El 1 de Mayo está reconocido mundialmente como el Día Internacional de los Trabajadores, una conmemoración en respuesta a la masacre de Haymarket de 1886 en Chicago, cuando los trabajadores luchaban para conseguir unas medidas de protección: una jornada laboral de ocho horas. Sin embargo, mientras que en el resto de países el 1 de Mayo es motivo de celebración para la clase obrera, en los Estados Unidos queda reducido a un día de vacaciones, el Día del Trabajo – algo aprobado de forma apresurada por el Congreso de Grover Cleveland, en un intento de apaciguar la indignación generada por el asesinato de trabajadores de los ferrocarriles a manos de las tropas del Ejército de Estados Unidos durante la huelga de Pullman.
El Primero de mayo, salvo algunas acciones por parte de trabajadores radicales, ha sido algo ignorado en los Estados Unidos durante los últimos años. Pero el tiempo para la complacencia ya ha pasado.
Mientras que un trabajador que abandonase su trabajo podría haber nacido de los secessio plebis de la Antigua Roma, el representante del cartismo inglés y predicador radical Willian Benbow desempolvó la idea de la huelga general como un recurso sagrado del movimiento obrero. En 1887, una gran huelga ferroviaria se convirtió en la primera acción importante de los obreros en los Estados Unidos, desarrollándose en East Saint Louis, una huelga que paralizó el tráfico ferroviario industrial, permitiendo sólo los trenes de pasajeros y los de correos. En 1936, al comienzo de la presidencia de Franklin D. Roosevelt, una serie de huelgas se sucedieron: medio millón de trabajadores textiles , trabajadores portuarios y sus asociados de San Francisco y radicales de Teamsters en Minneapolis. Todos lucharon contra la violencia policial y los rompehuelgas armados. Estas huelgas y los consejos de desempleo que surgieron para alentar un cambio progresivo, empujaron a Roosevelt a promulgar audaces reformas del sistema estadounidense.
En el transcurso de una acción de dos días en diciembre de 1946, la ciudad de Oakland quedó paralizada. La huelga general estuvo provocada por uan ley contra el trabajo, Ley Taft-Hartley, lo que hizo que el Presidente Truman calificase como “un conflicto que puso en entredicho los principios más importantes de nuestra sociedad democrática”, algo que tuvo que hacer durante doce veces a lo largo de su presidencia. La ley mataba esencialmente la huelga como una táctica a utilizar por el movimiento obrero.
El poder de la clase obrera, sin embargo, no está vinculado al hecho de estar afiliado a los sindicatos más importantes. Las concesiones por parte de la AFL-CIO a la Junta Nacional de Relaciones Laborales del Gobierno ha hecho de esta organización poco más que un grupo de interés especial para los Demócratas, incluso a medida que se apoyan medidas contra los obreros y contra la libertad. Mientras que la clase obrera necesita de la fuerza de la militancia – de la IWW Food and Retail Workers United, por ejemplo- las políticas de la National Labor Relations Board están claramente en contra de los obreros. La capitulación de los sindicatos reaccionarios a las demandas de la NLBR y el Partido Demócrata constituye un abandono de la clase obrera.
Sabiendo que los líderes sindicales recibían la bendición por parte de sus amos del Partido Demócrata, los miembros de base se unieron a los movimientos de ocupación, hablando por sí mismos. En octubre de 2011, durante la Asamblea General de Occupy Oakland, se votó abrumadoramente por paralizar la ciudad el 2 de noviembre como respuesta a la represión militar contra los manifestantes por parte de dieciocho agencias policiales diferentes, con dos heridos críticos, Scott Olsen y Sabehgi Kayvan, dos veteranos de la guerra de Irak. La convergencia de los obreros radicales y del movimiento Occupy Oakland se tradujo en la paralización del puerto de Oakland, el quinto puerto de contenedores más importante del país, lo que se tradujo en millones de dólares de pérdidas en los ingresos capitalistas. Esto fue sólo el comienzo.
“No espere a hacer huelga antes de que el hierro esté caliente, pero caliéntelo golpeando” - William Butler Yeats
En diciembre de 2011, el movimiento Occupy Los Ángeles hizo un llamamiento a una huelga general el Primero de Mayo, para “reconocer el derecho a la vivienda, a la educación a la salud como derechos humanos”. Este resurgimiento del Primero de Mayo se ha hecho eco desde la ocupación de Wall Street hasta Oklahoma. Ya ha habido huelgas en otros países afectados por la crisis capitalista, entre ellos España, Islandia, Portugal y Grecia. Las medidas de austeridad en estos países se han aprobado únicamente para apaciguar a los tecnócratas no elegidos por la UE, para la protección de los intereses de los inversores ricos y de los cárteles multinacionales bancarios. La guerra civil que el capitalismo llama “paz” se está intensificando por todas parte, y la huelga del Primero de Mayo ha de ser nuestra respuesta a su crisis.
