DISCURSO DEL PRESIDENTE EVO
MORALES EN LA INAUGURACIÓN DE LA CUMBRE DEL G77+CHINA EN SANTA CRUZ, BOLIVIA
(14-06-14)
El siguiente el discurso
(textual) del presidente de Bolivia, Evo Morales, de inauguración de la Cumbre
del G77 + China, verificada el sábado 14-06-14, por la noche en la ciudad
boliviana de Santa Cruz (este).
El discurso intitula:
"POR UNA
HERMANDAD PLANETARIA DE LOS PUEBLOS":
"Hace 50 años, grandes
líderes levantaron las banderas de la lucha anticolonial y decidieron marchar
junto a sus pueblos por el camino de la soberanía y de la independencia.
Eran tiempos donde potencias
mundiales y transnacionales disputaban el dominio sobre territorios y recursos naturales
para seguir engrandeciéndose a costa de la pobreza de los pueblos del Sur.
En este contexto, el 15 de
junio de 1964, al concluir la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio
y Desarrollo, 77 países del Sur se reunieron (AHORA SOMOS 133 + CHINA) para
mejorar su capacidad de negociación comercial conjunta, desde un bloque que
promueva sus intereses colectivos, respetando las decisiones soberanas.
A lo largo de estos 50 años,
los países trascendieron en sus planteamientos impulsando resoluciones en
Naciones Unidas y acciones comunes favorables al desarrollo sustentado en la
cooperación Sur-Sur, a un nuevo orden económico mundial, a la responsabilidad
sobre el cambio climático, y a las relaciones económicas en el marco de
tratamientos preferenciales.
En este camino, destaca la
lucha por la descolonización del mundo, la autodeterminación y soberanía de los
pueblos sobre los recursos naturales.
Pese a todos los esfuerzos y
luchas por la igualdad y justicia de los pueblos del mundo, las jerarquías y desigualdades
planetarias se han incrementado.
Hoy 10 países del mundo
controlan el 40% de la riqueza de todo el planeta; 15 empresas transnacionales
controlan el 50% de la producción mundial.
Hoy, como hace 100 años a
nombre del libre mercado y de la democracia, un puñado de potencias imperiales
invade países, bloquea el comercio, impone precios al resto del mundo, asfixia
economías nacionales, conspira contra gobiernos progresistas y recurre al
espionaje contra los habitantes del planeta.
Una reducida élite de países y
empresas transnacionales dominan autoritariamente los destinos del mundo, de
sus economías y sus recursos naturales.
La desigualdad económica y
social entre regiones del mundo, entre países, entre clases sociales, entre
ciudadanos, se ha incrementado de manera abusiva.
El 0,1% de la población mundial
es propietaria del 20% del patrimonio de la humanidad. Si en 1920, en Estados Unidos,
un gerente de empresa ganaba 20 veces el salario de un obrero, actualmente gana
331 veces.
Pero esta manera injusta de
concentrar la riqueza, esta manera depredadora de destruir la naturaleza, está generando
también una crisis estructural que la vuelve insostenible en el tiempo.
Se trata de una crisis
estructural, porque afecta a todos los componentes del propio desarrollo del
capitalismo, es decir es una crisis financiera, energética, climática, hídrica,
alimentaria, institucional y de valores, que se retroalimentan unas a otras. Es
decir es una crisis de la propia civilización capitalista.
La crisis financiera se produjo
por la codicia por mayores ganancias del capital financiero, que generó una
profunda especulación financiera internacional, favoreciendo a algunos grupos,
corporaciones transnacionales o centros de poder que concentraron la riqueza.
Se trata de burbujas
financieras que generan ganancias especulativas, que al final revientan, y con
ello arrastran a la pobreza a trabajadores que recibieron créditos baratos; a
ahorristas de clase media que confiaron sus depósitos a codiciosos
especuladores que de la noche a la mañana quiebran o llevan sus capitales a
otros países, provocando la bancarrota de naciones enteras.
Estamos enfrentando, también,
una crisis energética marcada por el consumo excesivo en los países
desarrollados, por la contaminación de fuentes de energía y el acaparamiento
energético por parte de las transnacionales.
