POR: UBALDO TEJADA GUERRERO
ANALISTA GLOBAL
Uno de las tareas claves pendientes de la
izquierda peruana, después del golpe de Fujimori el 5 de abril de 1,992, es el
retorno a una verdadera democracia, previa reforma constitucional, y salir de la
Constitución neoliberal de 1,993, impuesta en dictadura; y que ha transitado
hasta el año del 2,014, con la cual se está subastando el patrimonio nacional,
la soberanía y la ciudadanía plena; se está destruyendo la descentralización,
la regionalización, con el latrocinio mas grande de corrupción
institucionalizada, narcotráfico, delincuencia y destrucción del Estado de
derecho.
Es
en este contexto en el cual hay que mirar la salida política y las elecciones
2,016 en el Perú. El desafío está en la construcción de políticas democráticas
efectivas que mejoren la calidad de vida de la gente. No tanto se requiere una
persona, un líder, un mesías, que resuelve todo. Se tiene que mirar el
desarrollo al largo plazo, que debe resumirse en un Proyecto Nacional y una
Nueva Constitución, con la mirada del Perú profundo costeño, serrano y
selvático.
Los
últimos paquetazos neoliberales, contra la defensa del medio ambiente, nos
recuerdan que hemos asesinado y seguimos asesinando a nuestras etnias serranas
y selváticas. Ellos tienen en derecho a vivir en aislamiento si lo desean, y a una
inclusión que no exige la pérdida de su cultura de su identidad. Pero éste modelo
neoliberal en el Perú es depredador contra nuestros hermanos, nos olvidamos que
ellos tienen maneras propias de desarrollo territorial, que estamos matando
juntamente con ellos.
¡Nueva Constitución! Esta es una de las
banderas que la izquierda debe levantar en un frente muy amplio, en una nueva
alianza, para diferenciarse de los partidos y movimientos neoliberales en el
Perú. No hay otra opción, por ello desarrollaremos algunos criterios
constitucionales, camino al proceso electoral presidencial y congresal 2,016,
entendida como aspiración a una ciudadanía plena.
La patria grande de Latinoamérica y el Caribe,
espera que los ciudadanos de ésta patria chica llamada Perú, ser llamados a
refundar la política, construir una democracia con autoridad legítima, que
requiere la participación de todos y de todas a través de un proceso
constituyente para propiciar una nueva Constitución política para el Perú, para
no volver al viejo centralismo limeño, para hacer posible una nueva legitimidad
donde el pueblo soberano concrete las aspiraciones y defina las reglas y las
instituciones necesarias para llevarlas a cabo.
La idea de fondo en éste momento que vive
el Perú, es muy precisa. ¿Quién dirige el país?: ¿La voluntad democrática
libremente expresada por los ciudadanos y ciudadanas del Perú o los intereses
de transnacionales y grandes grupos de lobistas, que detentan los poderes
básicos? Ésta es la decisión que debemos definir camino a las elecciones
nacionales 2,016. No más FREDEMOS, con García, Toledo, Fujimori, Kucsynki,
Castañeda, no mas “outsiders”, los peruanos debemos dirigir el país.
En definitiva, en ésta crisis moral y de
anomia del Estado de Derecho, los peruanos aspiramos a construir la nación
desde una ciudadanía plena, donde los derechos fundamentales de los peruanos
estén debidamente garantizados por los poderes públicos en real Estado de
derecho.
Las ideas, cuando se convierten en
propuestas, programa, organización, son una fuerza material y los de abajo no
tienen otra forma que no sea ésta para convertirse en ciudadanos plenos, en
sujetos activos de su propia historia de emancipación social y liberación
política y cultural.
CONSTITUCIÓN Y PODER CONSTITUYENTE
Este principio de legitimidad se
centraliza en una ley fundamental, en una “Nueva Constitución”.
Recordemos que a partir del golpe de
Fujimori el 5 de abril de 1,992, se impuso en dictadura la actual Constitución
de 1,993 en el Perú y los siguientes gobiernos y congresos se integraron por
mandato de esa Constitución, considerada írrita e ilegítima –en tanto el
procedimiento seguido para su aprobación violó flagrantemente disposiciones de
la Constitución de 1,979 (Artículos 25º, 38º, 39º, 40º, y 41º).
¿Cómo pueden los sucesivos gobiernos y
Congresistas desde 1993, estar en capacidad particularmente ética para continuar
haciendo modificaciones a dicha carta magna, para hacerla mas antidemocrática y
mas ultra neoliberal? ¿No habría sido preferible convocar a una Asamblea
Constituyente o es que siempre temieron perder su reelección infinita y su
impunidad basada en “inmunidad”?
La pregunta que nos planteamos es ¿Quién
tiene el poder de dictar la Constitución? La respuesta es el poder
constituyente. Precisamente el soberano, que es el jefe supremo: el pueblo de
acuerdo con el principio de legitimidad que rige en la nación.
De lo que se trata es abandonar la
Constitución de 1,993, considerada un Estatuto institucional neoliberal, y no
una carta de derechos y garantías, donde
el mercado es el único regulador de la sociedad, para dar paso a un nuevo Contrato
de Social, donde realmente se custodie los derechos de las personas y se defina
con toda claridad y precisión sus obligaciones y responsabilidades, y a no
disponer de las instituciones y los recursos soberanos de la nación peruana.
La constituyente representa al soberano
(al pueblo en el sistema democrático) ¿Cómo puede coexistir el soberano con
otro poder? Ello implicaría que no es tal soberano, de ahí que el
funcionamiento del poder constituyente, implique automáticamente la cesación de
todo otro poder de facto, así la Constituyente asume todo el poder.
CONCLUSIÓN
Nuestra casta política centralista,
neoliberal y lobista, nunca entenderá que la tarea de gobernar, no es una
actividad lucrativa y usurera, sin rumbo, ni propósito de largo plazo, ni
fundamentalmente continuismo para mantener la injusticia y el desgobierno en el
Perú. Sólo decimos que el poder político no es sinónimo de botín o negociado,
ni instrumento para orden injusto, sino una vida humana digna y plena.
El camino está trazado, comencemos ésta labor con esfuerzo y valentía, con las
armas que nos da el Estado de derecho y la participación ciudadana, desde lo
local a lo global. ¡Cambio o continuismo!
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