El Primero de Mayo de 2012 ha de ser el momento de revivir ese Primero de mayo que la clase dominante ha tratado de borrar, celebrando el Día Internacional de los Trabajadores en los Estados Unidos, como una manifestación política de conciencia de clase y de solidaridad internacional.
Sin embargo, las manifestaciones del Primero de Mayo no pueden ser un mero ejercicio en el que rendir homenaje a los últimos días del movimiento de justicia global, sino que deben incorporar una preparación concreta hacia el futuro. El concepto anarquista de la política prefigurada exige sentar las bases de una sociedad futura sólidamente anclada en el presente. Al retomar el Primero de Mayo, nos solidarizamos con el legado de la lucha internacional contra el capitalismo neoliberal y el autoritarismo. Valores como la sociedad sin clases, la autonomía, la autogestión, la ayuda mutua,son valores que sobrepasan las fronteras. El Internacionalismo del Primero de Mayo es sólo un primer paso en una larga marcha hacia la solidaridad internacional.
La atmósfera en muchas partes del mundo parece estar llena de un fervor revolucionario, algo que no se veía en los últimos años. La ocupación de la Nueva Escuela de Nueva York en 2008 proporcionó una visión de las posibilidades de ocupación cuando los estudiantes tomaron el edificio escolar en muestra de solidaridad en contra de las políticas del partido en el Gobierno. El movimiento estudiantil se extendió por California, con acciones en otros países con el lema “Comunicado de un futuro ausente”. Al mismo tiempo, las organizaciones se unieron a las demostraciones de Grecia por el asesinato policial de un joven anarquista de 15 años, Alexis Grigoropoulos, en el barrio de la Exarchia.
Con el inicio de la crisis europea a finales de 2010 y florecimiento de la primavera árabe a principios de 2011, la resistencia internacional a los Gobiernos se ha generalizado, pero convirtiéndose en populista en su naturaleza. En Grecia el movimiento “No voy a pagar” tomó forma cuando los ciudadanos se negaron a pagar peajes, billetes del transporte público y las factures de su atención sanitaria. Las acciones antiobreras del Gobernador Scott Walker, destinadas a eliminar la negociación colectiva, reunió a miles de personas en Madison, Wisconsin State Capitol. El movimiento 15 de mayo, conocido como de los Indignados, ocupó plazas públicas en toda España y en Grecia se exigió un cambio radical en las medidas políticas.
Millones de personas en todo el mundo están despertando sus conciencias y entendiendo que el capitalismo es un sistema piramidal.
La unidad de los trabajadores del mundo debe extenderse más allá del Primero de mayo. Los movimientos radicales que buscan acabar con los Gobiernos ilegítimos y autoritarios, también han de exigir el reconocimiento de los derechos universales, el respeto de la autonomía individual y la toma de decisiones locales, y poner fin a las relaciones coercitivas y subordinadas en todos los ámbitos de nuestra vida. Como dijo Bob Black sobre La Abolición del Trabajo:
“Demonizar el autoritarismo del Estado mientras se ignoran idénticas condiciones serviles solo que circunscritas a un contrato en las grandes corporaciones que controlan la economía mundial es fetichismo en su peor expresión. Su supervisor le daría más órdenes en una semana que la policía en una década”.
Nuestra lucha tiene que ser algo más que un mero conflicto con un sistema económico manipulado. La Economía no existe en un vacío, sino en una convergencia de complejos intereses políticos, financieros y militares. Las dimensiones históricas, sociales y jurídicas entran en juego para entender cómo los mercados perpetran las desigualdades al favorecer a aquellos que tienen más poder, más riqueza y privilegios. Para evitar el esencialismo, debemos golpear con fuerza en las intersecciones que apuntalan las desigualdades sistémicas, aun cuando nos centremos en un fundamentalismo desenfrenado del mercado en sí mismo.
Una de las instituciones más peligrosas que apuntalan la estructura económica capitalista es el completo militar-industrial.
Del 20 al 21 de mayo decenas de miles de personas se reunirán en Chicago para protestar contra el bloque militar de la OTAN. Sirviendo a la voluntad de los Estados Unidos y Europa Occidental, la OTAN gasta el 70% de todas las inversiones en armamento del mundo, un dinero que se utiliza para controlar los recursos estratégicos del Sur Global en nombre de una minoría económica capitalista. Mientras que la mayor parte del planeta vive con menos de 2 dólares al día, la OTAN se traga 2 mil millones de dólares a la semana en guerras que nadie parece querer. Las razones son simples: la pobreza y la riqueza forman parte del enredo político-económico cuando los recursos en el exterior, como el petróleo o los metales, son calificados como asunto de seguridad nacional, una política a la altura de lo que entra en juego.
