una camioneta con varias personas a bordo las que lo obligaron a él y Consuelo García ha subir al vehículo. El desenlace se conocería tres horas después, es decir ha las 11: 15 de la noche cuando se le halló muerto en posición de cúbito ventral con siete tiros en la nuca y la espalda, además de graves señas de tortura, en el parque Wiracocha de Canto Grande, en Lima. Saúl Cantoral Huamaní tenía 42 años y dejaba huérfanos a dos menores. A 12 metros de distancia estaba el cadáver de Consuelo García con un pedazo de bala en cráneo, el cual había sido arrollado más de una vez.
A los funerales de Cantoral asistieron más de diez mil personas, sus restos fueron trasladados a San Juan de Marcona, donde recibió el homenaje de sus compañeros de Hierro Perú; posteriormente, el féretro llegó a la ciudad de Nazca, lugar donde la población, mineros y trabajadores se preguntaban a viva voz: ¿quién lo mató?, y se respondían ellos mismos ¡el APRA lo mató! La misa de cuerpo presente se tuvo que realizar en la Plaza de Armas de la ciudad ya que la Iglesia Matriz era demasiado pequeña para congregar a la multitud, siendo sus restos fueron sepultados en el Cementerio Nuestra Señora del Carmen, lugar al que hasta hoy en día llegan obreros y mineros de diversas partes a visitar la tumba de su mártir.
Se sabe que el grupo encargado de asesinar a Saúl Cantoral fue el Comando Paramilitar Rodrigo Franco, formado en las canteras del gobierno aprista. Esto quedó corroborado por la sentencia que hiciera la Corte Interamericana de Derechos Humanos que vio el caso del líder minero.
El maestro de voz viril
Horacio Zeballos Gámez nació en el distrito de Carumas, provincia de Mariscal Nieto, en la región Moquegua, un 20 de marzo de 1943. Sus padres fueron Cerelino Zeballos Medina y Sabina Gámez Melgarejo. Estudió la Primaria en su tierra natal y la secundaria en el colegio de La Libertad, fundado por Simón Bolívar.
Posteriormente en Arequipa cursó estudios de Pedagogía en la Universidad San Agustín, titulándose como maestro primario. Ya en los claustros universitarios fue presentándose con gran capacidad como dirigente gremial y espíritu intransigente en la lucha estudiantil. Prestó servicios en la Escuela Fiscal Nº 9678 en el distrito de Santa Rosa de Siguas y en Sabandía.
Al salir de las aulas universitarias se integró con entusiasmo al magisterio con ideas pedagógicas renovadoras y con visión de futuro. En lo sindical, comprendió la necesidad de contribuir a la unificación de los docentes, por ello se esforzó por colaborar en la fundación de lo que sería el Sindicato Único de Trabajadores en la Educación – SUTEP, fundado en el Cusco el 6 de julio de 1972. En el congreso de fundación del sindicato de profesores, Horacio Zeballos fue elegido Secretario General, presidiendo desde entonces las constantes y sacrificadas jornadas de lucha.
Desde ese momento la vida de Horacio Zeballos dio un vuelco de 360 grados. Pasó de maestro de aula a firme defensor de los derechos de su gremio. Como para tratar de hacer respetar la posición de sus seguidores, tuvo que tomar medidas drásticas como hacer paros, organizar huelgas, realizar toma de locales, generando así la intervención de la fuerza pública. La represión contra los sindicatos eras más que fuerte en aquella época de dictadura militar. El líder sindical sufrió persecuciones y prisión, hasta lleg ó a ser internado en el SEPA, centro de reclusión donde eran conducidos los más peligrosos delincuentes, en plena selva peruana.
Luchador entre rejas
Estando en prisión en 1979, cuando el SUTEP desarrollaba una prolongada huelga, quizá la más histórica en el Perú, Horacio Zeballos, maltratado y enfermo cada vez más por la diabetes, no sólo enviaba mensajes a sus bases sindicales, sino también escribía versos revolucionarios que se plasmaron en artículos y poesías. En ellos dejó traslucir de manera desgarradora y palpitante todo el dolor y sufrimiento que experimentaba en carne propia. Es una justa protesta contra quienes improduc-tivamente gozaban de generosos sueldos y sendas comodidades, mientras que ellos agonizaban en medio de la soledad y orfandad originada por sus propios hermanos de sangre. Entre sus obras podemos citar: «Alegrías de la prisión», «Pluma esclava», «El eco de mi voz», «Los esclavos de corbata», entre otras.
Su espíritu fraterno con el colega lo llevó a escribir: «Maestro, en tu libro de lucha he aprendido que no traicionar es un mandamiento», y estando preso les decía a sus captores: «de los presos soy el último, dadme por descontado en las filas del encanto, de qué les sirve mi cuerpo, si el corazón lo tengo libre».
Sindicalista, político y hermano
También incursionó en la política y en el año 1980 fue candidato a la Presidencia de la República por la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria – UNIR. Al ser el primero en su lista pudo llegar al Congreso y fue diputado por Are-quipa en el periodo 1980 a 1985.
