LA UNIVERSIDAD EN EL PERU O EL MATRIMONIO DEL CINISMO Y EL AUTISMO
Marcel Velazquez Castro
Profesor de la UNMSM y de la Universidad de ESAN
UNIVERSIDADES BAMBA
“Combi-university”, “universidades chatarra”, “false university”, “universidades bamba”, son algunos de los nombres genéricos que delatan un nuevo fenómeno que fue anunciado por la deformación cómica de nombres particulares como “San Burrín”, “Facilazo”, “Zanganazo”, “Tabas peruanas” y un largo e hilarante etcétera. El mensaje es incontrovertible: hoy la universidad como un espacio de saber universal, de reunión multiclasista y de producción de nuevos conocimientos e investigaciones se encuentra en un franco declive en nuestra sociedad. El sistema universitario en el Perú ha colapsado y se ha convertido en una inmensa fábrica de producción de títulos a precios de liquidación.
Actualmente existen 98 universidades (63 privadas y 35 públicas; 38 en Lima y 60 en provincias) y se estima que son mas de 700 000 alumnos matriculados en mas de 600 facultades y en mas de 400 escuelas de posgrado (ni la Asamblea Nacional de Rectores ni el CONAFU ni el Ministerio de Educación poseen cifras actualizada en estos rubros). Durante estas dos décadas de crecimiento económico, no solo se ha ampliado geométricamente la oferta universitaria sino que esta se ha diversificado extendiéndose horizontalmente en el ámbito geográfico y verticalmente en las clases sociales.
Esta nueva multitud que se ha incorporado a los estudios universitarios y las condiciones del servicio educativo que reciben han transformado radicalmente tanto el panorama de la universidad pública como el de la universidad privada. La informalidad ha derrotado a la institucionalidad, la ilegalidad se ha legalizado, la masificación empobrecedora ha arrinconado a las élites intelectuales, la estafa a nombre de la nación ha sustituido a la formación seria y laboriosa, la trasgresión es la norma (alumnos plagian trabajos monográficos o “peluquean” tesis ajenas, los profesores callan y las autoridades cobran). Sin embargo también ha habido efectos de otra índole: los más pobres tienen mas opciones de acceder a una educación superior, la competencia por captar a los mejores alumnos es mas intensa y el ocaso de la universidad pública ha obligado a pensar sus limitaciones actuales.
Las universidades-garage, de tiza y pizarra o de segundo piso abundan en provincias y zonas marginales (existen oficinas universitarias que funcionan en antiguos estacionamientos de vehículos, locales de posgrado ubicados sobre prósperas pollerías, facultades que cuando cae el sol se convierten en luminosas y desarmables discotecas). En la otra orilla, el caso de la Universidad Alas Peruanas ha revelado que algo se pudre también detrás de las lunas polarizadas y los abundantes equipos de multimedia de los modernos locales que impresionan a incautos: sepulcros blanqueados que se caracterizan por una plana de docentes volátil, nula investigación, tasa de selectividad bajísima y, ahora lo sabemos, clientelaje y tráfico de influencias con el poder político.
EL REINO DEL CINISMO O LA MORALIDAD AL SERVICIO DE LA INMORALIDAD
En el capitalismo tardío, todas las ilusiones han quedado desenmascaradas, pero no nos atrevemos a vivir sin ellas; por ello, el auto engaño y el cinismo se convierten en estrategias de supervivencia y sociabilidad. Requerimos todavía de máscaras ideológicas o relatos que repitamos sin convicción: “la universidad es un medio de ascenso social”, “la educación universitaria trabaja para resolver los problemas nacionales”. Sin embargo, lo que sabemos pero no decimos es que el miedo al ascenso social alimenta la destrucción de universidades públicas de carácter nacional y que muchos de los más graves problemas sociales (la corrupción, la burocracia, la sanción al mérito, la mentira y la “politiquería” de prebendas y clientelaje) se han incubado en la universidad. El cohesionado conjunto de enunciados “políticamente correctos” sobre la universidad conforma una moralidad discursiva que esconde vanamente la inmoralidad del sistema.