Paralelamente vemos una
reducción de reservas a nivel mundial, altos costos de extracción de petróleo y
gas, con una menor capacidad de producción por el agotamiento gradual de los
combustibles fósiles y el cambio climático global.
La crisis climática obedece a
la anarquía de la producción capitalista, cuyos niveles de consumo e
industrialización descontrolada han generado un exceso de emisiones de gases
contaminantes provocando el calentamiento global y desastres naturales que
afectan al mundo entero.
Desde hace más de 15 mil años
hasta la industrialización capitalista, la presencia de gases con efecto
invernadero no sobrepasaba las 250 partículas por millón de moléculas en la
atmósfera.
Desde el siglo XIX y en
particular en el siglo XX y XXI, fruto de la acción del capitalismo depredador,
hemos pasado a 400 partículas, llevando a un irreversible calentamiento de la
atmósfera, con sus secuelas de catástrofes climáticas que afectan, en primer
lugar, a los pueblos más pobres y vulnerables del Sur, particularmente a los
países insulares producto del deshielo de los glaciares.
El calentamiento global, a su
vez genera una crisis hídrica, profundizada por la privatización, agotamiento
de fuentes y mercantilización del agua dulce, incrementando progresivamente la
cantidad de población que no puede acceder al agua potable.
La escasez de agua en diversas
regiones del planeta está conduciendo a conflictos armados y guerras que
agravan aún más la disponibilidad de este recurso considerado como no
renovable.
Como tendencia se observa un
crecimiento de la población y una reducción en la producción de alimentos, lo
que deriva en una crisis alimentaria.
A esto se suma la disminución
de tierras productoras de alimentos, los desequilibrios entre el campo y la
ciudad, el monopolio de empresas transnacionales en la comercialización de
semillas e insumos agrícolas y la especulación en el precio de los alimentos.
El modelo imperial concentrador
y especulador, generó a su vez una crisis institucional marcada por una
desigual e injusta estructura de poder mundial, en especial en el Sistema de
Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del
Comercio, entre otros.
Fruto de todo ello, los
derechos sociales de los pueblos están en peligro. La promesa de igualdad y
justicia planetaria es cada vez más lejana y la existencia de la propia
naturaleza está amenazada de extinción.
Hemos llegado a un límite y hay
que tomar acciones mundiales urgentes para salvar a la sociedad, a la humanidad
y a la Madre Tierra.
En Bolivia, hemos comenzado a
dar pasos en este sentido. Hasta el año 2005 en Bolivia se aplicaba la política
neoliberal que generó concentración de la riqueza, desigualdad social y
pobreza, incrementando la marginación, discriminación y exclusión social.
En Bolivia, la lucha histórica
de los movimientos sociales, especialmente del movimiento indígena originario
campesino, nos ha permitido iniciar pacíficamente, mediante el voto y sin
utilizar la violencia, una Revolución Democrática y Cultural que destierre la
exclusión, la explotación, el hambre, el odio, para reconstruir el camino del equilibrio,
de la complementariedad, del consenso con identidad propia, del Vivir Bien.
A partir del año 2006, el
Gobierno Boliviano aplicó una nueva política económica y social, expresada en
un nuevo Modelo Económico Social Comunitario y Productivo, cuyos ejes
fundamentales son: la nacionalización de los recursos naturales, la
recuperación para beneficio de todos los bolivianos del excedente económico, la
redistribución de la riqueza y la participación activa del Estado en la
economía.
El 2006 el Estado y el pueblo
tomamos la decisión política, económica y social más relevante: la
nacionalización de los hidrocarburos, que se constituye en el eje central de
nuestra revolución. Con esta medida, el Estado participa y controla la
propiedad de los hidrocarburos e industrializa el gas natural.
Contrariamente a la consigna
neoliberal del crecimiento económico en base a la demanda externa
("exportar o morir"), el nuevo modelo apostó por combinar las exportaciones
con el crecimiento del mercado interno, impulsada principalmente por las
políticas redistributivas del ingreso, descongelamiento e incrementos sucesivos
del salario mínimo nacional, aumentos salariales anuales superiores a la tasa
de inflación, subvenciones cruzadas y bonos de transferencias a los más
necesitados.