En contraste con los miles de millones gastados por los países en armas y tecnología para la guerra, se encuentra la cantidad de dinero invertido en ayuda a las personas afectadas por la pobreza del Sur Global. Enseguida se pinta una cruda realidad.
Como portavoz de la Coalition Against NATO/G-8 War & Poverty Agenda, Andy Thayer nos recuerda que Richard Nixon, Presidente de los Estados Unidos en 1968, no era amigo de la clase obrera. Sin embargo, incluso a pesar de estar “ideológicamente… a la derecha de cualquier otro Presidente desde la Segunda Guerra Mindial, racista y notorio antisemita”, promulgó una serie de medidas que “lo marcaron de lejos como el Presidente más progresista desde la gran Depresión, mucho más a la izquierda que el Presidente Obama”. A pesar de sus principios conservadores, un movimiento de agitación ciudadana obligó a Nixon a dictar la Affirmative Action, la Environmental Protection Agency, la Occupational Safety and Health Administration (OSHA), ampliando los cupones para alimentos, nombrando un Tribunal Supremo en el caso Roe vs. Wade y, finalmente, acabando con la guerra de Vietnam.
Muchos hombres y mujeres jóvenes se alistan en el ejército, para recibir una educación o tener una oportunidad para trabajar, pero están siendo sacrificados en todo el mundo a medida que avanza el imperio estadounidense, tomando el poder de los países pobres en muchos casos. Como muchos soldados se niegan a alistarse de nuevo, crece en el Pentágono la tentación a una guerra nuclear táctica. Sin una inmediata demanda de desarme, se percibe en el horizonte una guerra nuclear mundial, como ya vemos en las amenazas a países como Irán o Corea del Norte. La llamada de Thayer a una acción continua y contundente contra el belicismo es algo urgente, actuando contra el militarismo imperial, algo que debe ser aprovechado en Chicago, ya que Obama va a aprovechar el escenario de la cumbre de la OTAN como pieza central de su campaña de reelección.
Chicago en 1968 marcó el principio del fin de la guerra de Vietnam. La denuncia de las políticas expansionistas militares de la OTAN en Chicago 2012 debe proporcionar una valiosa victoria a Occupy Wall Street y el movimiento de justicia global en su conjunto. La guerra debe ser entendida como la base fundamental de la agenda capitalista.
La convocatoria de una huelga general y la movilización como forma de oposición al dominio militar de la OTAN sólo deber ser el comienzo de un creciente proceso y sostenido de la organización radical: de los ciudadanos en el lugar de trabajo, el los barrios, en las escuelas. Nuestro movimiento debe incluir a los desamparados, los trabajadores pobres, sin educación, los marginados, los más perjudicados por la explotación capitalista. Los movimientos radicales ven en estos instrumentos una llamada de atención, no sólo para las elites socio-políticas que se enfrentan a un cambio exigido por la masa crítica, sino que la totalidad de la clase obrera se ha de dar cuenta del poder que tienen mediante la acción directa. Una profunda transformación social deber estar en la raíz de cualquier recuperación económica.
Vivimos en una época en el que la noción de reforma sólo sirve como una mecanismo reparador de la codicia capitalista, donde los Gobiernos se comprometen a salir de la crisis financiera a costa de los trabajadores y a la renuncia de sus derechos, con la privatización de los bienes comunes y los derechos se convierten en moneda de cambio que sólo benefician a unos pocos. El cuerpo de la mujer se convierte en un campo de batalla, al igual que los políticos luchan por el poder. Los servicios sociales, la educación y el empleo están siendo recortados en una campaña de tierra quemada para conservar el poder.
Históricamente, el Gobierno ha fracasado en sus responsabilidades, a menos que se vea obligado por la acción directa: sentadas, marchas por la libertad, huelgas, boicots a favor de los derechos de los trabajadores, motines, deserciones con el fin de detener la guerra. Hoy en día, podemos estar seguros de que no habrá ningún cambio en las posiciones… a menos que un levantamiento popular lo exija. ¿Conoce otra manera mejor de lograr nuestras demandas? Golpear al capitalismo en el bolsillo.
Nos vemos en las barricadas.
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Zakk Flash es escritor anarquista, activista de Central Oklahoma Black/Red Alliance (COBRA).
Fuente: http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/20713
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