Hoy, muy pocos creen en la importancia del conocimiento disciplinario o en la investigación académica; se estudia en la universidad para obtener un título y una red social que permitirán un ingreso mensual superior al promedio. La indiferencia y el pragmatismo de miles de estudiantes universitarios han permitido su conversión en mercadería, alumnos descartables o meros clientes de un negocio que se basa justamente en su propia deshumanización. Por otro lado, los profesores solo ven en esta proliferación una posibilidad de multiplicar sus ingresos con el dictado por hora, el que a veces alcanza cifras estremecedoras: la Facultad de Derecho de la Universidad San Martín de Porres paga 15 soles la hora a sus profesores contratados, unos soles mas de lo que gana un obrero capacitado de construcción civil.
Los jóvenes universitarios que estudian en una universidad bamba saben que están siendo engañados, pero no lo aceptan y se refugian en la fantasía; sus padres que pagan sumas irrisorias saben que no pueden exigir un servicio de calidad, pero se consuelan con cemento fresco y computadoras por doquier; las autoridades se desgañitan pregonando que sus instituciones son universidades que satisfacen una demanda popular legítima, pero saben que el único interés que resguardan es el de los accionistas o el de los rectores eternos. Así todos comen jurel pero les sabe a lenguado.
El daño generado por un amplio grupo de universidades que funcionan al amparo del DL 882 es inconmensurable: decenas de miles de profesionales no calificados, el título profesional convertido en cheque sin fondos, los grados de magíster y doctor envilecidos y la perversión de la educación a distancia son solo algunos de sus efectos.
EL IMPERIO DEL AUTISMO O LA MUERTE LENTA DE LA UNIVERSIDAD PUBLICA
En el Perú, el estado ha abandonado a la universidad pública y esta se encuentra dominada por mezquinos intereses corporativos.
La inversión del estado en infraestructura, equipos y bibliotecas se realiza a cuentagotas y sin ningún proyecto o políticas nacionales. San marcos, otrora universidad nacional y lugar de encuentro multiclasista, se ha convertido en una universidad exclusiva de estudiantes de clase media baja o sectores populares. Más del 80% de su población proviene de los distritos de Lima Este, Norte y Sur. Su alta tasa de selectividad todavía garantiza alumnos con condiciones y talento crítico, pero ya no es el espacio de una comunidad sociocultural plural que garantice la movilidad social, o prácticas de interacción nacional.
La autonomía universitaria implica una serie de factores: selección de alumnos, libertad de cátedra, autogobierno administrativo, libertad de investigación, elección de autoridades por los propios maestros y alumnos, entre otros. En la sociedad moderna, la autonomía universitaria se ejerce frente al Estado. Lamentablemente, este atributo inherente a la naturaleza de la universidad ha devenido, en muchas ocasiones, en un aislamiento radical y, en algunos casos, en una autarquía con rasgos autistas.
REFLEXION FINAL
El sistema universitario en el Perú vive una aguzada descomposición regida por el matrimonio del cinismo con el autismo. Estas fuerzas han engendrado monstruos que estafan masivamente a nombre de la nación, trafican con las ilusiones de los menos informados y degradan los esfuerzos de los buenos alumnos y profesores.
Hay consenso en que se debe iniciar la acreditación internacional de las escuelas profesionales de las universidades, incrementar la información al consumidor para que pueda elegir con mayor conocimiento, apostar por profesores mejor pagados y a tiempo completo, aumentar dramáticamente el gasto público en I+D+I (investigación mas desarrollo mas innovación tecnológica), fortalecer la categoría de profesor investigador en la universidad pública, cerrar las filiales ilegales, establecer el número de abogados, contadores y profesores de colegio que el país necesita, controlar la proliferación de maestrías y doctorados a distancia, poner coto a las modalidades de titulación mediante programas masivos, entre otras urgentes medidas no revolucionarias sino de mero sentido común.
Las mejores universidades públicas y privadas deben liderar esta transformación antes de que el cinismo y el autismo terminen de aniquilar el laboratorio de nuestras esperanzas.
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