Todo esto permitió que la
economía boliviana incremente su Producto Interno Bruto de 9 mil a más de 30
mil millones de dólares, en los últimos ocho años.
La nacionalización de los
hidrocarburos, el crecimiento de la economía boliviana, y la política de
austeridad de gastos, permitieron que tengamos superávit fiscal durante ocho
años consecutivos, que contrastan con los déficits fiscales recurrentes que
Bolivia registró durante más de 66 años.
Cuando asumimos el gobierno, la
diferencia entre la población más rica y la más pobre, era de 128 veces. Ahora
esa diferencia se redujo a sólo 46 veces. Actualmente Bolivia está entre los 6
países con mejor distribución del ingreso, en la región.
Esto muestra que los pueblos
tenemos opciones y que podemos derrotar los destinos impuestos por el
colonialismo y el neoliberalismo.
Todos estos logros en tan poco
tiempo le debemos a la conciencia social y política del pueblo boliviano.
Hemos recuperado la patria para
todos, una patria que fue enajenada por un modelo neoliberal, que vivió
envilecida por el viejos sistema de partidos políticos y que fue gobernada desde
afuera como si fuéramos una colonia.
Hemos dejado de ser el país inviable
como nos decían los organismos financieros internacionales y hemos dejado de
ser un país ingobernable como nos hacían creer el imperio norteamericano.
Hoy día los bolivianos hemos
recuperado la dignidad y el orgullo y creemos mismos, en nuestra fuerza y en
nuestro destino. Quiero decirle al mundo entero con la mayor humildad que los
únicos arquitectos sabios y capaces de cambiar su futuro son los propios
pueblos.
Por tanto proponemos construir
otro mundo:
TAREAS PARA
CONSTRUIR LA SOCIEDAD DEL VIVIR BIEN.
PRIMERO: DEL DESARROLLO SUSTENTABLE
AL DESARROLLO INTEGRAL PARA VIVIR BIEN, EN ARMONÍA Y EQUILIBRIO CON LA MADRE
TIERRA.
Necesitamos construir una
visión distinta del desarrollo occidental capitalista, transitando desde el
paradigma del Desarrollo Sostenible al paradigma del Desarrollo Integral para
Vivir Bien, que busca no sólo el equilibrio entre los seres humanos, sino el
equilibrio y la armonía con nuestra Madre Tierra.
Ningún desarrollo es
sustentable si la producción destruye la Madre Tierra, ya que es la fuente de
la vida y nuestra existencia. Ninguna economía es duradera si produce
desigualdades y exclusiones. Ningún progreso es justo y deseable si el
bienestar de unos es a costa de la explotación y la miseria de otros.
El Desarrollo Integral para
Vivir Bien significa generar bienestar para todos, sin exclusiones; significa
respetar la diversidad de economías de nuestras sociedades; respetar los
conocimientos locales y respetar la Madre Tierra y su diversidad biológica, que
alimentará a las generaciones venideras.
Desarrollo Integral para Vivir
Bien es producir para satisfacer necesidades reales, y no para ampliar
infinitamente las ganancias.
Es distribuir las riquezas,
cerrando la herida de la desigualdad, y no ampliar las injusticias.
Es combinar la ciencia
contemporánea con la sabiduría tecnológica ancestral de los pueblos indígenas,
campesinos y originarios que dialoga con respeto a la naturaleza
Es pensar en los pueblos y no
en los mercados financieros.
Es colocar a la naturaleza como
centro de la vida, y al ser humano como una criatura más de esa naturaleza.
El Desarrollo Integral para
Vivir Bien con respeto a la Madre Tierra no es una economía ecologista para los
países pobres, mientras los países ricos aumentan la desigualdad y la
destrucción de la naturaleza.
El desarrollo integral sólo es
viable a nivel planetario, si existe control de los Estados junto a sus pueblos
sobre todos sus recursos energéticos.