Cuando se encontraba sustentando la ley que reivindicaba al educador, le llegó la partida y volvió los ojos a Dios de manera fortuita, causando hondo pesar hasta en los rincones más alejados de nuestra nación. En verdad, se encontraba con la salud muy deterio-rada por tantos maltratos, vejáme-nes y persecuciones que recibió como luchador sindical por hacer cumplir sus principios e inquebrantables ideales. Fue el precio que indebidamente tuvo que pagar por tratar de erradicar para siempre la indiferencia e ingratitud que azotaba a todo un sector que, a través de la enseñanza, le da las armas al estudiante para que pueda trascender en el tiempo y el espacio.
Corazón civil
Pedro Huilca Tecse nació en el Cusco, el 4 de diciembre de 1949. Apenas egresado del colegio, debió afrontar la responsabilidad de contribuir en el sostenimiento de su modesto hogar y empezó a trabajar como obrero de construcción civil. A los 19 años ya era dirigente de base de su sindicato y poco después fue elegido Secretario General de la Base Departamental del Cusco. Desde allí se proyectó a la Secretaría General de la Federación Departamental de Trabajadores, de su región natal, cargo que ejerció entre 1976 y 1978. Posteriormente, y por 12 años consecutivos, Huilca asumió el cargo de Secretario Nacional de la Federación Nacional de Trabajadores de Construcción Civil.
Desde 1981 ocupó diversos cargos dirigenciales en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), hasta que en su décimo Congreso Nacional, realizado en marzo de 1992, fue elegido Secretario General de dicha agrupación. Antes había sido Secretario General de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de Edificaciones en Madera y Materiales de Construcción – FLEMACON, e integró el directorio del Banco de la Vivienda y del Instituto Peruano de Seguridad Social, en representación de los trabajadores.
Uno de sus rasgos distintivos fue su gran apertura al diálogo. Esta conducta le permitió mantener un diálogo fluido con los directivos de la Cámara Peruana de la Construcción - CAPECO, de la Confederación de Instituciones de la Empresa Privada – CONFIEP y con diversas autoridades gubernamentales. Su disposición no fue bien vista por Sendero Luminoso, que debido a ello calificó al dirigente como «revisionista».
La muerte del luchador
El 18 de diciembre de 1992, Pedro Huilca Tecse se levantó muy temprano y tras desayunar con su familia salió a la cochera en busca del auto que le había asignado la Confederación General de Trabajadores del Perú - CGTP. Regresó a su casa para recoger a su hija, Flor de María Huilca Gutiérrez y al hijo de su pareja, Julio César Flores Escobar, y juntos salieron de la vivienda sin ningún mal presagio. Los tres se dirigieron al vehículo, y ni bien entraron en él, se escucharon los disparos que acabaron con la vida del dirigente sindical: «(...) salimos y yo me senté al lado derecho de mi papá, y en ese momento (...) escuché sonidos como cohetecillos, yo pensé que eran cohetecillos porque era diciembre (...) cuando levanté la mirada vi gente rodeando el carro hacia el lado en que estaba sentado mi papá, todos varones», manifestó la hija del dirigente.
Martha Flores Gutiérrez, pareja de Huilca Tecse, presenció el crimen desde la puerta de su casa, pues había salido a despedirlo: «(...) cuando estaba en la puerta de la casa, esperando que mi esposo encienda el vehículo, veo a un hombre, de tamaño mediano, con camisa celeste y un chaleco oscuro y se acerca y saca un arma que parecía ser una metralleta de mediano tamaño, como la que usan los soldados, y le disparó (...) el sujeto que le disparó huyó rápidamente. Luego aparecieron entre 8 y 10 hombres con armas y dispararon en la puerta de mi casa», indicó la pareja de Pedro Huilca.
Mientras tanto, la hija del secretario general de la CGTP salió del vehículo e intentó en vano pedir ayuda. Al tratar de regresar a su vivienda se cruzó con una mujer que tenía una pistola apuntando al vehículo en el que estaba su padre.
Todo sucedió muy rápido, los atacantes huyeron con rumbo desconocido. Recién entonces, Flor de María Huilca y Martha Flores, pudieron acercarse al vehículo, constataron que tanto Pedro Huilca Tecse y Julio Cesar Escobar habían sido alcanzados por las balas. Con la ayuda de un vecino, Flor de Ma-ría logró trasladar a su padre, herido de muerte, al Hospital Cayetano Heredia, donde llegó cadáver. Presuntamente los responsables del asesinato del secretario de la CGTP fueron miembros de Sendero Luminoso, aunque nunca se descartó la hipótesis de que el Grupo Colina tuvo participación en ello.
Como Saúl Cantoral, Horacio Zeballos y Pedro Huilca, han sido muchos los líderes que arriesgaron su vida por la defensa de la clase trabajadora del país. Que su ejemplo quede para siempre en la memoria de los peruanos para que nunca más se vuelvan a cometer atropellos contra los obreros y trabajadores de la patria.
Daniel Vera Vera de www.semanarioexpresion.com Chiclayo
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