POR: UBALDO TEJADA GUERRERO
Analista Global
“No
podemos sino calificar, que nos enfrentamos a una estado de hipercorrupción,
consolidada a partir de una cultura general, permisiva ante las violaciones de
la ley, y ante organismos de control que no cumplían su función, donde los
sobornos –forma mas evidente de la corrupción- constituyeron un mecanismo
generalizado de resolución de conflictos, situación que a su vez generó
porcentajes de soborno desmesurado” (Conferencia: “Corrupción y Organización
del Ministerio Público”-Dr.
César San Martin Castro-Lima-Perú 2001).
Desde 1,980 en que el Perú retornó a la
democracia formal y representativa, uno de los problemas mas importantes para
afianzar el proceso de democratización destruido por el fuji-montesinismo, ha
girado alrededor de las posibilidades de que se institucionalicen mecanismos de
participación popular en todos los niveles del Estado y del gobierno.
Sin embargo hasta el 2,014, los partidos
políticos casi han desaparecido del escenario popular, los pocos que existen
siguen de espaldas al ciudadano de a pié, manteniendo la tradicional línea del
ejercicio burocrático, el ejercicio del voto y la democracia representativa
formal centralista y digitada desde Lima, con planes y programas que ofertan,
pero que no cumplen.
Lo anterior es comprensible, porque la Ley
26300. “Ley de los Derechos de Participación y Control ciudadanos”, se da
dentro del marco político, donde el Fujimorismo, surge con fuerza, después del
autogolpe del 5 de abril de 1,992, que implicaba sólo buscar su legalidad, pero
instala un mecanismo antidemocrático para obstaculizar y desvirtuar la
democracia real y la ciudadanía plena en el Perú, cuyas formas de corrupción
ahora alcanzan ribetes de hipercorrupción.
Constituye una exigencia nacional en el
Perú, el fomento de una CULTURA DE SALVATAJE
CIUDADANO y de
participación, que reconozca en el diálogo, la concertación y la transparencia
en los asuntos públicos, los pilares de una democracia moderna.
La situación delincuencial del Perú en
todos los niveles, nos exige comprender que la alternativa política está en el
campo ciudadano, precisando tres conceptos: el PRIMERO, que democracia real y ciudadanía plena,
implica el involucramiento de los ciudadanos en los asuntos públicos y termina
por constituir una forma de responsabilidad en la gestión pública; y la SEGUNDA, que la ciudadanía plena, es mas que el ejercicio de los derechos
políticos, para convertirse en el único medio, que permite fomentar una
creciente participación de los ciudadanos en la gestión pública; y la TERCERA, que es un compromiso de la sociedad peruana, especialmente de los
municipios, las empresas, los líderes y los medios de comunicación, en la
dirección de hacer educación cívica ciudadana.
Rescatamos la “Carta Iberoamericana de
Participación Ciudadana en la Gestión Pública 2009”, que expresa el concepto de
participación ciudadana, como un “proceso
de construcción social de las políticas públicas, que conforme al interés general
de la sociedad democrática, canaliza, da respuesta, o amplía los derechos
económicos, sociales, culturales políticos y civiles de las personas, y los
derechos de las organizaciones o grupos que se integran, así como de las
comunidades y pueblos indígenas”.
En cuanto a democracia real y ciudadanía
plena podemos distinguir tres aspectos: el PRIMERO, el tener como centro la persona humana,
como sujeto de derecho a tener derechos y a ejercerlos, que implica el
reconocimiento de la dignidad humana y la igualdad ante la ley; la SEGUNDA, no puede haber ciudadanía sin el reconocimiento y respeto de las diferencias
étnicas, culturales, lingüísticas y de genero, donde la democracia real y
ciudadanía plena, se alimenta y vive de la justicia, y por ello alza en alto la
bandera de los derechos humanos como fundamento de Estado; y TERCERO, la ética para reformar la Constitución de 1,993, nacida e impuesta en
dictadura, con ausencia supina de construcción ciudadana, y lo que es peor las
actuales generaciones desconocen su significado y relevancia.
Podemos ir entendiendo ahora, que por más
crecimiento económico dependiente de los mercados internacionales, sin mercado
interno, y con un democracia precaria y sin inversión en educación ciudadana, no augura una tierra
de promisión en el Perú.
Debemos acabar con el continuismo de una
democracia precaria, comenzando la profundización de la democracia,
construyendo una ciudadanía activa, a través de nuevas experiencias de
participación popular, incorporando mecanismos de democracia directa.
Tracemos una primera ESTRATEGIA DE IMPULSO DE LA DEMOCRACIA REAL Y CIUDADANÍA
PLENA, sobre la siguiente
base:
1.
Cultura
Cívica ciudadana, valores y actitudes, para la convivencia democrática.
2.
Sensibilización
Ciudadanía de la población acerca de los problemas locales.
3.
Mecanismos
participativos con accesos adecuados a la ciudadanía.
4.
Fiscalización
efectiva, que impida el abuso del poder.
5.
Servir
al pueblo, para que las autoridades no se sirvan de el.
6.
Capacidades
Ciudadanas, como garantía para el ejercicio irrestricto de sus derechos a la
participación.
7.
Voluntad
Ciudadana, expresa a nivel de compromiso y conciencia con la finalidad democrática
de la participación.
8.
Educación
Cívica Ciudadana desde la familia y el aula, desde la niñez hasta la vejez,
desde la educación sistémica hasta la educación permanente o FORMACIÓN CONTINUA.
Finalmente debemos de entender, que sólo
el ejercicio de la democracia real y la ciudadanía plena, puede enfrentar como
un concepto global, el comportamiento delictivo en el Perú, que tiene dos
variables: la PRIMERA, cruzar trasversalmente al propio Estado, el
gobierno y el propio Código Penal: lavado de activos, delitos contra la función
jurisdiccional, tráfico de armas, fraudes tributarios, extorsiones, homicidios
y delitos de lesa humanidad; la SEGUNDA, la invasión de variados ámbitos
funcionales: políticos, militares, judiciales, electorales, periodísticos,
financieros y empresariales.
Agregando que poco a casi nada puede
alterar éste panorama, el proceso electoral 2,016 en el Perú. Seguiremos
analizando sus implicancias coyunturales y estructurales, para la elección del
nuevo Presidente de la Nación y el nuevo Congreso.
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