Necesitamos tecnologías,
inversiones, producción, créditos, empresas y mercados, no para subordinarlos a
la dictadura del lucro y del lujo, sino para ponerlos al servicio y necesidades
de los pueblos, y de la ampliación de los bienes y servicios comunes.
SEGUNDO: SOBERANÍA SOBRE LOS
RECURSOS NATURALES Y ÁREAS ESTRATÉGICAS.
Los países dueños de materias
primas debemos y podemos asumir el control soberano de la producción y también de
la industrialización de nuestras materias primas.
La nacionalización de empresas
y áreas estratégicas permite que el Estado asuma la conducción de la
producción, el control soberano de la riqueza e iniciar la planificación para
industrializar las materias primas, y distribuir la ganancia entre la
población.
Ejercer soberanía sobre los
recursos naturales y áreas estratégicas no significa aislarse de los mercados
mundiales, es vincularse a estos mercados para beneficio de nuestros países y
no de unos cuantos propietarios privados.
Soberanía sobre los recursos
naturales y áreas estratégicas no es impedir la participación de capitales y
tecnología extranjera; es subordinar esa inversión y esa tecnología a las
necesidades de cada país.
TERCERO: BIENESTAR PARA TODOS
CONVIRTIENDO LOS SERVICIOS BÁSICOS COMO DERECHO HUMANO.
La peor tiranía que enfrenta a
la humanidad es permitir que los servicios básicos estén bajo control de las
empresas transnacionales. Esto significa condenar a la humanidad al interés
particular y a los objetivos mercantiles de una minoría rica y poderosa con la
vida y seguridad de las personas.
Por eso decimos que los
servicios básicos son inherentes a la condición humana. ¿Cómo puede un ser
humano vivir bien sin agua potable, sin energía eléctrica o sin comunicaciones?
Si los derechos humanos nos hacen iguales entre todos, lo que materializa la
igualdad es el acceso universal a los servicios básicos. El agua nos hace
iguales como la luz o las comunicaciones. Para resolver las inequidades
sociales es necesario incorporar en la legislación internacional y en la
normativa nacional de todos los países, que los servicios básicos (el agua,
electricidad, comunicaciones y el saneamiento básico) son un derecho humano
fundamental de las personas.
Esto significa que es una
obligación legal de estados el garantizar la universalidad de los servicios
básicos, por encima de costos o de ganancias.
CUARTO: EMANCIPACIÓN DEL ACTUAL
SISTEMA FINANCIERO INTERNACIONAL Y CONSTRUCCIONES DE UNA VIDA, UNA NUEVA
ARQUITECTURA FINANCIERA.
Proponemos liberarnos del yugo
financiero internacional construyendo un nuevo sistema financiero que priorice
los requerimientos de las actividades productivas de los países del Sur, en el
marco del desarrollo integral.
Tenemos que crear y fortalecer
bancos del Sur que impulsen proyectos industriales, que refuercen los mercados internos
regionales, que fomenten los intercambios comerciales entre nuestros países,
pero en base a la complementariedad, la solidaridad.
Necesitamos, además, impulsar
la regulación soberana de las actividades financieras mundiales que amenazan la
estabilidad de las economías nacionales.
Debemos desarrollar un
mecanismo internacional de reestructuración de la deuda, que profundiza la
dependencia de los pueblos del Sur estrangulando sus posibilidades de
desarrollo.
Debemos sustituir las
instituciones financieras como el FMI por otras que permitan una mejor y mayor participación
de los países del sur en sus estructuras de decisión, hoy capturadas por
potencias imperiales.
Es preciso establecer límites a
las ganancias especulativas y a la excesiva acumulación de riqueza.
QUINTO: CONSTRUIR LA GRAN ALIANZA
ECONÓMICA, CIENTÍFICA, TECNOLÓGICA Y CULTURAL DE LOS PAÍSES DEL G77 + CHINA.
Después de siglos de
colonialismo, de transferencias de riqueza a las metrópolis imperiales y de
empobrecimiento de nuestras economías los países del sur han comenzado a
retomar una importancia decisiva en el desarrollo de la economía mundial.
Asia, África y Latinoamérica no
sólo son el 77% de la población mundial, sino también representan cerca del 43%
de la economía mundial; y esta importancia va en crecimiento. Los pueblos del
Sur somos el futuro del mundo.
Para reforzar y planificar esta
inevitable tendencia mundial necesitamos tomar medidas inmediatas.
Necesitamos intensificar los
intercambios comerciales entre los países del sur y orientar nuestras
actividades productivas en función de los requerimientos de otras economías del
sur, en base a la complementariedad de necesidades y capacidades.
Necesitamos programas de
transferencia tecnológica entre los países del Sur. La soberanía y el liderazgo
tecnológico imprescindible para una nueva economía mundial con justicia no lo
podrá lograr cada país por sí mismo.
La ciencia tiene que ser un
patrimonio de toda la humanidad, y al servicio del bienestar de todos; sin
exclusiones ni hegemonismos. Para un futuro digno de todos los pueblos del
mundo, necesitamos una integración para la liberación.
No una cooperación para la
dominación.
Para llevar adelante estas
dignas tareas al servicio de los pueblos del mundo invitamos a integrarse al
G77 a Rusia y otros países que son nuestros hermanos en necesidades y compromisos. Nuestra alianza del G77 no cuenta con una
institución propia que efectivice los planteamientos, declaraciones y planes de
acción de nuestros países. Por ello, Bolivia propone la constitución del
instituto de descolonización y cooperación sur-sur.
Este instituto estará encargado
de proporcionar asistencia técnica a los países del Sur, para profundizar la implementación
de las propuestas del G77 + China.
También otorgará asistencia
técnica y fortalecimiento institucional para el desarrollo y la
autodeterminación; para llevar a cabo investigaciones; y proponemos que la sede
del instituto de descolonización se encuentre en Bolivia.
SEXTO: ERRADICAR EL HAMBRE DE LOS
PUEBLOS DEL MUNDO.
Es un imperativo en el mundo
erradicar el hambre y promover que se aplique y se ejerza plenamente el derecho
humano a la alimentación.
La priorización de la
producción de alimentos debe contar con la participación de los pequeños
productores y comunidades indígenas campesinas, que son las que preservan un
conocimiento ancestral en lo que se refiere a la producción de alimentos.
Para lograr la erradicación del
hambre, los países del sur debemos generar condiciones para el acceso
democrático y equitativo a la propiedad de la tierra, que no permita el
monopolio de este recurso a través del latifundio, pero que tampoco fomente la
fragmentación minifundista e improductiva.
Consolidar la soberanía y
seguridad alimentaria, mediante el acceso a los alimentos sanos y saludables
para el bienestar de la población.
Eliminar los monopolios
transnacionales en la provisión de insumos agrícolas para garantizar seguridad
alimentaria con soberanía.
Que cada uno de nuestros países
garantice los alimentos básicos y propios que consume su población a partir del
fortalecimiento de sus prácticas productivas, culturales, ecológicas, así como
el intercambio solidario entre pueblos. A su vez, los Estados tenemos que
responsabilizarnos de garantizar la energía eléctrica, la integración vial, el
acceso al agua, y fertilizantes orgánicos.
SÉPTIMO: FORTALECER LA SOBERANÍA DE
LOS ESTADOS SIN INTERVENCIONISMO, INJERENCIA NO ESPIONAJE.
Propiciar en el marco de las
Naciones Unidas, una nueva institucionalidad para el Nuevo Orden Planetario
para el Vivir Bien.
Las instituciones que
emergieron después de la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, hoy
requieren una profunda transformación.
Se requieren organismos
internacionales que fomenten la paz, que eliminen las jerarquías mundiales y
que promuevan la igualdad entre los Estados.
Por ello, tiene que desaparecer
el Consejo de Seguridad de la ONU porque en vez de asegurar la Paz entre las naciones
ha promovido la guerra y las invasiones de potencias imperiales para apoderarse
de los recursos naturales de los países invadidos. Hoy en vez de Consejo de
Seguridad hay un Consejo de Inseguridad y de Invasión Imperial.
Ningún país, ninguna
institución o interés puede justificar la invasión de un país por otro. La
soberanía de los Estados y la resolución interna de los conflictos de cada
país, es la base fundamental de la paz y de las Naciones Unidas.
Denuncio aquí el bloqueo
económico injusto contra Cuba, las agresivas e ilegales políticas del gobierno
de los Estados Unidos contra Venezuela, incluyendo la iniciativa legislativa
del Comité de Relaciones Exteriores del Senado dirigida a imponer sanciones a
este país afectando su soberanía e independencia política, en clara violación
de los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas.
Esa es la persecución y el
golpismo internacional que constituye el colonialismo moderno, el colonialismo
de esta nueva época.
Es este nuevo tiempo, en estos
tiempos del Sur, debemos ser capaces de superar y sanar las heridas heredadas
por guerras fratricidas alentadas por intereses capitalistas foráneos, debemos
consolidar esquemas de integración que faciliten nuestra convivencia pacífica,
nuestro desarrollo y nuestra fe en valores compartidos como la justicia.
Solamente juntos podremos
lograr una vida digna para nuestras naciones.
OCTAVO: RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA DE
LOS ESTADOS.
El tiempo de los imperios, de
las jerarquías coloniales y de las oligarquías financieras se está terminando.
Por todas partes vemos a los pueblos del mundo demandar su protagonismo en la
historia.
El siglo XXI tiene que ser el
siglo de los pueblos, de los obreros, de los campesinos, de los indígenas, de
los jóvenes, de las mujeres; es decir, de los oprimidos.
El protagonismo de los pueblos
significa la renovación y profundización de la democracia. Tenemos que complementar
la democracia electoral con la democracia participativa y con la democracia
comunitaria.
De la limitada gobernabilidad
partidaria y parlamentaria tenemos que pasar a la gobernabilidad social de la democracia.
Eso significa que para tomar
decisiones estatales, se debe tomar en cuenta la deliberación de los
parlamentos, pero también la deliberación de los movimientos sociales que
permiten fluir la energía viva de nuestros pueblos.
La renovación de la democracia
en este nuevo siglo también requiere que la acción política se constituya en un
completo y permanente servicio a la vida, que es, a su vez, un compromiso
ético, humano y moral con nuestros pueblos, con los más humildes.
Y para ello, debemos recuperar
los CÓDIGOS DE NUESTROS ANCESTROS: NO ROBAR, NO MENTIR, NO SER FLOJO Y NO
SER ADULÓN.
Democracia es también
distribución de la riqueza y ampliación de los bienes comunes que tiene la
sociedad.
Democracia es subordinación de
los gobernantes a las decisiones de los gobernados.
Democracia no es beneficio
personal de los gobernantes ni mucho menos abuso de poder: es servicio amoroso
y abnegado hacia el pueblo. Es la entrega del tiempo, del conocimiento, del
esfuerzo y de la propia vida para alcanzar el bienestar de los pueblos y de la
humanidad.
NOVENO: UN NUEVO MUNDO DESDE EL SUR
PARA TODA LA HUMANIDAD.
Ha llegado el tiempo de las
naciones del sur.
Antes fuimos colonizados y
esclavizados, y con nuestro trabajo robado se levantaron los imperios del
Norte.
Hoy, a cada paso que damos por
nuestra liberación los imperios entran en decadencia y comienzan a derrumbarse.
Pero nuestra liberación no es
solo la liberación de los pueblos del Sur. Es a la vez la liberación de la
humanidad entera porque nosotros no luchamos para dominar a otros; luchamos
para que nadie domine a otro. Y a la vez solo nosotros podemos salvar a la
fuente de toda vida y de toda sociedad: La Madre Tierra que ahora está
amenazada de muerte por la
angurria de un capitalismo depredador y enloquecido.
Hoy otro mundo no solo es
posible sino que es imprescindible.
Hoy otro mundo es
imprescindible porque si no, no habrá ningún mundo posible.
Y ese otro mundo de igualdad,
de complementariedad, de convivencia orgánica con la madre tierra solo puede
surgir de los mil idiomas, de los mil colores, de las mil culturas hermanadas
de todos los Pueblos del Sur"